La vida lo golpeó muchas veces pero no se rinde: la emotiva lucha del cantante callejero de Laferrere para cambiar su suerte
En poco tiempo Kiven Fortezzini perdió a su madre, su papá lo abandonó, se le incendió su casa y quedó en la calle. Luego de caer en una profunda depresión, se volvió a poner de pie. Ahora, mientras canta en colectivos y en la vía pública, ya se imagina llenando un estadio.

“Yo tenía una vida linda: papá, mamá, casa, perro... Pero después se derrumbó todo”, dijo Kiven.
Cuando la vida más duro golpea, más fuerte hay que ser. Y si se cae, hay que volver a levantarse. Así lo entiende Kiven Fortezzini, el artista callejero de Laferrere que en poco tiempo perdió a su madre, su papá lo abandonó, se le incendió su casa y quedó en la calle. Todo eso lo llevó a una profunda depresión, hasta que logró ponerse de pie y, de la mano de la música, se permite soñar con un futuro diferente.
Para tratar de empezar a abrirse un camino en lo que es una de sus dos grandes pasiones (la otra es Independiente), el joven de 32 años empezó a cantar en colectivos, subtes y en la vía pública. Y ahora se esperanza con poder llenar un estadio o un teatro. Pero lo más importante, al menos por ahora, es que gracias a la música empieza a ver la luz al final del camino.
“Yo tenía una vida linda: papá, mamá, casa, perro… Pero después se derrumbó todo”, dijo respecto a lo que fue su más que complicado 2020.
Cómo se convirtió en cantante callejero
“Me pasaron muchas cosas en muy poco tiempo. Tuve a mi mamá, María, postrada en una cama por el cáncer durante dos años. En ese tiempo, mi papá, Raúl, con quien ya no tengo trato, la abandonó y se fue con otra mujer. Para esto yo me había separado hacía poco de la madre de mi hijo, Felipe, quien hoy tiene 9, así que estaba viviendo con ella”, enumeró.

Y continuó: “A dos semanas de la muerte de mi mamá se incendió la casa familiar por un accidente doméstico y, después de eso, mi padre decidió alquilarla. Así que me quedé en la calle”.
Antes de eso, trabajaba como impresor flexográfico en una fábrica: “Pero caí en una depresión muy profunda, dejé el laburo y tuve dos intentos de suicido”.
Durante un tiempo durmió en el hospital y en estaciones de servicio. Sin dudas, había tocado fondo. “Me sentía vencido. Pero, como a los tres meses, mis amigos se dieron cuenta de lo que me estaba pasando y me dieron una mano. Incluso, me dieron un techo hasta que yo pude empezar a pagarme un alquiler. Pero todo fue gracias a la música. Cuando me di cuenta de que con mi voz podía generar dinero y solventar mis gastos, fue como un renacer para mí”.
Uno de esos amigos fue el que lo incentivó a salir a cantar en la vía pública: “Él ya lo venía haciendo y me invitó a que lo acompañara. Me dijo que yo tenía talento, que tenía que intentarlo porque podía vivir de eso. Yo me había volcado a la música desde chico. Así que empecé a salir con él, hasta que me animé a hacerlo solo. Y ya hace dos años, más o menos, que me dedico a esto de cantar a la gorra”.
El mayor anhelo del vecino de Laferrere
Actualmente trabaja de lunes a lunes:. “Lo bueno es que logro sacar un sueldo sin depender de ningún patrón. Obviamente, mi sueño es algún día poder llegar a algo con la música. Pero no es que la quiero pegar para ganar plata, solamente. Yo quiero ser reconocido por lo que hago, porque muchas veces a los artistas callejeros se los ignora. Así que mi objetivo es mostrar lo que sé hacer. Y sé que, después, va a venir lo económico como consecuencia de eso”.

Siempre que se habla de artistas callejeros suelen aparecer los casos de Facundo Arana, quien tocaba el saxo en el subte, y de Ricardo Arjona, que cantaba en Florida.
Para Kiven, eso es “otro motivo para no perder la fe. Sólo espero que Dios me siga dando la energía suficiente como para seguir intentándolo”.
En ese sentido sabe que, si le va bien con la música, la recompensa mayor será que su hijo vea su éxito: “Quiero que diga ‘ese es mi papá, que después de que se le murió su madre, se le incendió la casa y se quedó sin trabajo, pudo salir adelante y cumplir su sueño’”.
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