La lucha incansable de Roberto Rivas, el campeón de TC Pista que quedó ciego en un asalto en Banfield y sueña con ver a su hija
“¿Cómo no voy a estar contento si la puedo contar? Puedo vivir’”, dice este vecino de Lanús al que un episodio de inseguridad le cambió su vida hace 24 años. Aún no pierde la esperanza de recuperar la vista y volver a subirse a un auto de carreras.
Roberto Rivas es un ex piloto de carreras que quedó ciego hace 24 años, al ser baleado durante un tiroteo que se produjo en Banfield. Ese día, sin dudas, la vida cambió para siempre para este vecino de Lanús, quien a pesar de todo asegura que no guarda rencor: “Con amor perdoné hasta a los que me dispararon”.
Su caso es un ejemplo contundente de resiliencia: día a día no sólo lucha por adaptarse a su nueva realidad sino que también se ilusiona con volver a ver, y hasta con subirse otra vez a un auto de carreras.
“La gente, muchas veces, se sorprende por cómo estoy tan contento de vivir esta vida ciego, y yo digo ‘pero ¿cómo no voy a estar contento si la puedo contar? Puedo vivir’”, explicó en diálogo con Infobae Roberto Rivas de 49 años, nacido el 23 de marzo de 1975.
El antes y el después en la vida de Roberto Rivas
“Yo antes corría en autos de carrera, corría en Turismo Carretera, salí campeón en el año 98 y hacía un deporte de alto riesgo, porque se anda muy fuerte, casi a 300 kilómetros por hora. Sin embargo, perdí la vista por un hecho de inseguridad, quedé en el medio de un tiroteo, me entraron perdigones por la cara y estuve 15 días en terapia intensiva”, recordó.
Y detalló: “Todos los días rezaban para que despierte, hasta que un día desperté con mucho riesgo de haber quedado cuadripléjico. Pero lo único que perdí fue la vista, y a partir de ahí me cambió la vida, ya está, se terminó la etapa de piloto”.
Desde entonces, su actitud fue tan clara como fundamental para poder afrontar lo que le pasó: “A ver, ¿qué preferís? ¿no vivir más o quedarte en esta vida ciego? Ni qué hablar, olvidate que elegí la vida así como me toca, con un sentido menos, pero disfruto de la vida a pleno, y no me quedé mal en una cama”.
Respecto a cómo fue el momento en el que se enteró que no iba a poder ver más, dijo que “yo creía que se cicatrizaba la herida y listo. Pero el disparo me había tocado el nervio óptico, y ese nervio no se regenera, igual sigo teniendo fe en que en algún momento la vaya a recuperar. Hoy no tengo apuro, en ese momento sí estaba apurado”.
Más allá de su espíritu combativo, confesó que “yo a veces me hago el valiente de que no pasa nada, pero pasé muchas noches llorando. Pensaba en que me antes me despertaba a la mañana y veía el solcito que me entraba por la ventana, pero en ese momento veía todo negro”.
TC Pista, el asalto en Banfield y «el cambio del chip»
Algo que sí lo golpeó en su ánimo, explicó: “Me sentía un pelotudo, porque no podía hacer nada. Para todo dependía de alguien que me lleve al baño, que me lleve al trabajo, que me lleve a un auto, no podía hacer solo nada”.
Pero en ese momento, añadió, fue que “empezaban a venir todos mis amigos y me decían: ´Che, sabés que hay una chica ciega que estudia, que trabaja, que se cocina, que se lava la ropa´; dale, ¿me estás cargando? Si yo no puedo hacer tres metros solo para ir al baño y vos me estás diciendo que hace todo eso, es imposible. Hoy, para que vos me entiendas, hago todo lo que hacía esa chica, me manejo solo en mi casa, vivo solo, un fenómeno”.
El verdadero momento en el que “cambió el chip” y empezó a salir adelante fue cuando “un día, llorando y mirándome al espejo, por más que no me veía, me dije: ‘Dale, boludo, tenés que salir a la calle como salen todos los ciegos, agarrá el bastón, salí a la calle y enfrentá la vida, enfrentá la realidad y vamos. ¿Tenés miedo a salir con el bastón y antes doblabas un curvón a 280?´”.
Hasta ese momento, confesó, “tenía vergüenza de andar con el bastón, que la gente me señale y diga ´pobre pibito´, hasta ese día que me miré al espejo. Llorando salí a la calle, agarré el bastoncito como cualquier ciego y salí. Espectacular. O sea, llorando volví después a casa, llorando, porque no lo quería aceptar, pero estas son las cartas que me tocan para jugar”.
Sobre eso, Roberto Rivas aseguró: “A mí me sirvió mucho el aprendizaje de todo lo que me pasó. Cuántas cosas dejamos de hacer por lo que digan los demás, por la vergüenza. Ese día a mí no me importó nada y dije: ´Si todos los ciegos salen con un bastón yo tengo que salir con el bastón a la calle a enfrentar la vida, a vivir esta vida que es hermosa y a disfrutarla´”.
La llegada de su hija cuando ya estaba ciego
Otro momento muy importante que debió vivir, y que significó una nueva adaptación, fue el de la llegada de su hija a este mundo: “Yo ya estaba ciego cuando nació Pili… y en ese momento pensé ´la puta madre, no la puedo ver a Pili´, y la empecé a tocar, le tocaba los deditos chiquititos, la carita, una hermosura y ahí me dije: ´No importa, no la puedo ver pero la puedo tocar, la olfateo´”.
Si logra recuperar su vista, el ex piloto de automovilismo ya tiene muy claro lo que hará: “Primero la agarro a Pili, la veo, me la como a besos y le digo: ´Seguime, vamos´. Vamos al autódromo, llamo a Hugo Mazzacane, le pido que saque el auto, me subo y corro. Hace poco me subí a un auto de carrera y lo manejé estando ciego… En algo los argentinos somos número uno: por primera vez en el mundo un ciego manejó un auto de carrera”.
Por ahora, Roberto Rivas sueña con “salir campeón del mundo de tenis para ciegos. Ahora en septiembre me voy a Italia, que está el torneo mundial de tenis para ciegos. Jugar a eso también me cambió la vida”.
Por último, le dejó un mensaje a quienes por algún motivo perdieron la vista y no pueden aceptar su condición: “Hay que jugar con las cartas que nos toca y darle para adelante con lo que tenemos. ¿Cuánta gente perdió a la mamá, al papá, un hijo, un hermano, el trabajo, un juicio? Entonces nos tenemos que adaptar a lo que tenemos”.
Y remarcó: “Hoy disfruto el minuto a minuto de la vida y no dejo nada para mañana. Antes yo decía ´el año que viene salgo campeón´. El año que viene no existió más, quedé ciego y no pude correr más. Entonces, hoy tengo ganas de hacer algo, voy y lo hago. No espero a mañana. Mañana puede ser tarde”.
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