Una casa diferente en Canning: el vecino que transformó un vagón de subte en su refugio para el fin de semana
Juan Iriarte compró un coche ferroviario que llevaba más de cinco años abandonado. Lo instaló en su parcela en un barrio privado. «Mis amigos me dicen que estoy loco», cuenta sobre su particular vivienda, que ideó con su mujer.
Desde el momento en que Juan Iriarte se enteró que un nuevo barrio privado se estaba loteando en la zona de Canning, en Ezeiza, reconoció que no iba a tener una vivienda convencional. Nacido en Ayacucho, en el interior de la provincia de Buenos Aires, vivió muchos años en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y durante la pandemia eligió la mencionada localidad del sur del Conurbano buscando un lugar tranquilo para pasar los fines de semana.
Así llegó al barrio Estilo Campo, ubicado cerca de la Estancia Villa María, donde decidió instalarse con una casa que rompe todos los estándares de construcción: un vagón de subte reacondicionado. «Mis amigos me dicen que estoy loco», reconoció, pero también admitió que «la locura es de a dos» y que la idea la tuvo con su mujer, Verónica, con quien está casado y tiene dos hijos.
«Pensando qué podíamos hacer sin gastar mucha plata, encontré una subasta de vagones en Google y quienes los habían comprado», recordó. Así llegó a comprar uno que perteneció a la Línea B, que conecta la estación Leandro Alem (zona del Correo Central) con Juan Manuel de Rosas, (atravesando los barrios porteños de San Nicolás, Balvanera, Almagro, Villa Crespo, Chacarita, Villa Urquiza, Villa Ortúzar y Parque Chas). Lo adquirió pagando una suma de $700.000.
Cómo se convirtió el vagón de subte en la casa de Canning
Juan Iriarte, de 44 años, bautizó a su casa-vagón de Canning como «El Andén». De hecho, tiene una plataforma de madera techada que simula ser una estación donde una formación se detiene para que suban los pasajeros. Hoy, el interior tiene cocina, mesa, un sillón, entre otros espacios que se pueden encontrar en una vivienda tradicional, pero hubo un laborioso proceso para llegar a ello.
El hombre contó que el vagón de subte necesitaba una intervención total. Lo compró en 2021 pero había dejado de funcionar en 2016 y «estaba hecho un desastre y a la intemperie, con grafitis y con los vidrios rotos. Había que tratarlo con mucho cariño y con visión a futuro».
Lo primero que hubo que hacer, sin embargo, fue trasladarlo. Estaba en un depósito ubicado en la localidad de Pilar, en la zona norte del Gran Buenos Aires, y «una grúa lo puso en un camión que lo trajo en dos horas», mientras que «otra grúa que vino de Cañuelas lo acomodó en el terreno».
También reveló que antes de iniciar la aventura consultó al desarrollador del barrio Estilo Campo si podía instalarlo en su terreno, especialmente por los códigos y condiciones de construcción que tienen estos emprendimientos inmobiliarios. «Me dijo que ‘te lo dejo traer si está bien arregladito’. Por eso yo me iba hasta el depósito a pintarlo antes de que lo instalaran acá», contó en diálogo con El Diario Sur.
Sobre el trabajo para reacondicionar el vagón de subte, Juan manifestó que «la obra fue fácil, ya tenía aberturas y todo. Fue hacer la división de los pisos, la conexión de agua y de luz. Es una casa que funciona». Actualmente, tiene tres dormitorios, un baño y cocina, living y comedor unificado, en 50 metros cuadrados.
Juan y su familia se van todos los viernes desde la Ciudad de Buenos Aires hasta Canning y se vuelven los domingos. «Es otro mundo y vemos que está en crecimiento», señaló. Y sobre El Andén aseguró que se sufre «la ola de calor» porque «por más aire acondicionado que tenga, es un horno. De noche, la chapa se enfría tanto que dormís tapado».