Los bandoneones creados con material reciclado de los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada
Se llaman «Pichuco», en homenaje a Aníbal Troilo, y son creados por la Universidad Nacional de Lanús. El proyecto nació como una forma de abaratar los costos de un instrumento que puede valer hasta US$ 3.000.
Se llaman «Pichuco», por el apodo del famoso tanguero, Aníbal Troilo, y su música lleva el espíritu del barrio y del ferrocarril. Así son los bandoneones creados por la Universidad Nacional de Lanús (UNLA) bajo un proyecto que tuvo que transformarse y decidió apelar al sentido comunitario y cooperativo de lo más profundo del sur del Conurbano.
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El proyecto de fabricación de bandoneones comenzó en 2013 por iniciativa de la rectora de la casa de estudios, Ana Jaramillo, quien buscaba facilitar el acceso al instrumento, que tiene un costo de entre 2000 y 3000 dólares. Inicialmente se creó un prototipo con una impresora 3D, con la expectativa de fabricarlos de forma industrial, pero por falta de presupuesto, la idea tuvo que reinventarse y encarar una fabricación más artesanal.
Daniel López, jefe del Área de Patrimonio Histórico de la universidad, contó que cuando la institución tomó parte de los antiguos talleres ferroviarios de Remedios de Escalada, hallaron allí gran cantidad de libros contables, boletos, y, entre otras cosas, muebles rotos y tablones de madera. «Seleccionamos la madera que servía y la conservamos para comenzar a hacer, de forma artesanal, los bandoneones. Muchos tienen marcas de tornillos y clavos, y se las dejamos porque representan el alma ferroviaria», señaló.
Fernando Recúpero, carpintero que participó en el inicio del proyecto, contó que tuvo que hacer «un curso de fabricación de bandoneones» y cuando comenzaron a hacerlos fue en un trabajo colaborativo con la «Casa del Bandoneón». Del proyecto participan también diseñadores industriales, carrera en la cual se gestó la iniciativa, que considera cada bandoneón el símbolo de una «restitución histórica».
La función social de los bandoneones creados en Lanús
«Pichuco», el proyecto que le dio el nombre a estos instrumentos, continúa apuntando a acercarlos a jóvenes de bajos recursos: ya va por su cuarta etapa, y apunta a fabricar 30 ejemplares con el objetivo es repartirlos en escuelas y bibliotecas del Conurbano. Sin embargo, López contó que este verano impulsaron un programa de clases de bandoneón, a cargo del maestro Julio Coviello, para chicos de comedores de zona sur. «Les encantó, estaban fascinados y preguntaban dónde iba la pila», señaló.
Coviello, por su parte, se encargó de aclarar que el funcionamiento de estos instrumentos, más allá de estar hechos con materiales reciclados, no tiene nada que envidiarle a uno «de estudio» y dijo: «Tienen la misma disposición y cantidad de notas que un bandoneón profesional, pero es más liviano y con un sonido más dulce».
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Y reveló que, a excepción de los peines y las voces que son importadas (vienen de República Checa), el resto de los materiales proviene de los talleres ferroviarios y de cooperativas o emprendimientos de la zona, lo que lo vuelve un producto con «patente conurbana».
El «Pichuco», bendecido por el Papa Francisco
Uno de los bandoneones llegó a Roma, llevado por Ana Jaramillo a un evento organizado por la Embajada Argentina en Italia en 2015 llamado «Giornata Argentina di commercializzazione de Moda, Arte, Disegno, Enogastronomia e Turismo». En esa ocasión, le fue entregado en mano al Papa Francisco, quien bendijo el instrumento.