Murió Carlitos Balá, el hincha más famoso de Chacarita que conoció la cancha con más de 90 años
El mítico humorista y animador infantil había cumplido en agosto sus 97 años. Falleció este jueves por la noche en un sanatorio porteño. Su pasión por el Tricolor y por qué fue por primera vez al estadio en San Martín en 2018.
El país despide a una leyenda del humor y el entretenimiento: Carlitos Balá, el mítico humorista y animador infantil que fue figura central de la televisión argentina durante décadas, falleció en la noche de este jueves a los 97 años.
Fue en el Sanatorio Güemes de la Ciudad de Buenos Aires, donde había llegado con «dolencias y mareos lógicos de su edad», comentaron desde su familia. Había quedado internado en observación hasta este viernes pero fue en ese momento en que se produjo su deceso.
«Estamos devastados pero unidos. Así se fue él, con la familia unida y con mucho amor», manifestó Laura Gelfi, su nieta, al conocerse la triste noticia. De la intimidad familiar, tiempo atrás había revelado que «es una persona alegre, graciosa, que admiro. Siempre hace chistes, jugábamos mucho. Anécdotas hay miles. Todos los veranos íbamos a Mar Del Plata y nos divertimos muchísimo. El colmo de tener de abuelo a Carlitos Balá… ¡nunca use chupete!».
Su partida deja un legado enorme de entretenimiento y el recuerdo del cariño popular que cosechó en cada lugar en el que se presentó. Oriundo del barrio porteño de Chacarita y apasionado del fútbol, se encargó de remarcar su fanatismo por el Tricolor, aunque curiosamente no conoció el estadio de San Martín, en el noroeste del Conurbano, hasta sus 90 años.
Fue en noviembre de 2018, cuando por iniciativa de la Comisión Directiva del club se inauguró un mural en su honor y se le entregó el carné que lo acredita como socio honorario de la institución. Su foto, junto a la imagen suya inmortalizada en una pared de la cancha, se convirtió en una importante postal de su vida y su historia.
Carlitos Balá y el origen del humor que marcó varias generaciones
Carlos Salim Balaá era hijo de padre libanés y madre croata. Cuando se consolidó con su carrera adoptó su nombre artístico, pese a la resistencia inicial de su familia y después de haber usado otros seudónimos (por ejemplo, Carlos Valdez).
Sus primeras performances fueron a bordo de unidades de la línea de colectivos 39, cuya estación terminal se encuentra cerca de la casa de calle Olleros donde se crió y donde años atrás inauguraron un mural en su honor. Casualmente, o tal vez no, hoy esa zona constituye uno de los principales centros de la producción audiovisual en la ciudad de Buenos Aires.
Siempre con el humor como aliado, incursionó en radio y teatro desde la década de los 50. En los años 60 pegó al salto a las pantallas de cine y televisión. En los 70 se animó con la música, sin repetir el éxito de anteriores trabajos. Nunca perdió la oportunidad de meter un bocadillo sobre Chacarita, el club chico que caía simpático al margen de algún episodio de violencia protagonizado por sus hinchas más radicales.
Integró un destacado trío cómico en Radio El Mundo junto a Alberto Locati -protagonista luego de varios hechos de violencia domestica- y Jorge Marchesini. Los presentaba el locutor estrella de la época, Antonio Carrizo.
Sin embargo, la consagración de Carlitos Balá se produjo con la película «Canuto Cañete, conscripto del Siete», de 1963. En ese film, un Balá de 38 años, flequillo abundante y aspecto juvenil encarna a un joven de clase media, consentido en casa por mamá y sus hermanas, que de golpe afronta los rigores de la vida militar y el destrato de un impiadoso sargento Gómez (Romualdo Quiroga).
El show que lo convirtió en estrella
Los canales de televisión, que competían por las crecientes audiencias, disputaron por incluirlo en sus programaciones luego de aquel éxito. Así nació «El Show de Carlos Balá», a fines de los 60 y principio de los 60, que marcó el pico de su popularidad. Tan grande era el suceso que durante los veranos hacía presentaciones en una Mar del Plata desbordada de turistas.
A diferencia del que por entonces empezaban a desplegar Alberto Olmedo y Jorge Porcel, el humor de Carlitos Balá era apto para toda la familia. Algunas de sus frases, infaltables en los sketchs, se volvieron icónicas de aquella época: «¿Qué gusto tiene la sal?», «Un kilo y dos pancitos», «Sumbudrule», «Señoras, señores y por qué no lactántricos», «Mirá como tiemblo», entre tantas otras.
En sus shows o en alguna presentación informal, Carlitos balá preguntaba «¿qué gusto tiene la sal?» y todos los niños respondían automáticamente: «Salado». Aquel latiguillo, quizás uno de los más famosos y que se volvió furor nació en 1969, durante una tarde en Mar del Plata.
Allí, el artista, detectando que un chico lo estaba mirando, preguntó en voz alta simulando no verlo: «¡El mar! ¿Qué gusto tendrá el mar? Ahhh, el mar tiene gusto a sal. Pero, ¿qué gusto tiene la sal?». Y antes de salir corriendo el chico le respondió: «¡Pero, qué gusto va a tener la sal! ¡Salada!»
Los sitios que marcaron su vida se volvieron un emblema en la Ciudad de Buenos Aires pero también otros que eligieron homenajearlo a su manera, como Imperio, una de las pizzerías porteñas emblemáticas, que eligió la imagen del ídolo televisivo para ornamentar su entrada, ahí donde termina la Avenida Corrientes, en pleno corazón de Chacarita. En 2009 llegó el reconocimiento de las autoridades porteñas cuando la Legislatura lo declaró ciudadano ilustre.