La cerámica toscana tiene su segundo lugar en el mundo en una casona llena de historia de Glew
El prestigioso artista italiano Cosimo Manigrasso vivió durante años en lo que fue una de las primeras edificaciones del barrio. Tras su muerte, sus más de 100 obras se exhiben en un museo que es único en Latinoamérica.
Los miles de kilómetros que separan a Glew, partido de Almirante Brown, de la Toscana italiana parecen evaporarse con solo abrir una puerta, la del Museo Cosimo Manigrasso. Una vez adentro, las más de mil piezas que forman parte de la colección que rinde culto al arte característico de esa región que tiene a la bella Florencia como epicentro permiten evaporar distancias y viajar con la mente a otros rincones y momentos del mundo.
El responsable de esa unión no fue otro que Manigrasso, nacido el primer día de 1925 en la ciudad de Grottaglie, ubicada en Taranto, al sur de la península. Este hijo de campesinos que tenía al tezón como una de sus virtudes decidió desafiar los cánones de la época que indicaban que las personas de clase baja no podían acceder a una educación.
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Con esfuerzo y un grado de perfeccionismo pocas veces visto, logró formarse, gracias a una beca, en la prestigiosa Escuela Militar de Arte Vicente Caló, donde luego también llegó a ser profesor. A Argentina llegó en 1948, contratado para trabajar en una fábrica de platos utilitarios de cerámica.
En Glew se instaló en 1952, donde intuyó que el paisaje rural que aparecía frente a su vista sería la mejor fuente de inspiración para volver a despuntar su pasión por la creación artística. Fanático de la cerámica toscana, armó rápidamente su atelier y empezó a concebir obras de ese estilo y pinturas de paisajes de su tierra que terminaron dando forma a la prolífica colección de vasijas y cuadros que quedó como legado.
El Museo Cosimo Manigrasso está ubicado en Juan Bautista Alberdi 356, entre Güiraldes y Alem, en Glew, Almirante Brown. Abrió sus puertas en 1969 y es el único es su tipo en todo Latinoamérica. Funciona en lo que fue la casa del artista y donde, originalmente, tenía su sede la Escuela N° 4, siendo una de las primeras edificaciones del barrio.
Entre los materiales que hay en exhibición se destacan ánforas, platos, fruteras y altos y bajos relieves tallados por el creador italiano devenido en vecino de Glew con su torno patero que también forma parte de la muestra. Los diseños incluyen homenajes a la mitología griega, egipcia y romana.
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Hace cuatro años, el sitio fue reconocido por el Concejo Deliberante de Almirante Brown como de «Interes Municipal» y su fundador, Cosimo Manigrosso, fue declarado post mortem como «Ciudadano Ilustre». Actualmente la institución está a cargo de Analía Suárez, nieta política del ceramista, quien fue la responsable de la reapertura del museo en 2003.
La historia de la cerámica toscana
Toda la Toscana cuenta con una tradición de cerámica que se remonta a la Edad Media. En el siglo XV, la cerámica italiana vidriada al estaño desarrolló dibujos más formales debido a dos grandes influencias: del norte de Europa llegó el estilo gótico y de España, el estilo oriental.
En general, las formas tendieron a ser las mismas realizadas durante el período arcaico, aunque en general se hicieron más elaboradas y los dibujos y las formas se relacionaron intencionadamente de una manera que posteriormente fue ignorada.
La parte inferior de los cuencos y el interior de las vasijas se vidriaban de blanco, y con frecuencia estaban decorados. Diversas regiones produjeron cerámicas, muchas de las cuales tenían una característica local. La paleta se hizo más amplia y rica incluyendo colores primarios, junto con el verde, morado y marrón.
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En el siglo XV el intenso comercio entre Florencia y Pisa, en Italia, y Barcelona y Valencia, en España, trajo a Italia la rica cerámica hispano-musulmana de Valencia. Alrededor de 1420 las cerámicas valencianas verde y morado inspiraron un estilo original italiano pintado con follaje, a partir del cual se desarrolló un estilo decorativo de gran elegancia, conocido como la «familia verde florentina».
El patrón consistía en un dibujo repetitivo, recordando las plumas del pavo real, pintado generalmente en verde sobre fondo blanco. En Toscana, en particular en Faenza, se hicieron una serie de jarros globulares con dos asas, utilizando un azul ultramar vivo y, alguna vez verdes, con un ligero relieve. El principal motivo de decoración, derivado de un dibujo valenciano, estaba formado por hojas de roble.