La milagrosa historia de la policía de Claypole a la que atropellaron tres veces y tuvo 32 cirugías

Almirante Brown. Sociedad
·
13 de septiembre de 2025

Hace diez años, María Belén González fue atacada por un grupo de delincuentes en el sur del Conurbano. “A mi mamá le dijeron que prepare el velorio”, recordó. Pero ella nunca se rindió.

María Belén González no tiene dudas: “Volví a nacer”. Así define todo lo que le pasó a partir del 29 de julio de 2015. La vecina de Claypole tenía 22 años y era oficial de la Policía Bonaerense cuando fue brutalmente atacada por un grupo de delincuentes en el sur del conurbano. Tras ser atropellada tres veces, tuvo que someterse a 32 cirugías. “A mi mamá le dijeron que prepare el velorio”, recordó. Pero ella nunca se rindió.

Todo ocurrió cuando terminó su turno en el Comando de Patrullas de Avellaneda y tomó un colectivo rumbo a San Francisco Solano. Al bajar, se cruzó con su tía y decidió acompañarla unas cuadras hasta su casa.

Mientras caminaban juntas, escucharon el motor de un auto acelerar con fuerza. Cuando se dio vuelta, el vehículo estaba casi encima de ellas. “Empujé a mi tía, pero no pude esquivar el coche. Me embistió desde atrás y quedé sobre el capot. Caí al suelo y me pasó por arriba. Luego dio marcha atrás y volvió a pisarme”, contó. 

Al ver que no se movía, uno de los delincuentes bajó del auto y le robó el arma. Trató de dispararle, pero el tiro no salió porque la pistola tenía puesto el seguro. Entonces subió de nuevo al coche y, antes de escapar, la atropelló por tercera vez.

“Sufrí muchísimo”: los peores días que pasó la vecina de Claypole

Hoy, María Belén tiene 32 años y es mamá de un niño de seis años llamado Izán. Y aunque logró conservar la pierna que los médicos pensaban amputar, nunca volvió a caminar del todo bien. Tampoco pudo regresar a la Fuerza.

Claypole, policía
María Belén trabajaba en el Comando de Patrullas de Avellaneda.

“La Policía me abandonó. Pedí ayuda y me dieron vuelta la cara. En Estados Unidos, a un oficial herido le rinden honores. Acá, en cambio, se olvidan de nosotros. Estamos completamente desamparados”, explicó en una entrevista con Infobae.

Los médicos del hospital Arturo Oñativia, el primero en recibirla luego de ser atacada, no eran optimistas: tenía lesiones graves en piernas, clavícula, cadera, fémur, tibia, peroné, pelvis y cráneo. Así fue, como señaló, que a su madre le dijeron “que prepare el velatorio”.

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Fue trasladada de urgencia al Hospital El Cruce, en Florencio Varela, y de ahí a la clínica Fitz Roy, donde empezó un largo proceso de cirugías: “Estuve internada dos meses. En ese tiempo me reconstruyeron todo. Las operaciones duraban muchas horas. Mi pierna derecha estaba para amputar, pero gracias a Dios lograron conservarla”.

Y agregó: “Sufrí muchísimo. Hubo un momento en el que tiré la toalla: no quería operarme más. Estaba cansada de que me dieran medicamentos todos los días y de que me pincharan para sacarme sangre todas las mañanas”.

El gran gesto de Tevez con la policía

Pero en ese momento hubo un hecho que le dio el impulso que necesitaba: “Un día vino a visitarme una compañera de trabajo, Andrea Carnet, y me preguntó cuál era mi sueño. Le dije que era conocer a Carlos Tevez. Y de un día para el otro me llamó por teléfono. En realidad, primero la llamó a mi mamá: ‘¿Usted es la madre de María Belén? Habla Carlitos Tevez’. Mi mamá no lo podía creer. Mi papá, fanático de Boca, lloraba de la emoción”.

Claypole, policía
El día que conoció a Carlos Tevez, su ídolo, en Casa Amarilla.

El gesto del Apache fue realmente determinante: “Estaba a punto de entrar a una nueva cirugía, sin ganas. Cuando lo escuché me puse a llorar. Le dije: ‘No puedo creer que estoy hablando con vos’. Él me preguntó cómo estaba y me dijo: ‘Quiero que entres al quirófano y salgas bien. Lo vas a lograr’. Me dio un montón de apoyo”. 

