Tiene 18 años y practica el budismo: quién es Valentino Destéfano, el arquero de Claypole al que su religión le cambió la vida
Su vida tuvo un cambio en un cuadro de depresión. Asegura que su “misión” es recuperar los valores del deporte: “A través del cambio de mi corazón, ¿por qué no puedo cambiar el corazón del fútbol mundial?”.
Se lo podría definir, sin dudas, como uno de esos “bichos raros” del fútbol que cada tanto aparecen e, inevitablemente, se vuelven noticia. Valentino Destefano tiene 18 años, es el arquero de la reserva de Claypole y se destaca por practicar el budismo, lo que le permitió salir de una depresión que sufrió. Y ahora, también por medio de esa religión, se propone erradicar la violencia que hay en su deporte.
Su relación con el budismo terminó de estrecharse a partir de un hecho particular que tuvo que vivir -y sufrir- en su carrera, cuando pasó de su ex club, Talleres de Remedios de Escalada, a Claypole. En ese momento, y por un tema administrativo, quedó inhabilitado por la AFA y estuvo sin jugar durante un mes.
“Esa situación me generó mucha ansiedad. Vivía con depresión y estaba muy triste. Hasta llegué a perder la pasión y me empecé a preguntar quién era. Ahí me metí de lleno en el budismo”, recordó.
Su relación con los compañeros de Claypole
Y siguió su relato: “Al mes, no sólo estaba jugando, sino que mis compañeros me eligieron como capitán, lo cual tiene un premio doble. Salimos campeones con mi división, me subieron a Reserva, fui campeón invicto y tuve entrenamientos con la Primera. ¿Cómo no decir con orgullo que soy budista y cómo no compartir esta filosofía con la experiencia que me tocó vivir?”.
Su trayectoria comenzó en las inferiores de Banfield, y también tuvo un paso por Brown de Adrogué. Ahora, en el Tambero, donde espera poder afianzarse en el equipo de Primera, llama la atención de sus compañeros, quienes lo bautizaron El Buda.
“En los viajes que hago con el club algunos me ven leyendo y me preguntan. Ya de por sí es raro que un futbolista esté leyendo, y más que sea un libro budista japonés”, dijo en una de las entrevistas que brindó.
Y contó: “Obviamente que las cargadas me las iban a hacer, pero hay algunos que están interesados. Fue una prueba para mí, porque tenía un carácter complicado, no toleraba que me cargaran. También pude reflexionar que a quienes me gastan también les haría muy bien practicar budismo. A mí me ha dado una tranquilidad espiritual”.
Orgullo por todo lo que le aportó la religión, destacó que “me permitió encontrar la mejor versión de mi mismo y no ser víctima de las situaciones. Estoy tranquilo y enfocado en lo importante: antes, me metían un gol, me ponía a llorar y veía todo negativo. Hoy me pueden hacer 200 goles, me puede ir mal, pero mi temperamento no va a cambiar”,
Para el arquero, la respuesta siempre es el budismo
Además, consideró que “lo que pasa es para forjar al mejor Valentino del futuro. Por eso, trato de ser budista las 24 horas, ya que mi vida está en constante cambio”.
Para el arquero, el budismo es “una religión que promueve la paz” y que no permite que entre la violencia ni que sus compañeros la ejerzan: “Siempre que puedo, pido dialogar con el árbitro y mis rivales. Creo que debemos fijarnos primero en lo que uno está haciendo mal y después corregir, pero desde un lado del aliento”.
Cuando se le consultó por sus anhelos, respondió que “con todas estas herramientas que me ha dado la práctica de budismo no me limito a soñar. Y si me preguntás, te contesto: ¿Por qué no ser el arquero de la selección argentina y por qué no atajar en los mejores clubes del mundo?”.
Pero, más allá de eso, aseguró que “mi máximo sueño, o mejor dicho mi misión, es cambiar el corazón del fútbol. Hoy vemos un deporte muy violento, se han perdido los valores del juego. Y por qué no, a través del cambio de mi propio corazón, pueda cambiar el corazón del fútbol mundial”.
Actualmente, Valentino es miembro de la organización Soka Gakkai, y en su casa de José Mármol tiene un altar en donde hace sus oraciones (Nam Myoho Renge Kyo) dos veces al día. Por la mañana, para “garantizar el triunfo en el día” y por la noche, “para agradecer”.
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