Fue una gran promesa en Independiente y hoy trabaja en una fábrica de pastas en San Francisco Solano

Almirante Brown. Deportes
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16 de febrero de 2022

Brian Nieva convirtió más de un centenar de tantos en las Inferiores del club de Avellaneda, pero su paso por Primera fue corto. Lo dirigieron el Tolo Gallego y Ramón Díaz. Ahora trabaja entre sorrentinos y spaghettis en el negocio familiar.

A su modo, Brian Nieva dejó su huella en Independiente. Lo hizo a fuerza de goles, más de un centenar a lo largo de una década en las inferiores del club. Pero disputó apenas un puñado de partidos en Primera, antes de comenzar un periplo por las categorías del Ascenso. Ahora, su especialidad no es sacarse de encima rivales: trabaja rodeado de spaghettis, sorrentinos y macarrones en una fábrica de pastas de San Francisco Solano.

Los vecinos que se acercan al comercio tal vez no sepan que el joven de 31 años que trabaja incansablemente con las pastas y los rellenos es goleador máximo de las divisiones inferiores de Independiente. Pegó más de 100 gritos en la entidad de Avellaneda. Sin embargo, apenas pudo agregar a ese lote un par de tantos en Primera División. Le alcanzó para sumar un trofeo: el de la Sudamericana 2010. Pero, fastidioso por la falta de oportunidades, pegó el portazo.

Brian Nieva, ex jugador de Independiente, trabaja en una fábrica de pastas de San Francisco Solano
Brian Nieva, en su nuevo ámbito de trabajo en San Francisco Solano.

Después vino un largo recorrido por el Ascenso y el interior de la Argentina, que lo llevó a Corrientes y Mendoza. Una lesión apuró su despedida del fútbol. «A la distancia, fue un error haberme ido de Independiente», aseguró Nieva.

Tuvo a Américo Gallego y a Ramón Díaz como entrenadores. Fue el Tolo quien lo llevó por primera vez al banco de suplentes, justo para un clásico contra Racing. «Andá, mirá la pizarra. Espero que no te cagués, eh», le dijo un miembro del cuerpo técnico.

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Debutó en septiembre de 2010, en una derrota 4 a 1 con Godoy Cruz. El club estaba en crisis y el DT interino era Ricardo Pavoni. Desde ese momento hasta su salida del Rojo alcanzó a jugar 14 encuentros. Hizo dos goles. El primero, en julio del año siguiente, ante Atlético Rafaela. El segundo (y último) en un 4 a 1 contra Colegiales, por la Copa Argentina.

En el medio, sumó minutos en la obtención de la Copa Sudamericana 2010, con Antonio Mohamed como entrenador. También se llevó bromas y alegría. Como la vez que Leonel Núñez -su compañero de habitación en la concentración- le hizo una broma y terminó pagándola caro.

«Le preguntaron si pensaba que yo iba a hacer un gol. ‘¿Este coso?’, respondió. Jugó 1.000 pesos a que yo no hacía un gol. Pero lo hice», recordó en una nota con Infierno Rojo. «Después dijo que me había prestado 100 dólares en una pretemporada en Estados Unidos y que eso era más que 1.000 pesos. ¡Lo volví loco al Gordo!».

Brian Nieva, en su época como jugador de Independiente
Brian Nieva, en su época como jugador de Independiente. La rompió en inferiores, pero tuvo pocas oportunidades en Primera.

Chau a Independiente: YouTube y pasta de crack

Tuvo una breve etapa en Los Andes. Volvió a Independiente. No fueron buenos tiempos los que afrontó: Ramón Díaz no lo integraba completamente a Primera y Cristian Díaz-el sucesor del riojano- lo mandó a Reserva.

Nieva, distanciado con su representante, se lanzó a buscar club por su cuenta. Tenía apenas más de 20 años. Colgó un video en YouTube y se sentó a esperar. De pronto, le llegó un mensaje de un número desconocido: lo habían visto, les interesaba su potencial y le ofrecían sumarse a préstamo a Santiago Morning de Chile.

Otro retorno a Independiente. Otra vez sin chances. Y empezó su aventura en el Ascenso: Comunicaciones, J. J. Urquiza y Huracán de Goya, entre otros. En Primera C, con la camiseta de El Porvenir, sufrió una lesión en los ligamentos cruzados de la rodilla. A los 28 años, dijo basta.

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Nieva dejó la carrera futbolística a sus espaldas y se puso el delantal. Ahora se dedica a las pastas, en un negocio en Lirio al 700 en el partido de Almirante Brown, en la frontera con Quilmes.

«Don Alfonso» es un comercio familiar. Su padre lo invitó a sumarse antes de la pandemia del coronavirus.

En el Instagram del emprendimiento se lo puede ver amasando en la mesada, empolvado de harina. En su cuenta personal de esa red social comparte retratos cotidianos, como cualquier hijo de vecino. También sube fotos y videos de su pasado en el fútbol, en clubes profesionales y con relatos de Marcelo Araujo, Mariano Closs o Víctor Hugo Morales. Un lujo reservado para pocos.

«Tengo dos fotos en la memoria sobre Independiente: cuando levantamos el trofeo de la Sudamericana y cuando lo pusimos al borde del área y nos tiramos de cabeza en el festejo… De Independiente no hay que irse nunca».

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