La tragedia de Félix Orte: el ídolo de Banfield y un crimen en Lomas de Zamora que sigue impune
Oriundo de La Pampa, fue un delantero que brilló en el fútbol argentino: campeón con Rosario Central, logró ascensos con Racing y el Taladro. La noticia de su crimen -aún no resuelto- sorprendió una madrugada de 1989.
Félix Lorenzo Orte nació el 2 de junio de 1956 en Catriló, un pueblo ubicado a 85 kilómetros de Santa Rosa, capital de La Pampa, y siempre se mostró orgulloso de ese origen. De chico ya era un apasionado por el fútbol, tal es así que llegó a jugar hasta pateando una vejiga de vaca, “con forma de pelota de rugby pero más liviana”, describiría años más tarde.
Su familia se instaló en Temperley cuando tenía 13 años. Allí su padre decidió probar suerte con el oficio de panadero. Félix trabajaba a su lado cuando se unió a un equipo de papi fútbol. Era un divertimento después de una jornada laboral de 17 horas, hasta que llegó el momento de las pruebas en clubes importantes.
Taladró hasta ser fichado
Orte arrancó por el club de su nuevo barrio: quedó en Temperley pero él mismo desistió de jugar en el Gasolero, ya que rechazaron a un amigo suyo con el que había ido a probarse. Luego fue el turno de Independiente, donde la rompió en las prácticas pero el técnico Pipo Ferreiro, uno de los máximos ídolos de la historia del Rojo, le dijo que no.
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Tuvo una prueba en Banfield. No jugó como esperaba, lo rechazaron e intentó quedar en Racing. Pero como ya le había sucedido anteriormente en la otra vereda de Avellaneda, no tuvo éxito. Las esperanzas de Orte se esfumaban, pero insistió en el Taladro y finalmente fue contratado por Banfield.
El ahijado de Pedernera
El ascenso del Pampa fue veloz. Pasó rápidamente por las Inferiores hasta que comenzó a entrenar con Reserva y Primera. Transcurría 1972. Banfield descendió aquel año por tercera vez en el profesionalismo. Tres temporadas más tarde llegó el momento del debut de Félix, de la mano de Héctor D’Angelo, en el marco de una de las tantas huelgas del fútbol argentino.
Todavía seguía mechando el fútbol con la panadería, hasta que el presidente banfileño Valentín Suárez fichó a un prócer del fútbol como Adolfo Pedernera. El viejo maestro apadrinó a Orte e incluso se lo llevó a vivir a la casa. Su nuevo DT lo aconsejó para que se dedicara por completo al deporte y le cambió la posición en la cancha: le sacó la número 9, le dio la 7 y lo mandó de wing derecho. Ya con 20 años, Orte fue importante para el Banfield que llegó a cuartos del Torneo Nacional, donde cayó con Boca, luego campeón en una recordada definición contra River.
La camiseta, siempre a bastones
Su gran campeonato en Banfield llamó la atención en Rosario. Tras un irregular 1977, Félix Orte fue vendido a Central en 80 millones de pesos de la época, de los cuales el delantero destinó 1.200.000 para la cantera del Taladro. Bajo el ala de Ángel Tulio Zof, Orte se destacó en un año que tuvo al Canalla protagonista del Metropolitano y el Nacional (perdió en semifinales contra Vélez y River, respectivamente).
Mientras pasaba de la verde y blanca a la azul y amarillo, otra camiseta a bastones apareció en la vida de Orte: por sus buenas actuaciones en Banfield, el entonces DT de la Selección, César Luis Menotti, lo convocó para algunos partidos. En 1979 se dio el gusto de jugar junto a Diego Armando Maradona un amistoso ante el seleccionado cordobés.
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A pesar de no concurrir a la gira europea de aquel año, Orte siguió destacándose en Central y en 1980 le llegó su primer campeonato: el Canalla se consagró campeón del Nacional ante Racing de Córdoba. En ese equipo jugaba Omar Palma, un histórico de la Academia. Ese título le abrió las puertas a disputar la Copa Libertadores 1981, en la que Félix jugó cinco partidos y convirtió tres goles. Los rosarinos no pudieron superar la primera fase, en épocas de un solo clasificado por grupo.
Olavarría y Avellaneda
El Nacional de 1982 encontró a Orte viviendo una experiencia diferente. El hasta ese momento desconocido Loma Negra de Olavarría, financiado por Amalia Lacroze de Fortabat, comenzó a contratar jugadores importantes y el pampeano fue uno de ellos. El equipo realizó un gran torneo y finalizó en el tercer puesto, por debajo de River y el Ferro de Griguol, que se quedó con el título.
De allí fue a parar a Racing, club que lo había rechazado una década antes. La Academia estaba en una situación comprometida que no pudo revertir ni siquiera con el legendario Juan José Pizzutti en el banco: descendió por primera y única vez en su historia. A pesar de ello, Orte se quedó los dos años en la B hasta que en 1985, octogonal mediante, se logró el ascenso.
El retorno a Banfield del hijo pródigo
El nuevo DT de Racing, Rogelio Domínguez, le dijo que no lo iba a tener en cuenta y Orte tuvo que buscar nuevos (viejos) horizontes: volvió a Banfield, donde se encontraba el entrenador que lo había hecho debutar. El Taladro estaba en la B Nacional y pudo regresar a Primera en parte gracias a los goles y el temperamento de Félix, quien dejó la banda y volvió a ser centrodelantero.
A pesar de un recordado golazo que le hizo a un Hugo Orlando Gatti que estaba al borde del retiro, la temporada 87/88 fue mala y Banfield volvió a descender. Se quedó para jugar en la B y hasta llegó a asumir el doble rol (jugador y DT) durante más de un tercio del campeonato. Su último partido fue en la fecha 37 ante Deportivo Maipú. A mediados de 1989 se fue a El Porvenir.
El asesinato de Félix Orte, inesperado e impune
En la madrugada del 19 de noviembre de 1989, Félix Orte regresó a su casa luego de una fiesta familiar junto a su familia. Salió al patio y unos minutos después fue baleado en la cara. Recibió un impacto que le ocasionó una muerte instantánea.
Su mujer reconocería luego al presunto autor del disparo. La coartada del sospechoso, sin embargo, fue corroborada y no se contaba con más testigos, por lo que fue sobreseído por falta de pruebas. Nunca se pudo determinar el motivo, aunque se especuló con que haya sido una muerte por encargo. ¿Alguna deuda, una infidelidad, una disputa barrial, una trágica confusión? El misterio perdura.
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El asesinato de Félix dejó sola a su mujer, con un nene de nueve años y una beba de meses. El fútbol perdió a un delantero que marcó una época (más de 100 goles en casi 500 partidos) y dejó una huella en sus compañeros y en la gente, que lo recordarán por siempre.