El vecino de Pilar que escaló los 7 puntos más altos y buscará volver a hacer cumbre en el Everest
Tomás Ceppi (41), alpinista y guía de montaña, logró escalar los puntos más altos de cada continente. En el Himalaya, donde está el considerado «techo del planeta», lo logró en la temporada de 2019 en la que murieron 11 personas.
Posiblemente, su casa de Pilar, en el norte del Conurbano, sea uno de los lugares donde menos tiempo pasa. Su lugar, no importa en qué parte del mundo sea, no está en el llano sino en las alturas: Tomás Ceppi (41), experimentado alpinista y guía de montaña, transcurre sus días entre el frío, las carpas y el riesgo mezclado con la adrenalina.
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Apasionado de lo que hace, fundó su empresa para ofrecer sus servicios de instructor a nuevos escaladores y hoy acompaña a sus clientes a hacer cumbre en las montañas más altas y difíciles. Actualmente se encuentra el Valle de Khumbu, en el nordeste de Nepal, junto a la cordillera del Himalaya: lo espera una nueva expedición en el Monte Everest, el más alto del mundo, con 8848 metros sobre el nivel del mar.
Aunque emocionante, la experiencia no es nueva para el vecino de Pilar: ya logró subirse a la cima en 2019, justo en la trágica temporada en que murieron 11 personas en el intento por lograrlo. En esa oportunidad, su primera vez en la mítica montaña, guió a cuatro clientes hasta la cima. Aseguró que al pararse y ver el mundo a sus pies, recordó los años de esfuerzo, de trabajo y a su familia, a la que no ve por meses durante esas aventuras. «La sensación de estar en una cumbre es difícil de transmitir. Hay que estar ahí para sentir realmente lo que se puede vivenciar», contó Ceppi, quien volvió a subirse al Everest en 2021.
Cómo es escalar el Monte Everest
Aunque por estas horas se encuentra en un territorio que conoce, la dificultad de la expedición es prácticamente la misma. Ceppi resaltó que hay un proceso que respetar, que dura alrededor de dos meses. «Se termina de preparar la logística de la expedición en la capital de Nepal, Katmandú. Luego se hace una aproximación a un campamento base a 5300 metros de altura. En ese campo base hay carpas, dormitorios, comida. Es una etapa que se utiliza como aclimatación al frío, al clima hostil. El cuerpo se tiene que adaptar para que no afecte a la salud. Se espera allí una semana y luego se hace la ascensión pura del cerro», señaló.
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Y detalló uno de los aspectos más peligrosos y menos pensados de las expediciones: el descenso. «La bajada muchas veces es más dura que la subida. Estás cansado, quizás algunos desmotivados porque ya vieron la cumbre. Generalmente la mayoría de los accidentes se dan más en la bajada que en la subida. Sobre todo en expediciones comerciales, porque el cliente se te cae o se te desmotiva un poquito, se relaja, y es esa la parte de mayor tensión».
El pilarense volverá a coordinar un grupo de alpinistas en el Monte Everest. En definitiva, es su trabajo, más allá de su pasión por superarse. «La satisfacción del cliente pasa a ser la nuestra. Ser una herramienta para que otras personas logren cumplir sus metas o superen sus miedos es una de las mejores cosas que nos regala esta profesión. Me gusta vincularme con la persona a fondo para facilitar el ascenso y muchas veces eso termina en una amistad que trasciende la montaña», dijo.
En el plano individual, Tomás Ceppi es uno de los 26 argentinos que completaron el «Seven Summit», cómo se suele denominar al circuito integrado por los siete puntos más altos del planeta, uno en cada continente. Además del Monte Everest (entre Nepal y Tibet), incluye al Aconcagua (6962 metros, en Argentina), al Denali (6194 metros, en Alaska), al Kilimanjaro (5895, en Tanzania), al Elbrus (5642 metros, en Rusia), al Vinson (4897 metros, en la Antártida) y la Pirámide de Carstensz (4884 metros, en Papua Nueva Guinea). «Es un objetivo de muchos montañistas de todo el mundo», explicó.
Su infancia en las montañas
Ceppi, quien vivió hasta los 11 años en una chacra en Choele Choel, en Río Negro, recordó: «De chico, mis padres nos llevaban a mí y a mi hermano a esquiar en invierno y a la Patagonia en vacaciones de verano. Hacíamos trekking y disfrutábamos de la naturaleza. Creo que a los 5 años subí por primera vez al Pico Turista del Cerro López con botitas de lluvia, detrás de mi viejo».
Así nació su amor por la vida al aire libre y forjó su idea de dedicarse a alguna profesión vinculada a la naturaleza. «En 2006, luego de estudiar y recibirme de Técnico en Turismo, me animé a hacer la carrera de guía en Mendoza y desde ahí que estoy enfocado completamente en esta profesión y actividad, que vuelvo a elegir día a día. La montaña hoy no sólo es mi profesión; es mi estilo de vida», resumió.
Y concluyó en que su actividad le dio «muchas herramientas que uso en la vida cotidiana», entre ellas la paciencia que necesita en cada expedición y que le da una «fortaleza mental que sirve mucho ante situaciones adversas».