El crudo relato de un vecino de Wilde que dejó todo para ir a la guerra de Ucrania y pasó cinco meses en el frente de batalla
Pablo Czornobaj tiene 43 años, es analista de sistemas y propietario de un restaurante en Quilmes. Tras la invasión rusa, decidió ir a defender el país de sus raíces. Resultó herido por una bomba y en un hospital conoció a su novia.
Oriundo de Wilde, Pablo Czornobaj dejó su vida como analista de sistemas en la Argentina por defender Ucrania, la tierra de sus ancestros, de la invasión que Rusia inició en febrero de 2022. El hombre de 43 años estuvo en primera línea de combate hasta que la onda expansiva de una bomba lo dejó herido. Pasó cinco meses en el frente de batalla junto a otros 15 argentinos y afirma que no podría soportar volver a la guerra.
Pablo asegura que siempre tuvo el anhelo de conocer Ucrania, la tierra de su abuelo Volodymir. Tanto es así que hace dos años atrás, cuando Rusia recién comenzaba a realizar ensayos militares, el joven sospechaba una posible invasión y le envió un mail a la Embajada de Ucrania en Buenos Aires para ofrecerse como soldado ante un posible conflicto bélico, aunque en aquel momento no recibió respuesta.
Actualmente, Pablo vive en Ucrania con su novia Irina. Ella era voluntaria durante la guerra y se conocieron en el hospital mientras él se recuperaba de una herida. “En un momento yo estuve de hospital en hospital hasta que un día apareció para traerme frutas y medias. Me sonrió, le sonreí y cuando me lo permitieron fuimos a caminar juntos. Me invitó a su casa, me dijo ‘quedate’ y sigo aquí con ella”, contó.
Mientras tanto, el exsoldado se recupera de una operación luego de que la onda expansiva de una bomba le lastimara un oído. “La bomba cayó a cinco metros de donde yo estaba. Fue tal el estruendo de un pedazo de tierra impactando contra mi pierna que estaba seguro de que la había perdido. También sentí un sacudón terrible en el oído. Me tuvieron que operar”, detalló.
Era de Wilde y fue a pelear a Ucrania: su experiencia en la guerra
Pablo es oriundo de Avellaneda. Además de ser analista de sistemas, también tiene un restaurante en Quilmes. Cuenta que cuando se enteró de que Rusia había invadido suelo ucraniano, en febrero del año pasado, inmediatamente vendió su camioneta y sacó el pasaje a Varsovia.
«‘Vieja, me voy’. ¿Qué me contestó? ‘Sos un loco de mierda'», recordó haberle dicho a su madre. Ya había tomado la decisión más importante de su vida «Vendí mi camioneta, agarré la guita que me dieron y saqué el pasaje a Varsovia. Yo vine por las mías», amplió en diálogo con Clarín.
Pero lo que no imaginaba era que iba a combatir casi desde un primer momento. Cuando llegó allá, decidió alistarse y el servicio regular ucraniano le hizo todos los estudios médicos. Dos semanas después entró en un batallón.
“Los primeros días estaba tan concentrado que no sentía las adversidades. Al tercer día en el frente se me cortó el hambre. Bajé en dos meses unos 25 kilos, arranqué con 115 y salí del frente con 90 kilos. Todo es de tal intensidad que perdés el registro. Uno naturaliza no bañarse durante un mes o hacer pis en una botellita y caminando, no podés ponerte a mear en un árbol. Estás con la idea obsesiva de que estás en el blanco de algún ruso”, agregó.
Durante su presencia activa en el ejército, Pablo Czornobaj cobra un salario. «No lo sabía, al principio lo sentí como un deshonor hasta que lo entendí porque de algo tengo que vivir… Me pagan bien gracias al esfuerzo que hace el pueblo ucraniano por mantener a sus fuerzas armadas», resaltó.
Y se refirió a uno de los grandes dilemas que genera la guerra en una persona. «¿Si maté a alguien? No lo sé, tampoco creo que lo diría. Esto es la guerra, aceptarse en guerra es terrible, hay códigos, lo tienen los ucranianos, pero los rusos no los respetan. En Ucrania no hay fusilamientos», expresó.
Tras permanecer cinco meses en el frente de batalla, Pablo Czornobaj asegura que no podría “volver a la acción” porque “sería ir a una muerte segura”. Alejado de la zona de conflicto, el argentino cuenta que está recuperándose de los dolores que le dejó la operación y que piensa quedarse en Ucrania por lo menos hasta que el país consiga la victoria. “Estoy vivo de pedo”, concluyó.