La Torre Ader: el legado de un vasco-francés que permite ver Vicente López de una manera única
Ubicada en Villa Adelina, cuenta con un mirador ubicado a 42,30 metros de altura al que se llega tras subir 217 escalones. Fue realizada para homenajear el centenario de la patria y actualmente pertenece a la Comuna.
Los 217 escalones de mármol que separan el hall de ingreso de la Torre Ader del mirador que permite ver Villa Adelina, Vicente López y un poco más allá también desde sus 42,30 metros de altura fueron recorridos una y otra vez por propios y extraños a lo largo de los más de 100 años de historia de uno de los sitios icónicos del distrito y del norte del Conurbano.
Inaugurada el 1 de abril de 1917, la construcción ubicada en Triunvirato y Castelli, Villa Adelina, fue encomendada por Bernardo Ader, dueño de los terrenos en la cual se erigió, como un homenaje al centenario de la patria que lo recibió desde la región vasco-francesa en la que había nacido y en honor a sus hijos fallecidos.
El proyecto estuvo a cargo de los arquitectos Artaza y Marino y la obra, realizada en el estilo florentino del siglo XVIII, se realizó a través de la empresa Steffanetti e hijos. Fue bautizada originalmente como Torre de la Independencia, pero con el correr de los años pasó a ser llamada simplemente Torre Ader.
La historia del vasco-francés en Argentina está asociada también a la del empresario cervecero Emilio Bieckert, quien se convirtió en su familiar y socio en el próspero negocio de la compra y venta de tierras. Los problemas de salud de los hijos de Ader hicieron que decidiera instalarse en el norte del Conurbano.
Según explicó Magdalena Vila Torralva, tataranieta de Bernardo, en una nota publicada hace unos años en La Nación, su pariente más famoso mandó a construir la Torre Ader en una propiedad de 300 hectáreas que Bieckert le había regalada a Anita, la única de los herederos de Ader que logró sobrevivir a su padre.
También contó que la idea original era levantar un castillo francés con una torre con materiales traídos de Europa y vitrales en todas las ventanas. La muerte de tres de sus hijos, generó el repentino cambió de planes: «Cuando sus hijos empeoraron, demoró la obra. Luego, ya con ellos fallecidos, con gran tristeza, decidió frenar la construcción del castillo y dejar solo la torre», explicó en la misma nota Vila Torralva.
El amor de Ader por el lugar le duró hasta su días finales ya que, según recordó su parienta, cuando era un hombre mayor se hacía llevar hasta Villa Adelina para que lo subieran con su silla hasta el último escalón de la torre y poder ver Buenos Aires desde lo alto.
El destino de la Torre Ader tras la muerte de Bernardo
Tras su fallecimiento, la torre fue habitada por tres familias descendientes de Bernardo durante 10 años y transformaron ese lugar que había quedado abandonado en una estupenda quinta de 15 hectáreas que funcionó como vivienda.
El resto del terreno fue dividido en lotes que se fueron vendiendo. Y, en 1996, los descendientes del dueño original decidieron donarlo la torre a la Municipalidad de Vicente López, que la declaró monumento histórico municipal.
En la Torre Ader tiene su sede el Instituto de Investigaciones Históricas de Vicente López. Además, allí funciona una biblioteca que cuenta con un amplio archivo principalmente dedicado a repasar la historia del distrito que puede ser consultado por el público, libros de autores locales y la única hemeroteca pública del partido especializada en diarios y revistas zonales.
A lo largo del tiempo, se suscitaron varios conflictos entre los barrios vecinos por la posesión de la torre. En 1989, por ejemplo, se sancionó una ordenanza por la cual la fracción del territorio de Villa Adelina pasó formar parte de Carapachay.
Luego, una normativa sancionada en 1991, hizo que esos terrenos volvieron a ser parte de Villa Adelina, aunque desde Carapachay se continuó disputando a Villa Adelina la jurisdicción sobre 48 manzanas que incluyen a la Torre Ader.
Con varios puntos en común con la Torre de los Ingleses levantada en Retiro, ambas ostentan casi la misma inscripción en su frente, con la sutil diferencia que están invertidas las palabras. Mientras que la ubicada en Capital Federal dice «Dios y mi derecho», la de Vicente López señala «Mi derecho y Dios».