También dijo que Tevez intentó ir a la clínica, “pero se filtró la información y se llenó de periodistas. No pudo. Lo mismo pasó en mi barrio: se supo y se llenó de gente. Al final nos encontramos en la Casa Amarilla (el predio donde entrena Boca). Yo ya caminaba. Cuando lo vi en persona, le dije: ‘Vos a mí me salvaste la vida’”.

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María Belén recibió el alta luego de dos meses de internación. Unos días antes, algunos canales de televisión fueron a entrevistarla a la clínica. En uno de los reportajes expresó: “A mí en parte me destrozaron la vida, porque ahora me dan miedo muchas cosas. Hacer mi vida es volver a empezar de nuevo. Es como que volví a nacer”.

La rehabilitación duró cuatro años. El primer obstáculo fue lo más básico: sentarse. “Me costaba muchísimo. A mí me sentaban y yo temblaba. Llegué a mi casa en silla de ruedas, después pasé a un andador, seguí con férulas, botas… un montón de cosas”, detalló.

Además, añadió, “pasé de ser una mujer de 22 años a ser una nena. Mi mamá y mi papá me llevaban en silla de ruedas hasta el baño y me bañaban entre los dos. Todos me insistían con la terapia, pero yo no quería saber nada ni con los psicólogos, ni con psiquiatras. A mí me sacó adelante mi perro Ramsés y su compañía incondicional”.

Una recuperación larga y dolorosa

Con mucha garra, empezó a reconstruirse. “Estaba todo el día metida en el centro de rehabilitación. No era solamente la pierna derecha, era empezar a mover cada parte de mi cuerpo. Me dolía todo y sufría porque no podía hacer una vida normal. En mi casa me trataban como una nena y yo quería volver a encontrarme con la mujer que había sido”.

Claypole, policía

Diez años después, todavía arrastra secuelas: “Me quedó una discapacidad: tengo una pierna un poco más corta y dolores. La humedad me mata. Sigo medicada, pero bastante mejor de lo que estaba”.

Desde aquel episodio, su momento de mayor alegría fue el 1 de abril de 2019, cuando fue mamá de Izán. Aunque lo cría sola, ser madre le dio la fuerza que necesitaba para seguir. “Creo que Dios me lo mandó para completar la felicidad que yo necesitaba”, dijo. 

Y explicó que “él siempre me dice: ‘Mami, yo te amo’. Es un nene muy maduro… entiende todo. Si yo no puedo levantarme porque estoy con dolor, me busca la pastilla y me la trae con un vaso de agua. Soy muy feliz con mi hijo”.

A diario lo lleva al colegio y los fines de semana lo acompaña al club del barrio a jugar a la pelota: “Amo ir a alentarlo los domingos. Él tiene sus amiguitos y con las mamás nos hicimos un grupo muy lindo también”. Izán es hincha de Boca, como ella, y socio del club. “Cada vez que podemos vamos juntos a la Bombonera. Al debut de Paredes fuimos. Nos cantamos todo”.

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Tanto tiempo después, el caso sigue impune. María Belén contó que no hay detenidos, el arma que le robaron jamás apareció y el auto con el que la atropellaron tres veces apareció quemado poco después del ataque. La causa continúa abierta, pero no hubo avances significativos y ella ya no espera justicia.

En lo económico también quedó desprotegida. Mientras estuvo en rehabilitación, cobró un subsidio, pero al ser pasada a retiro ese ingreso fue dado de baja. Tuvo que asesorarse legalmente para poder volver a percibirlo. Como si fuera poco, la casa que le habían prometido en Ezeiza nunca se concretó: “Hace seis años que estoy alquilando”.

Y las huellas físicas también quedaron: “Sí, tengo cicatrices. Pero las tapé con tatuajes: los nombres de las personas a las que amo y, por supuesto, algo de Boca”. Lo que no puede tapar, ni borrar de su mente, es todo lo que sufrió. Pero tampoco pierde de vista todo lo que es capaz de hacer. Y la sigue peleando.

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