A caballo de Pilar a Nueva York, el increíble desafío de Alvaro Biderman: «Es el sentido de mi vida»
El joven de 24 años ya está en camino, junto a tres animales. Su objetivo es unir los centros de equinoterapia de América y plantar árboles durante el recorrido. No se puso plazos, solo quiere disfrutar su experiencia espiritual.
Alvaro Biderman es vecino de Pilar y cuando terminó el secundario ya tenía en claro algo: los caballos eran su gran pasión. Con 17 años, se fue a trabajar como peón a un campo y durante un año ese contacto con la naturaleza marcó su vida. Hoy, a los 24, también tiene otra certeza y por eso se embarcó en una locura total: ir cabalgando desde su pago chico hasta Nueva York, una descomunal travesía de 20.500 kilómetros.
El objetivo es ir uniendo los centros de equinoterapia de toda América y plantando árboles argentos durante el recorrido.
Solo hay un antecedente de semejante proeza: Álvaro quiere emular la travesía de Aimé Félix Tschiffely, un profesor y escritor suizo naturalizado argentino que en 1925 logró recorrer, también a caballo, esos mismos miles de kilómetros. Los dos animales que lo acompañaron ya son un mito nacional: son Mancha y Gato, y están embalsamados en el Museo Histórico de Luján.
El sueño de Alvaro Biderman ya está en marcha
Biderman arrancó con su viaje el domingo pasado desde Pilar no con dos sino tres hermosos caballos criollos: El Moro, Carozo y Metemiedo, a quienes eligió cuidadosamente en tres estancias de la provincia de Buenos Aires. Ellos lo acompañarán durante el tiempo que dure la aventura, que no tiene grandes pautas ni organización, salvo prestarle mucha atención a lo que indique el corazón de Alvaro.
Alvaro explicó que su objetivo es mostrar «el poder sanador que tienen los animales, que es mucho más del que creemos, y visibilizar el trabajo de los centros de equinoterapia». Además, busca inspirar a las personas a acercarse a los caballos y a cuidar del planeta. «Es mi sueño más profundo, es mi destino y mi sentido de vida: en mi paso por el planeta tierra, quiero dejar algo mejor en el mundo», expresó.
En diálogo con TN, el joven de Pilar detalló que otro de los motivos es también «visibilizar el trabajo de los centros de equinoterapia; e inspirar a las personas a que se acerquen a los caballos».
A pesar de los desafíos y los miedos, Álvaro se siente motivado y preparado para enfrentar cualquier obstáculo, sobre todo lo referido al bienestar de los animales. «Yo los tengo que cuidar, porque soy el ser humano y el líder consciente que los involucró en esta travesía, y eso conlleva un montón de responsabilidad. Me lo tomo como mi sueño, estoy jugando, pero responsablemente», asegura con convicción.
Para ello, con algunas empresas que lo ayudan en su viaje, se capacitó en diversas habilidades necesarias para el viaje, como el cuidado y la herradura de los caballos, así como primeros auxilios.
Para seguir de cerca su aventura, Álvaro documentará todo el viaje a través de su canal de YouTube (@AlvaroBiderman), donde compartirá cada paso de esta increíble travesía, mostrando el impacto de los centros de equinoterapia y la importancia de cuidar nuestro planeta.
En las últimos días, publicó el primer video de su canal de Youtube donde mostró su primer encuentro con los caballos que los acompañarán en la aventura, se refirió al porqué de esta aventura y habla de su fuerte creencia religiosa en Dios.
Daddy Yankee en San Martín: cómo será su singular show gratuito en la cancha de Chacarita
«Yo siempre fui un soñador anarquista absoluto, de la vida, de los límites. Me hicieron creer que era un problema, pero era mi espíritu, mi fogosidad interna que me decía que no era por ahí. Creo en Dios profundamente. Él tiene un plan para nosotros, escrito, que lo escribió antes de pensarte y que nazcas. Creo en el libre albedrío», cuenta
Además, reflexionó: «Tenés dos caminos en la vida: seguir el camino de la mente (del sistema) o del corazón. Cuando seguís el del corazón ahí te conectas con el destino que el plan supremo que dios pensó para vos y eso se llama plenitud».
«Siento que la incertidumbre y también el miedo es parte del camino, y tampoco tengo un tiempo, si alguna playa me gusta me puedo quedar tres o cuatro meses. No quiero llegar rápido, quiero llegar lejos», explica sobre las pautas que tiene para un viaje que, según sus «no cálculos», le podría demandar entre seis y siete años.
Hacé tu comentario