Reinaldo Gorno, el subcampeón olímpico de maratón que murió baleado en Quilmes hace 27 años

Quilmes. Deportes
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14 de agosto de 2021

El notable corredor, nacido en Corrientes, logró la medalla de plata en Helsinki 1952, en unos Juegos Olímpicos donde el atletismo argentino fue la bandera nacional. Años después, tuvo un trágico final en el Sur.

Se fue Tokio 2020 y ya son 69 años sin argentinos en el podio del atletismo. El último compatriota en lograr una medalla olímpica fue Reinaldo Gorno, Reynaldo en algunos textos, el maratonista nacido en Corrientes que se instaló en el sur del Conurbano bonaerense, hasta que fue asesinado en 1994. A modo de homenaje, el Polideportivo Municipal de Quilmes lleva su nombre.

Reinaldo Gorno, subcampeón olímpico de maratón, muerto en Quilmes.
Entrada del polideportivo cuyo nombre recuerda a este gran corredor.

Argentina está muy lejos de ser una potencia en atletismo. Políticas deportivas ausentes o discontinuas, escasas inversiones privadas o elecciones de los deportistas pueden ser algunos de los motivos. Sin embargo, en la primera mitad del siglo XX se quedó con dos medallas doradas en una de las pruebas madres de los Juegos Olímpicos: el maratón.

En Los Ángeles 1932, el rosarino Juan Carlos Zabala, Zabalita por su físico esmirriado, se colgó la máxima presea, tan solo un año después de haber completado su primera maratón. Dieciséis años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Londres, fue Delfo Cabrera quien, con un tiempo de 2h34m51s, se adjudicó la dorada. Argentina no solo tuvo tuvo al ganador, sino que estableció el récord de ubicar a tres corredores entre los primeros diez. Semejante marca recién la pudo superar Etiopía seis décadas después, en Beijing.

Juegos Olímpicos de 1952, con el atletismo de bandera

Tal fue la revolución provocada por Cabrera, también dorado en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires 1951 y en el medio maratón del Sudamericano 1952, que fue elegido como abanderado de la delegación argentina para los Olímpicos disputados en la capital de Finlandia. Delfo llegó como uno de los candidatos al oro, junto al británico Jim Peters y al checoeslovaco Emil Zatopek, La Locomotora Humana, estrella de la cita cumbre.

Peters venía de lograr el récord mundial en el maratón de Windsor-Chiswick, apenas un mes antes, y se imponía como el principal aspirante. Zatopek, por su parte, ya había logrado con récord olímpico los oros en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros (esta última por segunda vez consecutiva). Lo que parecía que iba a ser una lucha entre dos hasta el final tuvo la aparición de un tercer actor…

La muerte de Evita, un golpe para Reinaldo Gorno

El maratón de Helsinki se disputó un 27 de julio. En las primeras horas de esa madrugada finlandesa, noche del 26 en Argentina, falleció María Eva Duarte de perón. Varios integrantes de la delegación nacional ya habían competido, pero a los simpatizantes peronistas Gorno y Cabrera les cayó como un balde de agua helada, muy poco tiempo antes de una de las carreras más importantes de sus vidas.

Delfo Cabrera, por su parte, era algo más que un defensor de la causa justicialista. Tenía un vínculo de amistad con el matrimonio presidencial, al punto de que su segunda hija, María Eva, fue ahijada de Evita. A pesar de que disputó toda la carrera con un dolor hepático que lo tuvo a mal traer durante varios días, Cabrera pudo finalizar en la sexta colocación. La posta, entonces, quedó para Gorno.

Reinaldo Gorno, el convidado de plata

Peters arrancó con todo el maratón. Lideró durante los primeros 15 kilómetros hasta que lo alcanzaron Zatopek y el sueco Gustav Jansson. Cerca de la mitad, el británico quedó retrasado y fue un mano a mano entre el checoslovaco y el sueco. Pelearon sin tregua hasta que Jansson se cansó y el final fue todo de Zatopek. Sin embargo, cuando parecía que la plata sería para el sueco, apareció Reinaldo Gorno.

A sus 34 años, Gorno todavía no había tenido grandes actuaciones en los 42 kilómetros. Contaba con algunas medallas sudamericanas en pruebas de menor distancia, pero lejos estaba de figurar entre los candidatos. Incluso había debutado en el maratón recién un año antes. Sin embargo, en aquel verano finlandés, Reinaldo entró en la historia grande del deporte argentino.

Zatopek ya había cruzado la meta y Gorno no quería perder su ventaja: ya le había sacado unos cuantos metros a Jansson en busca de la medalla plateada. Dos horas 25 minutos y 35 segundos fue el tiempo del argentino, quien terminó compartiendo una naranja con el ganador y viendo cómo el sueco arribaba 32 segundos después. Ahí pegadito también llegó Cabrera, en el sexto puesto.

Reinaldo Gorno
El podio olímpico con Reinaldo Gorno, debajo de Emil Zatopek, una postal para el deporte nacional.

El relanzamiento de la carrera de Reinaldo Gorno

La medalla de plata le dio un renombre mundial y Reinaldo Gorno lo aprovechó. Tuvo como manager a Alejandro Stirling, el mismo que había representado a Zabala, quien lo catapultó a las grandes pruebas del circuito. En 1953 se quedó con el maratón de Viena, aunque tuvo una lesión en un pie que provocó que no quedara del todo satisfecho con su registro.

En 1954, ya con 36 años cumplidos, tuvo el mayor éxito de su carrera. El 5 de diciembre se transformó en el primer extranjero en ganar el maratón de Nakamura, Japón (trasladada luego a Fukuoka). Su tiempo de 2h24m55s fue récord nacional durante varios años. Por esos días, junto a sus compañeros Cabrera y Ezequiel Bustamante, se dio el lujo de presenciar la histórica pelea en la que el mendocino Pascual Pérez venció al local Yoshio Shirai y conquistó el cinturón de peso mosca. Antes de retirarse, también se coronó en Enschede, Holanda, por delante del también argentino Osvaldo Suárez.

Reinaldo Gorno, subcampeón olímpico de maratón, muerto en Quilmes.
Gorno, con la camiseta de Independiente y algunos de sus trofeos.

Docente en Quilmes hasta su trágico final

Culminada su carrera deportiva, Reinaldo Gorno se dedicó a enseñar. Fue entrenador atlético y profesor de educación física. Afincado en Quilmes, su lugar era el Polideportivo Municipal, el mismo que hoy lleva su nombre.

En una jornada laboral de abril de 1994, un Reinaldo de 75 años fue víctima de un episodio de inseguridad: un violento robo en el Polideportivo. Uno de los disparos rebotó, impactó en su cuerpo y lo dejó gravemente herido. A pesar de varias operaciones, los médicos no pudieron salvarle la vida y terminó falleciendo en abril de ese año. Su paso fue, más que nunca, a la inmortalidad.

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