La historia de Claudio Pizzini, el vecino de Villa Martelli que a los 84 años fabrica los útiles escolares más famosos del país
Llegó de Italia a los siete años. A los 16 comenzó a fabricar y vender escuadras en la facultad. Hoy, con más de ocho décadas a cuestas, Claudio Pizzini maneja una empresa de renombre y no piensa en jubilarse.
Su historia parece de película: se trata de Claudio Pizzini, un empresario de 84 años que nació en Italia y llegó muy pequeño a la Argentina, cuando su familia escapaba de la guerra. Comenzó vendiendo escuadras mientras estudiaba ingeniería en la Universidad de Buenos Aires y hoy tiene una enorme empresa en Villa Martelli, Vicente López. Además, tiene entre sus hobbies nadar con tiburones.
Claudio nació en el Palacio Pizzini, una hermosa casa del año 1700 que pertenecía a su familia y estaba ubicada frente del Lago de Garda, al norte de Italia. Pero la increíble vista que tenía la antigua casona cambió de un momento al otro: se desató la Segunda Guerra Mundial y, al estar tan cerca de la frontera con Austria, los italianos de aquella zona sufrían ataques y atestiguaban escenas trágicas.
El empresario asegura que “de pronto se transformó en un infierno”: cadáveres en las calles, aviones que sobrevolaban su casa ametrallando la ciudad, y ataques sin cesar provenientes de Estados Unidos. Ante ese macabro panorama de pobreza y muerte, la familia Pizzini decidió venir a probar suerte a la Argentina. Llegaron cuando Claudio tenía siete años.
Hoy, 77 años después de aquel trágico momento, la familia puede afirmar que su estancia en Argentina fue más que provechosa: a nivel nacional Pizzini es la marca más conocida de artículos de librería como reglas, escuadras y transportadores. La empresa, que se encuentra ubicada a 10 cuadras del galpón donde comenzó, vende sus productos en todo el territorio nacional y además exporta a Paraguay y Uruguay.
Claudio Pizzini: cómo comenzó la compañía de Villa Martelli
Llegó de Italia a los siete años y comenzó la escuela, intentando sortear las dificultades que la barrera idiomática le ponían en su camino. Luego de rendir varias materias libres, a los 16 arrancó a estudiar Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires y decidió abaratar uno de los elementos de librería que mas utilizaba a la hora de estudiar: la escuadra.
En aquel momento -1954- las escuadras eran caras por el acrílico con el que se fabricaban. De modo que Claudio decidió comprar celulosa, un material muy similar pero más barato, y armó sus propias escuadras. Así comenzó a volverse popular entre sus compañeros: fabricó un par más para un amigo y, como muchos otros estudiantes empezaron a interesarse, vio su oportunidad para emprender.
De este modo, Claudio comenzó a vender su juego de librería en un espacio que el Centro de Estudiantes le prestó, y ahí empezaron a llegar los pedidos: vendió 200 escuadras en los primeros dos meses, a menos de la mitad del precio de las otras hechas con acrílico. Así comenzó a recibir cada vez más pedidos y, tiempo después, a venderle a los negocios de la zona en mayores cantidades.
Tanto creció su emprendimiento, que se asoció con su amigo de la facultad y al año siguiente debió alquilar un galpón en Villa Martelli y otro en Florencio Varela, para luego contratar algunos empleados. Hoy Claudio tiene 84 años y es el presidente de Pizzini, la empresa más conocida en artículos de librería en Argentina.
Dice ser “un fanático del deporte” porque le “salvó la vida”. Y puntualiza: “Empecé a hacer gimnasia a los 13. Después empecé con el buceo, hice varios cursos, buceé en el Pacífico donde están las mantarrayas de 6 metros, en la Micronesia en un cementerio de barcos japoneses de la Segunda Guerra Mundial, en la barrera de coral de Australia, en Bali, también con tiburones y con cocodrilos de agua salada en un manglar en Cuba”.
También cuenta haber practicado “durante 10 años esquí acuático con los pies, algo muy peligroso”, un hobby que abandonó por pedido de su mujer “después de que el campeón del mundo de esta disciplina murió en un accidente”. También hizo “wakeboard, un deporte de alto riesgo”.