De la Primera Guerra Mundial al Conurbano: el órgano de la Catedral cumplió 100 años en Morón
La llegada al país del instrumento de cuatro metros de alto no fue sencilla, pero desde el 29 de mayo de 1921 a la fecha acompañó los encuentros religiosos de varias generaciones de vecinos del Oeste del Conurbano con su música.
El mundo era otro 100 años atrás, en Argentina y en el resto del planeta por miles de motivos que no vale la pena enumerar en tiempos en que todo es efímero y lo viejo, descartable. Pero entre las cosas que había antes y están ahora se puede contar al órgano de la Catedral de Morón, ya que este 29 de mayo se cumplió el primer siglo desde el día en que el instrumento que hoy se considera una reliquia sonó por primera vez en la iglesia más importante del distrito.
Con sus cuatro metros de alto y sus tres y medio por lado, el órgano marcó las tertulias religiosas de varias generaciones de vecinos del Oeste del Conurbano que desde 1921 al presente se acercaron al reducto ubicado en Nuestra Señora del Buen Viaje 929, frente a la plaza principal de Morón.
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Su llegada no fue sencilla, tal como cuentan quienes se dedicaron a investigar sobre el tema. En el hoy lejano febrero de 1914, el por entonces párroco Pablo Darbón encargó a la casa alemana Walcker, una de las más prestigiosas del mundo, la construcción del instrumento. El contrato por el que la Iglesia pagaría 8.840 pesos moneda nacional se firmó en las oficinas de Juan Puget, representante en Buenos Aires de esa casa de música.
Pero el camino que de entrada parecía sencillo, tuvo rapidamente una serie de desencuentros, malentendidos y complicaciones que arrancaron por el inicio de la Primera Guerra Mundial, comenzada en julio de ese año porque la disputa bélica interrumpió el tráfico comercial por el Océano Atlántico y los 3.000 pesos que ya se habían pagado por el órgano quedaron en veremos.
Unos meses después, a mediados de 1915, Darbón recibió una carta de la casa Walcker donde le avisaban que el instrumento estaba terminado y que se enviaría apenas finalizara la guerra. También le confirmaban que habían recibido 2.000 pesos por intermedio de Puget, quien parece que se fugó con los mil restantes a Montevideo en compañía de una amante.
Al terminar la guerra y después de cruzar varias cartas con el padre Darbón, en noviembre de 1919 la casa alemana reconoció el pago y reconfirmó que el órgano estaba terminado. Pero, y siempre hay un pero, para entregarlo reclamaba 800 pesos más. ¿Inflación? Sí, lisa y llana inflación, para aquellos que creen que es un mal de nuestros tiempos. El problema dejó de ser tal cuando la plata que faltaba apareció y el 17 de octubre de 1920 el órgano fue subido en un barco a vapor desde el puerto de Hamburgo con destino a Buenos Aires.
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La llegada ocurrió un mes más tarde. Pero, y acá otro pero, las autoridades de la Aduana no lo entregaron tan rápido como se esperaba porque en los papeles del órgano no figuraba el nombre del dueño. Finalmente, llegó a Morón el 20 de enero de 1921. El tiempo que había estado en el puerto hizo su parte al problema, ya que las cajas aparecieron abolladas y húmedas, muchos tubos estaban deteriorados y las partes de madera y cuero, casi destruidas.
La empresa envió a Herman Walcker para que lo armara, trabajo que llevó casi cuatro meses. Sumando los gastos de piezas, albañiles y carpinteros, el instrumento tuvo un costo total de 13.357 pesos, 4.517 más de lo que se había acordado. La diferencia fue aportada por Manuela del Río Loza, una vecina de Morón que donó el dinero.
El día que sonó el órgano de la Catedral de Morón
El 29 de mayo de 1921, a las 10 de la mañana, según el testimonio de los historiadores locales, Francisco Corbani, quien era por entonces organista de la Iglesia de Flores, hizo sonar por primera vez al órgano en un concierto donde María Magdalena de Ezcurra puso su voz. Eran tiempos de Hipólito Yrigoyen como presidente de Argentina.
Desde aquel entonces a hoy, la Catedral de Morón tuvo varias reformas, pero el órgano siempre se mantuvo. Se trata de una monumental estructura que tiene cuatro metros de altura y tres y medio de cada lado. Cuenta con 1880 tubos, algunos de cinc pintados con aluminio y otros de madera de roble alemán.
Antiguamente funcionaba con un sistema que insuflaba aire por medio de un operario que accionaba una manija, que con el tiempo fue reemplazado por un compresor. Es necesario afinarlo dos veces al año porque sus componentes son muy sensibles a los cambios de temperatura y a la humedad ambiente.