La casa de 300 años que viajó de Japón a San Isidro y se transformó en un museo único en el mundo
Un matrimonio de Boulogne que vivió 32 años en el país asiático se mandó a traer una Minka, propiedad utilizada por los campesinos, y la convirtió en la sede de la colección más grande de arte nipón por fuera de ese territorio.
La paciencia milenaria que aprendieron a cultivar en sus 32 años en Japón Guillermo y Patricia Bierregaard se mantiene vigente a más de 15 años de haber dejado el país asiático en el que el matrimonio de Boulogne, partido de San Isidro, vivió entre 1973 y 2006.
Pero la calma en el andar y en el hablar no es lo único que se quedó con ellos de esa experiencia que los cambió para siempre. Allá por 1984 decidieron que tenían que contarle a «nuestro mundo» cómo era esa cultura tan distinta y qué mejor que hacerlo a través de una propiedad estilo Minka («Casas de la gente» en japonés) de 300 años de antigüedad traída especialmente en barco desde las afuera de Tokio y convertida en museo en el norte del Conurbano.
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Según le contó el vecino de Boulogne a Zonales, ellos vivieron un tiempo allí durante su periplo y, luego de mudarse a un departamente en la capital nipona, les quedó como sitio de fin de semana. La llegada al país de una vivienda de esas características, como era de esperarse, no fue sencilla.
«Se desarmó y volvió a armar. Tuvimos que volver a construirla en un 80 por ciento. Y al llegar a Argentina nos llevó desde 1984 hasta 2006 que estuviera como se ve actualmente. Se trata de una propiedad de mil metros cuadrados que originalmente estaba en una aldea y la utilizaban los campesinos de la zona», relató Bierregaard, quien en Japón trabajó en distintas empresas como ingeniero y luego en roles relacionados con la publicidad.
El «Minka: Museo de Arte Moderno la Casa de Japón» está ubicado en Capitán Juan San Martín 1596, muy cerca del Parque Arenaza, el espacio verde más importante de Boulogne. Las visitas cuentan con la guía de los propios dueños del lugar y se arreglan previamente por teléfono ya que, aunque el lugar está abierto todos los días, los cupos son limitados.
La Minka se arma como un juego de encastres, con columnas y vigas de pino colorado que pesan hasta 4 toneladas. Tiene una base de piedra para que la humedad no la pudra, sogas y bambú. «Antes de traerla, teníamos que estar seguros que no íbamos a tener problemas por los deterioros sufridos por filtraciones o el trabajo de los insectos sobre la madera. Ahí se hizo un ajuste en la disposición de la casa para convertirla en museo. Cada pieza fue enumerada antes de ser embarcada», contó Guillermo a Zonales.
El sistema es de tal fortaleza que permite soportar lo inhóspito del clima rural japonés donde los temblores y los tifones tienen cierta asiduidad, a la vez que es lo suficientemente flexible como para no romperse a causa de esos mismos fenómenos.
En tanto que la vivienda está rodeada por un amplio parque que fue diseñado de manera tal que replica, en buena medida, la vegetación japonesa con sus cerezos y otras plantas y árboles típicos de esa región asiática.
Un poco de Japón en San Isidro
Además de las particularidades y la belleza de la Minka como construcción, dentro de la vivienda los Bierregaard exhiben una impactante colección de arte que está catalogada, con sus 850 piezas, como la más grande de arte moderno japonés por fuera de ese país.
Una de las obras más atractivas de la colección es Sinfonía, de Miwa Kazuhiko, que conecta con las emociones de acuerdo al punto de vista del espectador en un abanico de valores cromáticos que es una verdadera paleta de colores emocional.
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También suele llamar la atención de los visitantes una escultura sin título que Shiro Hayami realizó en 1987 con granito y está ubicada apenas se entra al jardín de la Minka. La obra está inspirada en las olas, pero el significado varía, según desde dónde se mire la pieza y de acuerdo a quién la observe.
Además se destaca «Retorno a la tierra», una pieza que el maestro ceramista Koie Ryoji creó en 1970 y que, tras pasar por una muestra sobre arte japonés realizada en el Centro Pompidou de París, llegó a la Minka de San Isidro.
«Para nosotros es un proyecto para transmitir una cultura. no podíamos volver de Tokio con semejante bagaje para nosotros y para nadie más. Todo lo que hemos traído es desconocido acá», concluyó Gullermo ante la consulta de Zonales.