Chori, vino y pulseada: la noche en que Muhammad Ali cenó en una fábrica de Zona Sur
Hace 50 años, el boxeador estadounidense llegó al país para hacer una exhibición y culminó la velada compartiendo una asado con José Ignacio Rucci, Lorenzo Miguel y otros líderes sindicales.
Trasladar lo que ocurrió en aquel lejano 1971 a hoy en día es prácticamente imposible. Pero no sólo por la pandemia y sus consiguientes restricciones sociales, sino más que nada por el peso propio del principal protagonista del relato, Muhammad Ali, y por la peculiar geografía en la que se iba a desarrollar el mismo, bien lejos del glamour que suele venir asociado a un verdadero número uno en lo suyo a nivel mundial. Pero ocurrió. El hombre nacido Cassius Marcellus Clay Jr. el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, Estados Unidos, estuvo en Lanús comiendo un asado con algunos de los principales líderes sindicales de la época.
¿Cómo terminó uno de los deportistas más grandes del planeta de aquellos años y para muchos también el más importante boxeador de la historia en pleno Conurbano bonaerense? Pasen y lean. El paso de Ali por Argentina fue efímero. Duró apenas 42 horas, según los testimonios periodísticas que cubrieron la visita, pero dejó huellas que aún hoy, casi 50 años después, perduran. Llegó al país el 4 de noviembre para hacer una exhibición el día después que le permitiría juntar unos dólares más que necesarios luego de la inhabilitación de tres años que recibió por no haber querido luchar en Vietnam y de la plata perdida en el divorcio con Sonji Roi, su primera esposa.
Ya había vuelto a combatir profesionalmente unos meses antes y por aquellos días estaba embarcado en una gira mundial en la que realizó peleas de bastante bajo nivel en distintos puntos del planeta. Buenos Aires fue uno de ellos, más precisamente la cancha de Atlanta, donde luchó ante menos gente de lo esperado con Jimmy Summerville, uno de sus sparrings, y con el marplatense Miguel Ángel Páez, quien le ofreció un poco más de resistencia en otros cinco rounds. El evento fue organizado por Héctor Méndez y Carlos Spadone.
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Y fue justamente el último de ellos quien generó que el pugilista viajara de Villa Crespo a ocho cuadras de la estación de trenes de Lanús para comer un asado en Kelinda, una fábrica de lana de acero propiedad de los Spadone. Muhammad Ali llegó hasta lo que por aquel entonces era Pavón al 5300 (hoy avenida Hipólito Yrigoyen), donde estaban Lorenzo Miguel, secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), José Ignacio Rucci, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) y alrededor de 100 personas más en lo que se llamó «El Quincho de la Cordialidad».
El menú, según el relato de los afortunados que estuvieron presentes, incluyó chorizos, cortes varios de carne y vino. Traductor mediante, cuentan que no tuvo inconvenientes en conversar con todo aquel que se le acercara y que hasta accedió a jugar una pulseada con Rucci. Del «combate» quedó una imagen para la posteridad retratada por el fotógrafo de Las Bases, la revista dirigida por Spadone que actuaba como una suerte de órgano de comunicación oficial del Partido Justicialista.
Al día después, Muhammad Ali siguió su camino
A la mañana siguiente, el boxeador regresó a Estados Unidos. Apenas 11 días después, Muhammad Ali volvió a combatir, pero esta vez profesionalmente, y derrotó por puntos en fallo unánime a Buster Mathis en Houston. Para recuperar el título mundial tuvieron que pasar tres años y otras 12 peleas. Fue el 30 de octubre de 1974 en Kinshasa, Zaire, y con George Foreman besando la lona en el octavo round.
Unos años más tarde, en mayo de 1979, Ali regresó a Buenos Aires. Por aquel entonces estaba transitando los últimos días de su tercer reinado y los síntomas de Parkinson empezaban a evidenciarse. Había sido invitado por la revista El Gráfico, que celebraba sus 60 años, y por Canal 13. Lo agasajaron sobre el ring del Luna Park junto a Nicolino Locche, Víctor Galíndez, Horacio Accavallo, Miguel Ángel Castellini, Miguel Ángel Cuello y Hugo Pastor Corro.