El origen de los incidentes en Ramos Mejía: la Policía quiso llevarse una bandera que recordaba una víctima
La portaba el padre de Zaira Rodríguez, una piloto que mataron en un asalto en Villa Ballester: cuando se acercó al cordón policial que custodiaba la comisaría, un oficial agarró la pancarta y generó la reacción.
El clima ya venía caldeado en Ramos Mejía desde la tarde del domingo con la Policía. Tras el crimen del kiosquero Roberto Sabo, familiares, allegados, vecinos y otros comerciantes de la zona habían explotado contra los uniformados y las autoridades como signo del hartazgo por la inseguridad.
La reacción comunitaria fue todavía más contundente el lunes, cuando se llevó a cabo un multitudinario reclamo en el cruce de Avenida de Mayo y Alvarado, a metros del kiosco donde asesinaron al comerciante. Con pancartas, insultos, cánticos y llantos, la gente expuso nuevamente su dolor y su furia por lo sucedido exigiendo respuestas de quienes conducen. Y volvió a escuchare el «que se vayan todos, que no quede ni uno solo».
El plan era convocarse allí y marchar hacia la Comisaría 2°, a tan sólo tres cuadras del comercio donde se cometió el crimen. Sin embargo, la Policía montó un cordón y un vallado para impedir el paso y resguardar la dependencia. Eso ya alteró los ánimos y hubo presión sobre la zona entre los gritos, insultos, bocinazos y cánticos contra el Intendente, Fernando Espinoza, el ministro de Seguridad, Sergio Berni, y otras autoridades.
Hubo piedras y botellazos de un lado, y respuesta con gases lacrimógenos del otro porque la protesta se salió de control. Uno de los momentos de mayor tensión, que derivó en incidentes, fue cuando un policía quiso llevarse la bandera que portaba uno de los manifestantes.
La bandera la llevaba Claudio, el padre de Zaira Rodríguez, la joven piloto de karting de 21 años asesinada de un balazo en la cabeza durante un robo en 2018, y llevaba escrito su nombre. «La bandera de mi hija no la vas a tocar», se escuchó decir al padre. La situación desató la furia de los vecinos que arremetieron nuevamente contra los policías con puñetazos, patadas y arrojándoles objetos contundentes hasta recuperar nuevamente la bandera.
Ese arrebato constituyó una falta de respeto ante el dolor de Claudio, que tres años después llora la muerte de su hija: ella estaba con su novio a bordo de un auto frente a su casa en Villa Ballester cuando ambos fueron asaltados por motochorros que les exigieron que bajaran las ventanillas. El novio de Zaira aceleró para escapar y embistió la moto de los delincuentes, pero uno de ellos comenzó a disparar y ella recibió un tiro en la cabeza. Murió poco después en el hospital. Su padre declaró hace unos meses, cuando inició el juicio, que «me pongo a hacer cartelitos, pido justicia, hicimos una ONG. Todo eso me mantiene entretenido pero el dolor no se va nunca».
El detenido por el crimen de Ramos Mejía se negó a declarar
Leandro Daniel Suárez, de 30 años, había salido hacía 14 meses de prisión. Este lunes lloró ante el fiscal Federico Medone, de la UFI Temática de La Matanza, pidiendo que no le den cadena perpetua y se negó a declarar.
En medio de la protesta cerca de la Comisaría 2°, el ministro Berni había justificado el cordón policial diciendo que en la dependencia «Tengo 30 detenidos. Si llegan a prender fuego la comisaría, me calcinan 30 detenidos». Sin embargo, aunque se pensó que el acusado del crimen de Roberto Sabo estaba allí, se supo que se encuentra alojado en otra seccional.
La adolescente que lo acompañaba en el momento de los hechos, de 15 años, es inimputable. Sin embargo, la Fiscalía de Responsabilidad Juvenil N°1 de La Matanza solicitó «una medida de seguridad provisional» para que, pese a su edad, pueda continuar detenida. La situación se resolverá este jueves.
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Las cuestiones que rodean su participación en el hecho, como la trascendencia que tomó y la conmoción social que causó, más la actitud burlona (se habría reído) que, según diversas fuentes, habría adoptado la menor cuando la arrestaron; hacen creer que la medida de seguridad será aprobada.
El dolor de la familia del kiosquero asesinado
«Nadie hace justicia, nadie hace nada. Ojalá haya mano dura, el que mata tiene que morir. No puede ser que venga un hijo de puta y me mate a mi papá…», comenzó diciendo Tomás (17), hijo de Roberto Sabo, antes de quebrarse ante las cámaras de televisión. Y agregó: «Me arruinó todo. Después se quejan de que los pibes se van del país, pero no hacen nada para que se queden. Yo me quiero ir porque no hay seguridad».
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Nicolás (25), su otro hijo, también se manifestó. «Mi papá laburaba todo el día. Después de la pandemia empezamos a trabajar medio día cada uno, compartíamos el día a día. Además de ser mi papá era mi compañero de trabajo, mi jefe, mi amigo. Siete años laburando para poder comprarse su casa. Lo mataron por laburar. Mi abuela me dijo que cierre el kiosco, que lo venda. Hoy por hoy es el único ingreso que tiene mi familia, pero me da miedo venir a trabajar».
Pedro Sabo, el padre del kiosquero, agradeció el acompañamento de la gente y aseguró con contundencia que pediría «pena de muerte» para los culpables del crimen porque «no sirven para otra cosa».
Además, reveló que lo visitó el ministro Sergio Berni: «Me dijo que el delincuente no zafa de la cadena perpetua. Espero que pase porque muchas veces se dice y no se hace». Y valoró que se haya acercado el funcionario: «Al menos dio la cara».
Finalmente, cuando le comentaron que el detenido lloró ante el fiscal y que se habría mostrado arrepentido, contestó, exaltado: «Que se muera».
Patricia, pareja del kiosquero, cerró: «Queremos justicia. Berni nos dijo que iban a poner más patrulleros, más gente. Todas promesas a futuro. Los hijos están y no están, y con esto seguiremos todos juntos porque somos una familia inmensa».