Restauró el primer velero que llegó a la Antártida y recreó aquel viaje saliendo desde el Puerto de Olivos

Vicente López. Historias de mi barrio
·
29 de julio de 2021

Manuel Pardi, un vecino de Florida de 49 años, se convirtió en el séptimo capitán de un velero argentino en llegar al continente blanco. Lo hizo a bordo del Pequod, la misma embarcación que había hecho ese viaje inicial de 1987.

Llegar a la Antártida en un velero parece una tarea titánica. Sólo seis embarcaciones argentinas lo lograron desde 1987 hasta fines de 2020. La séptima oportunidad tuvo lugar en el verano de este año e incluyó la particularidad de que fue realizada a bordo del Pequod, la embarcación que hace más de tres décadas había realizado aquel viaje iniciatico.

El protagonista de esta «hermosa locura» es Manuel Pardi (49), vecino de toda la vida de Florida, partido de Vicente López. De profesión abogado, el marido de Silvana (49) y papá de Micaela (29) y Justina (22) siempre fue un aficionado de la naútica, pero de grande pudo cumplir el sueño de surcar más allá de los mares tropicales.

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Antes de la travesía propiamente dicha, hubo otro viaje, que fue el que el vecino de Florida llevó adelante desde que decidió emprender el recorrido al continente blanco hasta conseguir la embarcación adecuada, situación que de manera fortuita lo puso frente a frente con un mito de la naútica nacional.

«Mientras buscaba barcos, empecé a leer libros de navegantes que habían ido a la Antártida y cuando estaba leyendo el libro de Hernán Álvarez Forn, ‘Antarktikós’, me apareció en Internet que el Pequod, su histórico velero, estaba a la venta. Aunque estaba completamente deteriorado, no lo dudé ni un segundo y me puse en campaña para comprarlo y restaurarlo”, contó a Zonales Pardi.

Manuel Pardi Vecino Florida Viajó Antártida Velero Histórico
De capitán a capitán: Hernán Álvarez Forn, fallecido en noviembre de 2020, y Manuel Pardi.

Y así fue como el vecino de Florida pasó de leer a Álvarez Forn a poder conversar con él y escuchar los consejos del hombre conocido como Hormiga Negra sobre cómo emprender la travesía en la nave de sólo 28 pies de eslora.

Con el guiño del destino de su lado, la próxima tarea que quedada por delante era la de la restauración, trabajo para el cual el vecino de Florida fue a buscar a Francisco Gigena, el constructor original del barco. Pero para Pardi el arreglo tenía que ser más que sólo eso, ya que su idea era la de convertir al Pequod en un velero “ecológico y autosustentable” que le permitiera llegar a destino sin contaminar.

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“Cambié el motor, puse un generador eólico y paneles solares. También un motor eléctrico que es algo novedoso en navegación porque se carga con energía solar, del viento y la misma energía que produce el barco cuando navega. El proyecto era ir a la Antártida generando cero emisiones de carbono”, expresó.

Con el capitán y el barco listo, llegó el momento de completar la tripulación y ahí fue que se sumaron Hugo Velázquez, un docente jubilado de La Plata, y Juan Manuel Etcheuhn, un artesano de Palermo, compañeros de Pardi en el curso de piloto de yate que lo habilita para hacer navegaciones oceánicas en cualquier parte del mundo.

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El vecino de Florida, adelante, y sus compañeros de tripulación en pleno viaje a la Antártida.

De Olivos a la Antártida

Con sus tres tripulantes a bordo, el Pequod salió del Puerto de Olivos el 1° de enero de 2021 con una idea muy clara, con la intención de bajar el riesgo de un contagio por la pandemia del Covid-19, las paradas en tierra se limitarían al mínimo posible a lo largo de la travesía de 87 jornadas.

A los 6 días de haber partido, llegó el primer inconveniente que puso todo en riesgo: «Estaba durmiendo en mi cucheta y escuché como una explosión. Salí a cubierta y vi que la vela de proa se había soltado junto con el cable que sostiene el palo, lo que representaba un peligro concreto de que se viniera abajo y aplastara los generadores solares y de viento. Si no podíamos poner orden, el viaje se acababa pronto. Pude enlazar la vela y trincarla entre los cables del costado del barco y dirigirnos al puerto de Quequén para hacer las reparaciones del caso», contó Pardi.

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Luego, al cruzar el Pasaje de Drake, que separa el continente americano de la Antártida, llegó un nuevo problema, justo en la zona donde se forman las olas y tormentas más terribles del mundo: «El timón venía fallando y no permitía que el automático condujera. Así que no nos quedó más remedio que organizarnos por turnos para llevar el velero a mano, pese a que había que hacerlo a la intemperie, sin ningún reparo, con temperaturas heladas y olas que cada tanto pasaban por encima de la cubierta».

Finalmente, el 17 de febrero Pardi y sus compañeros tocaron tierra en la Isla Decepción, su destino en el rincón más remoto del mundo: «Fue una euforia total, la certeza y satisfacción de haber logrado un objetivo que hasta ese momento parecía imposible. Decepción, más allá de lo que indica su nombre, es un lugar fantástico, surreal, verdaderamente parece que estuvieras en otro planeta. En realidad no es una isla, es un volcán activo. Hay playas en las que la lava calienta la arena y te podés bañar en agua caliente alrededor de los glaciares que bajan de las montañas».

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El veloro Pequod llegó dos veces a la Antártida (Gentileza Joao Paulo Barbosa).

La vuelta, luego de unas jornadas en la Antártida en las cuales convivieron con una tripulación de Francia que también había llegado al lugar, tuvo sus complicaciones a la altura de las Islas Malvinas, donde el viento era cada vez más fuerte y en lugar de avanzar, los hacía retroceder.

«Cuando volvimos al Puerto de Olivos, la satisfaccion fue completa. Habiamos hecho el viaje proyectado y regresado con el Pequod y nosotros todos enteros y habiendo vivido una experiencia que nos acompañará siempre y podremos contar a nuestros nietos», confió Pardi sobre la llegada a tierra firme bonaerense que tuvo lugar el 29 de marzo.

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Con un próximo viaje a Santiago de Compostela, España, para realizar una peregrinación por mar y tierra como meta a cumplir, el cierre para este vecino de Florida está íntimamente relacionado con su amor por la pasión que abrazó de chico en Vicente López: «Somos un país con un litoral marítimo inmenso y vivimos de espaldas al mar, muy poca gente navega. Cualquier persona que tenga interés en practicar yachting, tiene que acercarse a los clubes naúticos que hay por todos lados y hacer los cursos porque es una experiencia única».

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