Jugó casi 300 partidos en Primera y fue acusado de encubrir a un hermano ladrón: el caso Laginestra
Alberto Oscar Laginestra pasó por Chacarita, Quilmes, Huracán y Banfield. Juan José, alias Pichón, lideró espectaculares golpes en los 60 y 70, hasta que fue muerto por efectivos de la Policía Boanerense.
La historia de Alberto Oscar Laginestra, futbolista de origen humilde y recorrido por varios clubes del Conurbano bonaerense, se parece a muchas otras, pero tiene una particularidad: estuvo preso por el supuesto encubrimiento de Juan José Ernesto, su hermano mayor, famoso ladrón de bancos en las décadas del 60/70 y experto para escapar de la cárcel. El que fue jugador todavía vive. El que se dedicó a la delincuencia fue abatido por la Policía Bonaerense.
El defensor Laginestra se formó en Chacarita. Estaba en gestación el mejor equipo de la historia del club. Tuvo una extensa campaña que incluyó Quilmes, donde asistió al debut de Ubaldo Matildo Fillol; Huracán y Banfield: alrededor de 300 presencias en Primera División. Sin la técnica fina de Silvio Marzolini o el remate furibundo de Ricardo Pavoni, los mejores en su puesto, era un marcador lateral izquierdo rendidor. El ladrón Laginestra se especializó en asaltos sin violencia a entidades bancarias. El robo al Banco Río, en 2006, recordó su modus operandi.
Las andanzas del hermano ladrón
El primer gran impacto de Pichón, nacido en la localidad santafesina de Coronel Bogado y criado en Villa Soldati, fue en 1959, cuando desvalijó una oficina de Segba en Rosario y se llevó 800.000 pesos. Dueño de una innegable creatividad, la usaba para el delito y, en caso de que lo atraparan, para evitar los encierros prolongados. El 25 de mayo de 1973, aprovechando la amnistía a presos políticos dispuesta por el gobierno del Frente Justicialista de Liberación, se evadió del penal de Villa Devoto.
Por más que el motivo de su detención no haya sido justamente la lucha contra una dictadura militar, se le atribuye una frase dicha a los clientes de un banco en ocasión de uno de sus atracos: «Quédense tranquilos, nosotros no les robamos a ustedes sino al Estado».
Personaje de película, que extrañamente todavía no la ha tenido, de Laginestra se cuentan anécdotas que suenan inverosímiles, pero algunas son ciertas. Por ejemplo, su banda había reciclado un camión cisterna y lo convirtió en una especie de aguantadero móvil que le servía para huir después de un golpe. Adentro había comodidades propias de una vivienda, como para que los muchachos se relajaran luego del stress de sus fechorías. También se destaca el trato cordial a las víctimas. Por algo lo bautizaron El Aristócrata del Hampa.
Preso por encubrir al hermano
Sobre la avenida Nazca, cerca de la zona céntrica de Villa del Parque, había un Banco Popular Argentino. Una agradable noche primaveral de 1968, Laginestra y cuatro secuaces ingresaron a una casa contigua, habitada por un matrimonio. Maniataron a los dueños y esperaron a que se hiciera de día para saltar la medianera, ingresar a la sucursal, inmovilizar al guardia después de disparar un tiro al aire y evadirse con 23 millones de pesos. Para ese momento, una fortuna (hoy también, al margen de todos los ceros perdidos en el camino).
Los ladrones actuaron con sus caras cubiertas por pañuelos, de modo que se tornaba difícil identificarlos, pero las características de la operación llevaron a los investigadores a sospechar de Laginestra. Por eso se decidió la detención de Alberto Oscar, bajo el cargo de encubrimiento. Alberto afirmó no saber nada sobre el paradero de Juan José. Probablemente lo ignorara. A los pocos días, ante la falta de pruebas en su contra, recuperó la libertad.
Su hermano, tal vez insatisfecho por el botín o cebado por la facilidad con que habían actuado, volvió a pegar dos semanas después, en la sucursal Arroyito del Banco Nación. Después de ese robo lo detuvieron en un conventillo de la calle Azopardo, cerca del diario Crónica, que solía reflejar con gran titulares y despliegue sus andanzas.
Pichón Laginestra fue muerto por la Policía Bonaerense en 1986, en Villa Ballester. Él y dos cómplices, uno también caído, acababan de asaltar la fábrica de medias Silvana, justo el día de pago de la quincena a los empleados. Se comentó que no estaba armado. Su hermano cada tanto lo recordará, seguramente, en alguna de las tranquilas caminatas que suele hacer por las calles de San Martín.