Los 80 años de Hugo Gatti: la historia detrás del día que cumplió su sueño de jugar de delantero con Boca al borde de la quiebra

Buenos Aires. Deportes
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17 de agosto de 2024

El Loco fue parte de la primera era dorada del club de la Ribera pero también sufrió la debacle institucional de la década del 80. Las excentricidades de un arquero que marcó una época y se autodenomina como el mejor de todos.

Este lunes 19 de agosto, en el día de su cumpleaños número 80, Hugo Gatti no podrá decir que es el mejor arquero de la Argentina, como insistió en proclamar sin ponerse colorado durante más de un cuarto de siglo. Sin embargo, incluso a una edad que intenta disimular con los cabellos largos y las ropas juveniles, todavía estará en condiciones de enorgullecerse: algunas de sus marcas siguen vigentes y, sobre todo, su estilo acabó por hacer escuela y prevalece entre los ocupantes del puesto más ingrato.

Gatti, el Loco o el Beatle, un personaje de leyenda

Hugo Orlando Gatti se crió en los campos despoblados de Carlos Tejedor, en la provincia de Buenos Aires, y le costó mucho acostumbrarse a las formas y los tiempos de la gran ciudad, pese a que el cordobés Carlos Timoteo Griguol, su compañero de albergue en Atlanta, lo ayudó en ese difícil proceso de adaptación.

Debutó en la Primera del Bohemio con apenas 17 años, en 1962. Sus modelos eran Néstor Martín Errea y Amadeo Raúl Carrizo. Casualmente, o quizás no tanto, terminó por quedarse con el lugar de ambos. Errea era titular en Atlanta y pasó a Boca, para el que atajó en las finales de la Copa Libertadores 63. Carrizo fue y sigue siendo uno de los máximos símbolos de River Plate.

Hugo Gatti, Boca Juniors
Gatti con Diego Maradona como rival. Poco después, el Diez pasó de Argentinos Juniors a Boca y fueron compañeros.

Por aquellos años, en especial después de un par de actuaciones fallidas en la Bombonera, surgieron algunos reproches para el notable Amadeo y se le empezó a buscar reemplazante. El elegido fue ese pibe atrevido, declarante audaz, que se destacaba en Atlanta. Así desembarcó el Loco en Núñez.

River llevaba más de una década sin vencer a Boca como visitante, largo período que incluyó derrotas en tramos decisivos de campeonatos. Cortó la racha en 1966, por 3-1, con Gatti en la valla. No se amedrentó el joven portero pese a las cargas de Alfredo Rojas o Antonio Rattin en cada centro al área y ese domingo de marzo se ganó el respeto de propios y extraños.

El pase de Hugo Gatti a Gimnasia

Pese a las incorporaciones y a la calidad de sus planteles, River no lograba conquistar un título. En cada mercado de pases traía figuras con la ilusión de que lo impulsaran a conseguir un objetivo negado desde 1957. El Loco no sobrevivió a la ola de recambio. En 1968 fue enviado a Gimnasia y Esgrima en trueque por el chaqueño Hugo Raúl Carballo, un arquero más serio, tradicional, postulado como sustituto definitivo de Carrizo.

Para Gatti fue el espaldarazo que necesitaba su carrera. En el Bosque platense cobró estatura de ídolo. No se cuestionaban sus excentricidades, los colores llamativos de su indumentaria ni el uso de vinchas para sujetar su larga cabellera. Hasta se le permitía que filmara avisos publicitarios, toda una rareza a principios de los 70, promocionando una vieja bebida alcohólica. Nunca le faltó smowing al Loco…

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Del Lobo pasó al recién ascendido Unión, en 1975, solicitado por Juan Carlos Lorenzo. Fue una temporada en la que confirmó su nivel y preparó el aterrizaje, junto con su admirado Toto, en el club del que siempre fue hincha: Boca Juniors. La gente lo recibió con los brazos abiertos. El Jugador Nº 12 lo quiso siempre, hasta cuando estaba en la vereda de enfrente.

Un referente del Boca multicampeón

Con Boca Juniors logró los títulos que terminaron de otorgarle brillantez a su carrera: dos Metropolitanos, un Nacional, dos Copas Libertadores y una Intercontinental, en todos los casos con actuaciones clave en instancias definitorias. Lo ayudó una de las mejores defensas de la historia xeneize, con el Tano Pernía de 4, Pancho Sá más Roberto Mouzo en la zaga central y el Conejo Tarantini o Miguel Bordón como laterales izquierdos.

Fue parte de la primera era dorada del club pero también de una etapa caótica. En 1984, Boca estuvo al borde de la disolución institucional. En medio de los desmanejos dirigenciales, se afrontó una gira insólita, que llevó al equipo a jugar partidos en días consecutivos en Europa ante la necesidad de recaudar dinero para evitar la quiebra.

Hugo Gatti, Boca Juniors
La imagen de El Gráfico con Hugo Gatti como jugador de campo.

Fue en ese contexto donde Gatti sufrió la peor derrota en la historia del club, un 9-1 del Barcelona en la Copa Joan Gamper. Y un par de semanas más tarde, cuando la recorrida llegaba al final en Los Angeles, pudo darse un gusto como parte del caos: al no tener más alternativas disponibles, el DT brasileño Dino Sani le dio la chance de jugar casi 20 minutos como delantero contra Atlas de México. Incluso estuvo cerca de hacer un gol.

En Boca se quedó hasta 1988. Lo retiró un gol de Deportivo Armenio y la aparición de otro fenómeno bajo los palos: Carlos Fernando Navarro Montoya, heredero de su estilo y continuador de algunos de sus preceptos, como la de Dios (brazos abiertos frente al delantero) para tapar los mano a mano. 

Hugo Gatti, Boca Juniors
La etapa final de Gatti en Boca: jugó su último partido el 11 de septiembre de 1988.

Dejó el arco azul y oro a los 44 años. Es aún hoy el futbolista que jugó hasta más avanzada edad y, con 765 oficiales, el que más partidos disputó en nuestro país. En semejante recorrido nunca esquivó las polémicas: desde las primeras con Carrizo hasta las más resonantes con Maradona, a quien se animó a tratar de “gordito” antes de que le metiera cuatro goles con la camiseta de Argentinos Juniors.

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Su locuacidad no se atenuó fuera de las canchas. Carlos Bilardo, Román Riquelme y el propio Leo Messi fueron alguna vez blanco de sus dardos. No es seguramente el aspecto más elogiable, pero hizo tanto dentro de los campos, fue tan innovador y magistral, que sus declaraciones más antipáticas merecen el perdón del olvido.

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