El primer equipo de hockey de presas está en una cárcel de San Martín: Las Lobas, las mujeres que buscan otra oportunidad
Es un proyecto que busca su reinserción social. Fue impulsado desde 2019 por dos amigas que practicaban el deporte en el Club Atlético San Isidro. El equipo ya jugó dos partidos fuera del establecimiento penitenciario.
Florencia Fernández Prato y María Paz Rodríguez Senese se conocieron jugando al hockey en el Club Atlético San Isidro. Juntas impulsaron una idea que hoy, cuatro años después de haberse vuelto realidad, le cambió la vida a decenas de presas de una cárcel de San Martín, en el noroeste del Conurbano. Se trata del proyecto «Cuidá la bocha», que llevó ese deporte a la Unidad Penitenciaria N°46 para buscar la reinserción social de las mujeres privadas de su libertad.
María Paz, defensora oficial juvenil del Departamento Judicial de San Isidro, se encontraba representando a un hombre que estaba detenido en ese establecimiento penitenciario cuando conoció a Los Espartanos, el equipo de rugby de convictos que lleva diez años de entrenamientos y partidos.
La conmovió que «no parecían estar privados de su libertad». Así nació su idea de hacer algo parecido con el hockey, y le comentó sus intenciones a Florencia, que es entrenadora y experta en neurociencias del deporte, quien decidió sumarse al proyecto.
El primer prejuicio que enfrentaron ambas fue el del temor. Su entorno les preguntaba si no les daba miedo ir a jugar con presas con un palo de hockey en la mano, que puede «ser un arma». Sin embargo, María Paz, la única integrante de la iniciativa que conocía un penal, tuvo claro que debían «dejar de juzgar al otro y entender en qué situación está», y en es contexto «Cuida la Bocha es pensar que se les puede dar algo bueno y no solo un castigo por lo que hicieron».
Luego de incorporar a Helga Tartari, Andrea D’allaglio y Clara Badano como voluntarias para ser las profesoras que coordinarían los entrenamientos, y conseguir donaciones de palos, bochas, conos y pecheras, comenzaron las prácticas.
Florencia recordó que la mayoría de las presas no conocía el deporte pero rápidamente se entusiasmaron. «Desde el primer día nos comprometimos a estar y no faltamos nunca. Creemos que con el ejemplo es como se sostiene la palabra», dijo.
El impacto del hockey en la vida de las presas de San Martín
A medida que fueron pasando los entrenamientos, se fueron sumando cada vez más mujeres en el penal. Hoy, hay una práctica semanal los lunes de 13 a 17 y participan 80 de las 90 presas que están alojadas allí. Florencia recordó que al principio «cada una hacía lo que quería», hasta que al cuarto encuentro les dijo que «la que no quiere, no participa, pero tenemos reglas y la primera es que acá no se fuma». A partir de allí, las cosas quedaron claras.
Se trata de todas mujeres apenas mayores de 25 años y en las clases, las impulsoras de Cuidá la Bocha remarcaban que parecían adolescentes por cómo se divertían. Cruzar el alambrado y salir al campito al aire libre donde podían correr y jugar era un bálsamo para estas presas que conviven con el ruido metálico de la apertura y cierre de celdas.
Una guardia del Servicio Penitenciario Bonaerense llegó a contar que «hay internas muy jóvenes y el contexto de encierro trae problemas de abstinencia, tienen que aprender a convivir con otras internas, con sus problemáticas y el hockey las saca de esa realidad». Y amplió: «Este es otro mundo, la gente no lo conoce. El hockey hace que se distraigan, que no piensen tantas cosas feas, por más que la realidad siempre va a estar».
La experiencia de salir de la cárcel para jugar al hockey
En dos oportunidades, Florencia y María Paz consiguieron el permiso para que las internas pudieran salir de la Unidad Penal N°46 de San Martín para jugar partidos de hockey. El primer encuentro fue el 6 de diciembre de 2019 en el Buenos Aires Cricket & Rugby Club (BACRC) y el segundo fue el 8 de marzo de 2020 en el Hurling Club con el objetivo de conmemorar el Día Internacional de la Mujer y allí se enfrentaron con la agrupación de Mami Hockey.
Macarena Lubo (28), una de las internas que llevaba dos años de encierro, comentó: «Salí a jugar a la calle las dos veces y ganamos. Fue algo muy lindo. Te despeja de todo esto». La mujer retomó en prisión los estudios secundarios para terminar la escuela, que había abandonado cuando nació su hija de casi 9 años. También se entusiasmó con un taller de pintura y esperaba estudiar y perfeccionarse al salir.
Esos partidos marcaron, para muchas presas, volver a ver la calle después de años. Y una serie de experiencias que mejoraron su estancia tras las rejas. «Algo tan común como un sándwich de miga o una coca, era un motivo de felicidad para ellas porque no entran esas cosas al penal. También fue un cambio ver a los miembros del servicio penitenciario alentarlas en el partido como una hinchada propia. Todos cambiaron la mirada”, recordó Florencia.
Fue por eso que, durante las restricciones por la pandemia del Covid-19, cuando los encuentros virtuales reemplazaron a los entrenamientos, las presas sufrieron mucho. Aquella etapa quedó atrás y hoy Las Lobas disfrutan de jugar y de la ilusión que les traen Florencia y María Paz, que se comprometen con llevar proyectos de hockey a sus barrios cuando salgan de prisión. La ayuda no es solo deportiva: también las acompañan en tramitar el DNI, la tarjeta Alimentar y en el armado del currículum para buscar trabajo.