El Barrio Inglés de Temperley: de la impronta de los pioneros al hogar de un presidente
Abarca unas 35 manzanas y se caracteriza por sus casonas, por sus calles adoquinadas y por la vegetación que rodea a las propiedades. Allí vivió Nicolás Avellaneda, quien le compró la suya a Jorge Temperley.
Cuando el pequeño Temperley era George y no Jorge en su Newclaste natal, seguramente no habrá pensado jamás que tiempo después su apellido y su impronta se inmortalizarían del otro lado del mundo.
Pero ocurrió y no sólo porque se volvió barrio, club de fútbol y varias cosas más en un rincón del sur del Conurbano, sino también porque esa ascendencia que él y sus compatriotas trajeron a la zona dejó un rasgo característico que se mantiene hasta hoy en el Barrio Inglés.
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George Allison Temperley llegó a Argentina en 1838, cuando tenía 15 años. De entrada trabajó en un almacén de ramos generales y luego se dedicó a la exportación de lanas y frutos y a la importación de ropa.
Para sus 30 años ya se había casado dos veces: primero con Charlotte King y luego con Carolyn, su cuñada. Antes de pasar a la historia como uno de los socios fundadores de la Sociedad Rural, conoció Lomas de Zamora y decidió comprar un terreno de 51 hectáreas para construir su vivienda.
Pero esa intención original con el tiempo se convirtió en otra, la de fundar un pueblo. Y eso ocurrió el 16 de octubre de 1870, cuando Jorge puso en remate 139 lotes e incentivó a los compradores con distintas ayudas económicas para que construyeran allí sus propiedades.
Un año después, cumplió con su promesa de inaugurar la parada del ferrocarril y así fue como nació la estación Temperley y el barrio comenzó a tomar definitivamente forma.
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La zona creció y se consolidó con las grandes inversiones ferroviarias a partir de 1865. El lugar, una zona alta de muy buen clima y grandes arboledas, fue clave para que la vida británica se afinque en costumbres y tradiciones.
La historia del Barrio Inglés de Temperley
Lo que se conoce como el Barrio Inglés de Temperley está delimitado por las calles Sixto Fernández, Yrigoyen, Brandsen, Liniers, Espora, Avellaneda y las vías del ferrocarril, terreno que abarca aproximadamente unas 35 manzanas.
Las quintas originales fueron trocando en chalets de estilo inglés hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Muchas de ellas fueron diseñados y edificados por arquitectos como Smith, Bassett-Smith, Bindon, Mitchell, Meyer, Bastin, Moliné y otros, que le dan su impronta tan particular.
Entre las principales características de la zona se destacan sus calles adoquinadas que enmarcan las propiedades. También esa forestación única que incluye palmeras washingtonianas, coníferas de distintas especies, cedros, plátanos, fresnos, acacias, jacarandá, araucarias excelsa y ligustros.
Entre los personajes que vivieron en la zona aparece también quien fuera presidente de la Nación por aquellos tiempos, Nicolás Avellaneda. El jefe de Estado le compró la casa quinta a Jorge Temperley, un predio que tenía varias manzanas y estaba muy cerca de la antigua estación ferroviaria que era utilizada por el primer mandatario para desplazarse hacia la Capital Federal.
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La vivienda contaba con dos patios. La sala y el comedor eran espacios amplios con cielos rasos revestidos de lienzo y muros pintados. La primera tenía piso de madera y un gran espejo de marco dorado, además de sillas y sillones de paja; la iluminación era con una lámpara de kerosene con dos luces.
En tanto que Villa Grampa, otra de las casonas características del barrio, está ubicada en José María Paz 405. Fue erigida hacia 1910 y fue utilizada en ocasiones como set de filmación tanto para cine como para televisión por equipos que se trasladaron hasta Lomas de Zamora.
Es la reproducción exacta de una villa italiana: la planta baja tiene seis habitaciones, un baño y una cocina; arriba tiene ocho habitaciones y dos baños. Está rodeada de añosos árboles y de un jardín extenso y diagramado.
El paisaje del Barrio Inglés inspiró a Roberto Arlt, quien en su novela Los Siete Locos describió: «Cuando llegaron a Temperley, Barsut se sacudió como si despertara escalofriado de un sueño penoso, y se limitó a decir: -¿Por dónde es? Erdosain extendió el brazo, señalando vagamente la distancia que debía caminar, y Barsut siguió el rumbo».
«Caía el tierno azul de la mañana en los bardales de las calles oblicuas -agregó Art-. Tallos, pasteles de todos los verdes y árboles, creaban informes edificios vegetales, crestados por penachos flexibles y bifurcados por laberintos de leñosidades rojas”.