Mujeres en Malvinas: la historia de la vecina de San Isidro que salvó vidas durante la guerra
Silvia Barrera (61), instrumentadora quirúrgica, viajó a las islas con 23 años. Atendió a 300 heridos y participó de 30 cirugías en el frente de batalla. Es la mujer más condecorada de las Fuerzas Armadas.
Silvia Barrera tenía 23 años cuando decidió anotarse para viajar a las Islas Malvinas el 7 de junio de 1982, después de que las Fuerzas Armadas abrieran una convocatoria de instrumentadoras quirúrgicas para ampliar el personal de salud en el frente de batalla. Ella, que trabajaba en el Hospital Militar Central de la Capital Federal, fue una de las seis mujeres que se inscribieron entre las 35 que se desempeñaban allí.
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Pasó por la peluquería a cortarse el cabello, pero no llegó a achicarse la ropa militar de hombre que le dieron para la que, por aquellos días, ella consideraba una «aventura» para su profesión. «Con las chicas veíamos películas de amor en guerras y pensábamos que nos iba a pasar eso. Cuando llegamos, la realidad era muy diferente a la ficción. Todos estaban en shock de ver a las primeras mujeres vestidas de militares. Las mujeres todavía no formábamos parte de las Fuerzas Armadas. Éramos civiles», recordó.
Silvia, junto a Susana Maza, María Marta Lemme, Norma Navarro, María Cecilia Ricchieri y María Angélica Sendes, debieron atender a los heridos en el Rompehielos ARA «Almirante Irizar». Atendió a más de 300 soldados y realizaron unas 30 cirugías en los últimos diez días de batalla. Recordó aquel 14 de junio en que el Irizar quedó envuelto en el humo por un feroz bombardeo inglés. «Estábamos con 300 hombres que, al perder la guerra, se derrumbaron. Tuvimos que hacer de hermanas, madres y tratar de apuntalarlos”, dijo. Tras cuatro días como prisioneros de Gran Bretaña, regresaron en el barco al país.
La lucha por visibilizar a las mujeres de Malvinas
Ahora, al cumplirse cuatro décadas del inicio de la Guerra de Malvinas, Silvia tiene 61 años y sigue trabajando en el Hospital Militar. Para ella, el centro asistencial y la causa de Malvinas representan la misma importancia que su familia. Tanto, que pasa poco tiempo en su casa de San Isidro, en el norte del Conurbano. Cuando no desempeñando sus funciones laborales, está viajando a otras ciudades y provincias para dar charlas en escuelas, universidades y otras instituciones.
En diálogo con Zonales, Silvia confesó que ha encontrado «mucho desconocimiento e ignorancia», no sólo sobre la historia de Malvinas sino sobre cuestiones de información general y mucho menos sobre la presencia de mujeres durante el conflicto bélico. Incluso confesó que desde un ministerio «no sabían que hubo mujeres en la guerra». Esa es una batalla que libra desde que volvió al país. Igual, valora: «En las escuelas noto mucho interés de los chicos en saber, y eso está bueno».
Sin embargo, lo peor de lo que le dejó la guerra sucedió apenas volvió a la Argentina. «Cuando llegué, un amigo quería que nos juntemos a comer para que le cuente todo lo vivido en Malvinas y me dolió ver como la gente seguía con su vida. Acá me encontré con la realidad de que lo que pasó en las islas no importaba», contó.
Consciente de que su historia la contará hasta el último de sus días, Silvia confesó que «hay veces cuando, después de varias charlas en un día o en varios días seguidos, uno se abruma, se agobia. Y alguien te pregunta algo que te hace quebrar, que te hace revivirlo en carne viva. Yo viajo con algún otro veterano de guerra a las charlas y por más duros que sean, hay momentos donde se largan a llorar después de tanto contar lo mismo».
Finalmente, se refirió al rol de la mujer en ámbito militar y reconoció que aunque «han llegado a grados altos» y llegan por capacitación, «aún cuesta mucho demostrar que servís: entre una mujer coronel y un hombre coronel, muchos prefieren escucharlo a él». Silvia, siendo civil, es la mujer más condecorada de las Fuerzas Armadas pero igual sostuvo que «muchos varones me siguen ninguneando».