El último adiós de Roberto Sabo: la historia del trapito que lloró junto a la familia por el crimen del kiosquero
Fueron despedidos en Morón esta mañana los restos del comerciante asesinado en Ramos Mejía. Entre las múltiples muestras de dolor, se vio a un cuidacoches que describió cómo era la víctima con el resto de la comunidad.
Mientras aún perdura la conmoción que nació en Ramos Mejía y se contagió en todo el país, el cuerpo del kiosquero asesinado, Roberto Sabo, fue trasladado esta mañana al Cementerio de Morón para la despedida final de su familia y donde, finalmente, ya descansan sus restos.
Su familia, desolada, fue la demostración más contundente del dolor que se observó en tanto en el funeral como en la inhumación del comerciante fusilado el último domingo en su local. Pero hubo un desfile de personas que conocieron a la víctima de su contacto diario en el local de la Avenida de Mayo, en pleno centro de la ciudad de La Matanza. Uno de ellos fue el caso de Juan, un cuidacoches que se movía en esa cuadra y al que Sabo solía ayudar.
Apenas se puso en marcha el coche fúnebre que trasladaba los restos de Roberto, Juan lo siguió a pie, con su mano izquierda sobre uno de los cristales; su dolor acompañaba al que ya se había visto en el padre, en la ex mujer y en los hijos del kiosquero masacrado por dos ladrones que le dispararon cuatro veces.
«Estos hijos de puta te mataron por dos monedas. ¿Por qué liberan a estos chorros?», manifestó Juan, desolado, en una de las tantas manifestaciones que hubo tras el crimen de Sabo.
El trapito le confirió a Roberto Sabo la categoría de su «mejor amigo». «Yo trabajo aquí en la calle, estábamos todos los días juntos desde que abría hasta que cerraba. No puedo creer lo que pasó».
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Y lo recordó: «Era una persona tan buena. Estuve con él todo el viernes, el sábado no pude venir. Yo trabajo en la calle, cuido los coches, los lavo. Estoy todos los días acá. El me guardaba las cosas, me ayudaba. Cuando necesitaba algo me daba una mano. Era un amor de Dios. No puede ser esta Justicia que libera a los chorros».
El último adiós de Roberto Sabo
El velatorio había comenzado en la tarde de este martes, pasadas las 16, en la cochería Pache, ubicada en la calle Alcalde González Barbosa al 200, también en Morón. La zona es un barrio de casas bajas donde vecinos habían gritado «justicia por Roberto» cuando la familia entraba a la casa velatoria.
No solamente habían llegado allí Pedro Sabo, el padre de Roberto; su viuda, Patricia; y sus hijos Nicolás y Tomás, acompañados de su madre y ex pareja del kiosquero. También hubo un desfile de amigos y vecinos que lo conocieron y quisieron despedirlo.
La familia incluso había pegado un cartel en la persiana del kiosco de Roberto, donde ahora hay una especie de santuario en el que la gente deja flores y mensajes, invitando a aquellos que quisieran acercarse al velorio podían ir a darle el último adiós.
De todas formas, el clima había terminado siendo muy privado y participaron algunas decenas de personas. Escenario totalmente opuesto al bullicio multitudinario en el que la familia había estado inmersa en los últimos días durante la masiva protesta por la inseguridad y el desesperado reclamo de justicia que incluso terminó en incidentes en Ramos Mejía.
La autopsia reveló que el kiosquero recibió cuatro balazos
El estudio practicado en la morgue de La Matanza y solicitado por el fiscal Federico Medone, de la UFI Temática de Homicidios de esa jurisdicción, indicó que el kiosquero Roberto Sabo fue asesinado a quemarropa y a corta distancia.
En total, recibió cuatro impactos de bala. Dos de ellos fueron en el tórax y lesionaron pulmones y corazón. La causa de la muerte fue un paro cardíaco traumático. Y el reporte indicó que terminó desangrándose: «Estas lesiones le provocaron a la víctima una abundante pérdida de la volemia lo que le ocasionó el óbito por shock hipovolémico».
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Por el crimen hay dos arrestados: son Leandro Suárez (29) y su novia de 15 años, ambos oriundos de Fuerte Apache. Fueron capturados también en Ramos Mejía, a 8 cuadras del kiosco de Roberto, con un revólver calibre 22 (con la que se cree que se cometió el asesinato) y una pistola 635.
Los sindicados habían asaltado al kiosquero en su local, Drugstore Pato, ubicado en la Avenida de Mayo al 800, el último domingo a las 14 horas. Allí fue cuando le dispararon y se dieron la fuga. Robaron un auto a un remisero, una moto a un repartidor, quisieron camuflarse cambiándose la ropa en un supermercado pero terminaron siendo aprehendidos por la Policía.
Suárez había estado seis años en prisión y es acusado de ser el autor material del crimen. Le imputan los delitos de «homicidio agravado criminis causa y por el uso de arma de fuego, robo calificado -en dos hechos-, hurto de vehículo, portación ilegal de arma, y todo agravado por la participación de un menor». Se supo que lloró ante el fiscal y pidió que no le den cadena perpetua.
Fuentes de la investigación contaron que Suárez mencionó que los disparos los efectuó en medio de un forcejeo con la víctima, que quiso resistirse.
Su cómplice adolescente, es inimputable por su edad, aunque la Justicia la mantiene detenida en un instituto de menores bajo la solicitud de una medida de seguridad provisional. Este jueves se decidirá como continúa su situación, aunque por la gravedad del delito cometido, fuentes del caso mencionaron que hay posibilidades de que se apruebe la continuidad de su detención.