Los 104 años del vecino de San Isidro que luchó contra Hitler y es un socio histórico del CASI
Deportista de toda la vida, Ronnie Scott es uno de los 5.000 argentinos que combatió como voluntario en la Segunda Guerra Mundial. Este miércoles cumplió años y el tradicional club de rugby lo homenajeó en sus redes.
Ronald David Scott es Ronnie para todo el mundo. Con sus 104 flamantes años a cuestas, los cumplió este miércoles 20 de octubre, hace rato que se ha vuelto toda una celebridad en su querido San Isidro. CASI, club del que es socio desde 1935 y cuya sede principal está justo frente a su departamento, fue uno de los primeros en saludarlo a través de las redes sociales. Después, se sumaron varios más.
Y vaya que ha vivido experiencias y conocido gente Ronnie. Deportista de toda la vida, jugó al rugby, a las bochas, al cricket, al bádminton y al hockey sobre césped en Buenos Aires Cricket & Rugby Club, Gimnasia y Esgrima, Pucará, Belgrano Athletic y, obviamente, el Club Atlético San Isidro.
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«Mi gran secreto ha sido el deporte y el sentido que éste tiene en la vida», contó hace no mucho este vecino del Casco Histórico de San Isidro en una nota en La Nación. Y si en la actividad física podría estar una de las claves de su longevidad, otra podría encontrarse en cómo ha transcurrido cada uno de esos años de una verdadera vida de película.
Scott nació el 20 de octubre de 1917 en Villa Devoto, hijo de un ex combatiente escocés y de una enfermera inglesa. A los 14 años, mientras presenciaba un partido de polo en Hurlingham, conoció al Príncipie de Gales, luego Rey Eduardo VIII, quien había llegado de visita a la Argentina por segunda vez.
«Se me acercó y me dijo: ‘¿Serías tan amable de conseguirme un agua tónica?’. Yo era un pibe. Fui a buscar el agua y pedí que le pusieran limón. Y cuando vuelvo viene otra vez al galope, muy simpático, y le digo: ‘Señor, acá lo tiene con limón, espero que le guste’. Y él me dijo: ‘Estamos de acuerdo. Es mejor así'», contó Ronnie en diálogo con Infobae, durante una charla que tuvo lugar en 2018.
Al otro día de aquel encuentro casual, al joven le llegó una carta especial de la Embajada británica que incluía una invitación a conocer el Eagle, el primer portaaviones que amarraba en la historia de Buenos Aires, y en el cual había llegado el príncipe. Ese día Ronnie quedó tan impactado por ese mundo de buques y aviones que marcó un quiebre en su vida.
El vecino de San Isidro en la Segunda Guerra Mundial
Años después, ese amor por la aviación pasó a ser también el fuego para elegir su profesión de piloto, tanto comercial como militar. En 1943, se enroló en la Armada Real Británica para luchar en la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en uno de los 5.000 argentinos que participaron como voluntarios en la lucha contra los nazis.
«Cuando vi la matanza que hizo Hitler en Polonia, ni dudé. Para mí era realmente un horror. Este tipo, que había sido un cabo en la Primera Guerra, era un demagogo. Ya había entrado en Polonia y estaba haciendo un desastre», expresó durante la misma entrevista en Infobae.
«Fui a la Embajada y me alisté. Sólo les puse como condición que yo quería ser piloto de avión de la Marina, porque tenía mejores aviones que la Fuerza Aérea», completó. Tras superar los exámenes de rigor, Scott se subió al primer buque que zarpó con destino a Londres, y desde allí, poco después, lo enviaron a Canadá para formarse como aviador, porque los centros de entrenamiento en las islas británicas habían sido bombardeados.
Luego de seis meses de práctica, volvió a Europa como oficial de la Marina y se incorporó al Escudrón 794 para enfrentar a la Luftwaffe, la fuerza aérea nazi. Participó de misiones de reconocimiento, entrenamiento y prácticas de tiro. Voló aviones Tiger Moth, Blackburn Sea Skua, Miles Master y el Supermarine Spitfire.
Cuando Alemania capituló, el 8 de mayo de 1945, Ronnie Scott estaba descargando mercadería de un tren en Belfast, Irlanda, junto a los hombres de su tropa. En la Navidad de 1946, finalmente regresó a la Argentina, donde conoció a su esposa, tuvo a sus hijos e intentó trabajar como gerente de una compañía inglesa, pero no lo soportó porque «necesitaba ver el aire».
Entonces, aprovechando sus conocimientos, el vecino de San Isidro se convirtió en piloto comercial de Aeroposta, la compañía que precedió a Aerolíneas Argentinas. Allí, compartió vuelos por la Patagonia con Antoine de Saint-Exupéry, el célebre autor de El Principito.