El Beto Alonso y el día del primer gol que no fue festejado: la historia del aplauso más raro del Monumental

Buenos Aires. Deportes
·
4 de enero de 2025

Considerado uno de los ídolos máximos de River Plate, tuvo sin embargo conflictos con el club durante su carrera como futbolista que lo llevaron a otros horizontes. El zurdo cumple 71 años.

En esta época de prestigios tan fugaces, Norberto Alonso acredita un mérito infrecuente: la perdurabilidad. Es ídolo de River Plate hasta para quienes ni siquiera habían nacido cuando él dibujaba con una zurda prodigiosa escenas que lo ubicaron a la altura de los volantes ofensivos más grandes en la historia de nuestro fútbol.

El Beto, del Conurbano a Núñez

Norberto Osvaldo Alonso nació el 4 de enero de 1953 en Florida, provincia de Buenos Aires. Su familia se radicó en Los Polvorines, entonces municipio de General Sarmiento y hoy partido de Malvinas Argentinas. Allí lo descubrió Carlos Palomino, un cazador de talentos precoces cuando esa labor era estrictamente artesanal.  

En el club desde los nueve años, Norberto Osvaldo empezó a llamar la atención desde chico. A los 17 le llegó la chance de mostrarse en Primera, en un amistoso. A los 18 fue la hora del debut oficial, una derrota 2-1 en Villa Crespo, el 8 de agosto de 1971, ante un Atlanta consolidado en la máxima categoría.

Beto Alonso, Norberto Alonso, River Plate, Vélez Sarsfield, Alfredo Di Stéfano
Alfredo Di Stéfano -en la foto con Reinaldo Merlo- se peleó con el Beto Alonso y el ídolo debió irse.

Valdir Pereira -brasileño, de pegada estupenda, bicampeón del mundo, fumador empedernido y conocido en el ambiente futbolero como Didí- fue responsable de promoverlo al equipo principal junto con otros dos muchachos un poco mayores, Reinaldo Carlos Merlo y Juan José López, con los cuales terminaría formando una emblemática mitad de cancha.

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En la siempre exigente platea San Martín había expectativa de que ese zurdo fino, de movimientos elegantes y cabello largo, pudiera ayudar a cortar la década y media de sequía que arrastraba River. La primera fecha del Metropolitano de 1972 aumentó la ilusión: frente a un Vélez poderoso, que alineaba en ataque a Ermindo Onega y Carlos Bianchi, River ganó 5-3 en un partidazo, con tres goles del Beto Alonso.

La decepción fue rápida y mayúscula. En las fechas siguientes el Millonario recibió palizas dolorosas: Rosario Central en Arroyito, Boca y San Lorenzo de Almagro en el Monumental lo vencieron por 4-0, de manera humillante, por momentos con baile. El moreno Didí pagó los platos rotos de aquella hecatombe.

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River se recuperó en el Nacional y llegó a la final, donde cayó ante el Ciclón dirigido por Juan Carlos Lorenzo. Al Beto le quedó el consuelo de un gol legendario a Pepé Santoro, en un 7-2 al Independiente campeón de América. Fue parecida la acción previa a una que no logró culminar Pelé en el Mundial de México.

Beto Alonso y la Selección

Argentina sorprendió a principios de 1973 con un 3-2 de visitante a Alemania, integrado por la base que un año después se consagraría en su país. Alonso le metió un golazo de tiro libre a Sepp Maier, uno de los mejores arqueros del planeta. Uno similar le convirtió a Rubén Sánchez en un Superclásico del Metropolitano de 1975, el que le sirvió al Millonario para quebrar la larga racha sin títulos iniciada después del conquistado en 1957.

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Alonso y el momento cumbre en River, con la Copa Libertadores de 1986.

Un miembro de aquel plantel, Ángel Amadeo Labruna, fue el técnico que hace medio siglo le devolvió la alegría a River y por duplicado. Alonso, autor de 20 goles en el primero de los dos títulos, siempre lo recuerda como el DT más decisivo en su carrera.

El viaje a Francia y el Mundial 78

Olympique Marsella se interesó por los servicios de ese 10 talentoso y hacia allá fue Norberto en 1976. De reojo seguía las convocatorias de César Luis Menotti, quien delineaba la nómina para 1978. En un período de sobreabundancia en el puesto, Alonso se ganó un lugar y tuvo una entrada clave en la victoria inicial ante Hungría.  Después, insólitamente, se lesionó al rato de haber ingresado contra Francia y no sumó más minutos en el primer campeón mundial de Argentina.

Entre 1979 y 1980 fue ostensible el dominio de la banda. Con una columna de notable jerarquía, en la que se destacaban Ubaldo Matildo Fillol, Daniel Alberto Passarella, Leopoldo Jacinto Luque y lógicamente el propio Alonso, los dirigidos por Labruna conquistaron tres torneos en fila.

La pelea con Di Stéfano y el primer gol no gritado

River volvió a festejar en el Nacional de 1981, pero la celebración fue menos efusiva que las anteriores por la ausencia de Alonso entre los 11. El entrenador Alfredo Di Stéfano, hombre de carácter fuerte, lo había dejado fuera. Esa resolución provocó la segunda salida del Beto, esta vez con destino a Vélez Sarsfield.

Aunque sea difícil de comprobar, es factible que Alonso haya patentado el no grito de un gol frente al ex club. Fue en el Metropolitano de 1982, cuando un tanto suyo (Bianchi y Víctor Lucero marcaron los restantes) sirvió para que los de Liniers ganaran 3-2 en el Monumental. “Cuando hice el gol, me temblaron las piernas”, dijo Alonso en el vestuario aquel 17 de agosto.

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El Beto Alonso en la actualidad: cumple 71 años.

Más tarde, en su libro El Beto, ofreció más detalles: “Cuando tuvimos que jugar contra River, todos los periodistas me preguntaban qué iba a pasar si tenía una posibilidad de convertir un gol. ‘Yo soy un profesional -les decía-, si Vélez me abrió las puertas y me hizo un contrato, si tengo que hacerle un gol, dos goles o tres goles a River se los voy a hacer. Si no, sería un mal profesional’. Y llegó el día en que le hice un gol. Para colmo fue un gol bárbaro. Vino un centro de Pino Hernández, cabeceó y se la cambio de ángulo al Pato Fillol por arriba. Un golazo. Entonces, como venía con el envión, me quedé tendido en el piso. Me venían a saludar los muchachos, pero yo estaba duro. Pensé ‘¿qué hice?’. Y no lo grité, porque no lo sentía. El tema no fue hacerle un gol al Pato, sino a River. Está catalogado como el primer gol no gritado, al menos en el fútbol argentino”.

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“Me fui de la cancha con mis chicos que habían ido a verme, en el camino me puse a llorar y no paré hasta llegar a mi casa -agregó Alonso-. Me agarró un ataque de llanto; mis pibes no entendían nada”.

En 1984, en un momento difícil de la institución, el Beto volvió y se dio el gusto de levantar en 1986 la primera Libertadores y la única Intercontinental de River. El ídolo aún vigente no podía faltar en esas dos fotos inolvidables.

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