La casa de Adrogué custodiada por robots: la historia detrás de una rareza del Conurbano

Almirante Brown. Historias de mi barrio
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11 de diciembre de 2021

Federico, docente de 37 años, inició un taller de robótica en su casa y en 2019 empezó a instalar personajes hechos por un artista quilmeño con materiales reciclados. «Dos o tres personas por hora frenan acá a sacar una foto», contó.

Adrogué, zona sur del Conurbano, un día cualquiera a cualquier hora: un auto se detiene en la calle De Kay al 300 y una persona se baja y saca una foto a una casa. Al rato, alguien que caminaba por la vereda se sorprende y saca su celular para registrar lo que ve. La secuencia se repite desde hace dos años. La presencia de robots de dos metros de altura en el patio delantero han convertido a una vivienda en una verdadera atracción digna de mostrar, de compartir.

Federico Nieto, docente de 37 años y dueño de la casa, aún se sorprende cuando algún extraño toca su timbre para preguntarle sobre estas piezas decorativas tan realistas. ¿De qué están hechas? ¿De dónde salieron? Son algunas de las preguntas que responde. Y lo hace con gusto.

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Profesor de informática en colegios, Federico asistió a congresos de cibernética que le despertaron una pasión por la robótica. En 2016 comenzó a armar sus primeros kits y en 2018, por «falencias que veía en el sistema escolar», lanzó un taller educativo llamado Cultura Maker al que hoy asisten más de 35 niños a quienes les enseña en su domicilio.

«El taller arrancó en marzo de 2018. Me fui dando cuenta de falencias del sistema educativo en cuanto a las computadoras y lo que se necesita para dar clases de informática, que tienen poco mantenimiento, no tienen internet o un software operativo antiguo, o no alcanzan para los alumnos. La enseñanza de informática tiene que ser más personalizada, con grupos más chicos de alumnos y no un sólo profesor para muchos», contó.

La casa de Adrogué custodiada por robots: la historia detrás de una rareza del Conurbano
«Por hora, dos o tres personas paran y sacan una foto a los robots», reveló Federico, el dueño de la casa.

Y detalló que hacen en su taller educativo, abierto para alumnos de todas las edades: «Empecé a tratar de que el chico tenga un pensamiento más creativo, más clínico con lo que construye, que tenga un nivel avanzado de lógica, de matemáticas. Potenciar el razonamiento de los chicos. Cuando son chiquitos se trata de estimularlos en el uso de la computadora, se estimula la lógica, se hacen juegos de ingenio, cubos Rubik, torres de Hanoi, juegos que inviten a pensar de forma más sofisticada. Usamos el constructor de Duravit para hacer ciertas estructuras, como por ejemplo un auto que puede avanzar».

La casa de Adrogué custodiada por robots: la historia detrás de una rareza del Conurbano
Marcelino Gámez (izquierda), el artista que construye los robots; y Federico Nieto, dueño de la casa y profesor de robótica.

En ese contexto es que quiso reflejar su pasión y se contactó con el artista plástico de Quilmes, Marcelino Gámez, que se dedicaba a hacer robots con materiales reciclados. Le compró uno y lo instaló en el patio delantero en el 2019. A partir de allí, su casa se volvió una atracción. «Por hora, dos o tres personas frenan acá para sacar una foto a los robots o sacarse una selfie con ellos. A veces me tocan el timbre para preguntarme cosas y otras veces, en la noche, los escucho en la vereda cuando pasan caminando y se detienen, charlando o comentando algo sobre los robots».

El docente de Adrogué quiere ampliar su escuadrón de robots

Cada uno de los robots está hecho de materiales como partes de autos, televisores, ventiladores y otras piezas. Pesan entre 25 y 100 kilos y miden más de dos metros de altura. «Es difícil trasladarlos, se necesitan varias personas. Además no tienen mucho agarre. El primero lo compré y lo instalé en 2019. Vienen pintados, pero algunos los fui pintando yo para hacerles mantenimiento», comentó.

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Los robots pesan entre 25 y 100 kilos. Federico, su dueño, planea sumar más.

Cada una de estas obras nacidas desde el reciclaje tiene nombre y fueron bautizadas por los alumnos de Federico. El robot más pequeño de los tres del patio se llama «Jugo», el que está en posición de combate más cercano a la reja es «Juanito» y el que está parado junto a la ventana es «Julio», el último en llegar hace unos meses. Además, de una de las paredes cuelga otro. «Es Val-21. Ese fue el único que hice a pedido, los otros los compré ya armados. Está ambientado en el androide T-800 de la película Terminator 2», relató.

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Por último, comentó que quiere agrandar el escuadrón de robots: planea sumar uno más al patio con la figura de R2-D2, el mítico droide de la película Star Wars. Y confiesa que le gustaría instalar uno en el techo aunque «tendré que construir una estructura de malla metálica para sostenerlo, porque las tejas no aguantarían el peso». Allí pretende colocar una réplica del Ed-209, el robot policía de la película Robocop.

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