El sueldo por un sueño: la historia de la joven de Ciudad Evita que invierte todo en sus estudios y quiere llegar a la NASA

La Matanza. Historias de mi barrio
·
31 de marzo de 2024

Brisa de Olivera tiene 18 años. Busca llegar a las 1.000 horas necesarias para ser piloto de aerolínea, su primer objetivo. Cada hora cuesta alrededor de $140.000. Cuando lo cumpla, irá por su máximo deseo: “Trabajar en la NASA”.

Paso a paso, pero con un destino claro y que la obsesiona. Brisa de Olivera no se desvía ni por un segundo de su objetivo. “Quiero trabajar en la NASA”, repite a quien quiera escucharla esta joven de 18 años que vive en Ciudad Evita. Para eso, invierte todo su sueldo en pagar alrededor de $140.000 por cada hora de vuelo, para llegar a ser piloto de aerolínea, que es su primer objetivo. Por el momento, tiene 46 horas. Cuando eso ya sea una realidad, irá por lo que considera su destino en la vida.

Todo comenzó cuando era muy chiquita y su abuelo la llevaba a Aeroparque a ver los aviones. Brisa se sentaba a pocos metros de la pista, se deslumbraba con la cercanía a las aeronaves y soñaba despierta. Era imposible para ella no imaginarse que eran quien los volaba.

Brisa de Olivera, Ciudad Evita, NASA
Brisa trabaja en un local de McDonald’s e invierte todo lo que gana.

Fueron muchísimas tardes las que pasó hablando sobre aviones con su abuelo. Pero, paradójicamente, nunca pudo viajar como pasajera. Como destaca siempre, “la primera vez que me subí a uno fue cuando lo manejé yo sola”.

Brisa de Olivera, la única mujer en el curso

En su curso de pilotos de avión ella es la única mujer. “Se siente medio raro ser la única chica, pero nada más. Actualmente voy al secundario en la Base Aérea de Morón y somos muy poquitas. De ahí nos vamos a egresar como técnicas aeronáuticas. Pero en el curso de piloto, el cual hago en Flight Center, soy la única”, cuenta.

Brisa de Olivera, Ciudad Evita, NASA
La chica de Ciudad Evita es la única mujer en el curso de piloto de avión.

Pero deja en claro que eso está lejos de inhibirla. Por eso, cuando se le consulta mucho sobre esa particularidad deja en claro que sólo piensa en una cosa. O en dos. “Voy a ser piloto de una aerolínea y luego trabajaré en la NASA”, repite como un mantra la mayor de tres hermanas.

Y agrega: “Ahora estoy estudiando el curso de pilota de aviones privados y aparte estoy realizando otro que es de rampa y terminado el secundario para poder recibirme de técnica aeronáutica”.

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Para ingresar al curso de piloto es indispensable contar con el certificado médico aeronáutico, conocido en la industria como el CMA, y que es muy exigente. “Es un estudio completo, que no podés rebotar”, remarca.

Pero la mayor complejidad de la carrera es sin dudas el factor económico. Ese es el obstáculo más importante a superar para lograr ser piloto. “La duración del curso es de dos años. Y antes de esos dos años tenés que completar 40 horas de vuelo. Cada hora de vuelo cuesta, actualmente, cerca de $140.000″, detalla.

De Ciudad Evita a la NASA, con el apoyo familiar

Brisa acumula 46 horas y está esperando rendir la próxima semana el examen para ser piloto privado. “Si antes de los dos años no completás las 40 horas, lo tenés que hacer de nuevo”, remarca. Y aclara que para ser pilota de aerolínea necesita ni más ni menos que 1.000 horas de vuelo.

Brisa de Olivera, Ciudad Evita, NASA
Junto a su padre, quien la motiva siempre a seguir soñando, como toda la familia.

Para solventar el curso, además de contar la ayuda de su mamá, Brisa trabaja en un local de McDonald’s, y costeó algunas de sus clases mediante el programa “Becamos tu pasión”. 

Además, destina todo el sueldo en comprar horas de vuelo: “Es un poco complicado repartir el tiempo para las dos cosas, pero trabajo a la mañana y después todo el día estudio, ya sea en el colegio o en los cursos que estoy haciendo”.

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Su familia es muy importante en esta carrera por lograr su sueño. Y ella lo reconoce siempre. “Siempre están apoyándome en todo. Hubo un momento en el que yo quería abandonar la carrera de piloto porque tenía que hacer pérdidas, que es cortar el motor, que el avión caiga y luego recuperarlo. Me daba miedo y le decía a mi mamá que no quería hacerlo”, recuerda.

Y la chica de La Matanza completa: “Mi mamá me dijo: ‘No Bri, hacelo porque es algo que de verdad te gusta, es solo eso, una etapa de miedo’. Pude tomar impulso y, como en la vida, superarlo para poder alcanzar mi sueño”.

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