Copetín Fiat, el increíble bodegón de Caseros que inventó el sánguche más raro y celebra sus 60 años con una fiesta en la calle
El restaurante que nació con la llegada de la fábrica de autos italiana al barrio sigue en manos de la familia Papaianni. Mañana cortarán la esquina de Wenceslao de Tata y Cervantes para tirar la casa por la ventana.

Este sábado 9 de agosto el bodegón Copetín Fiat de Caseros hará una fiesta en la calle por sus 60 años de vida.
Siempre firme en una de las cuatro ochava de la esquina de Wenceslao de Tata y Cervantes, en Caseros, Copetín Fiat nació en 1965, un lustro después de que la empresa que le dio el nombre llegó a la Argentina. Se mantuvo dándole de comer a miles de trabajadores de la fábrica que funcionaba frente a su persiana hasta que la planta se vino abajo en 1982. Pero nada detuvo el ritmo de ese bodegón de barrio, que a fuerza de manjares simples y no tanto este sábado 9 de agosto celebra sus 60 años de vida haciendo una fiesta en plena calle.
La historia de este que explotó con el desembarco industrial italiano, se convirtió en bar notable y hoy sus seis décadas es una apología del laburante. Todo vino de la mano de la familia Papaianni. Arrancó con un tanazo total, Don Antonio, quien hoy sigue metiendo las narices aunque haya dejado todo en manos de su hijo Gregorio. Beatriz Giannetti, la mamma del clan, también toma cartas en el asunto y se pone al hombro todo lo que está a su alcance.
«Seguimos tratando de mejorar lo que ya venimos haciendo. En el invierno, por ejemplo, siempre tenemos algún guiso o comida caliente que pueda resultar tentadora por el frío, pero tenemos en claro que no queremos perder la esencia de ser un lugar que brinda una rica comida a personas que trabajan todos los días», contó Gregorio, abogado, musico y gastronómico de alma.

El local no tiene mesas. Es un viejo copetín al paso. Un espejo enorme intenta agrandarlas perspectivas del lugar. Hay una barra con banquetas para entrarle a los platos calientes de los mediodías: arancinis (¿hay algo más rico y noble que un arancini?) buñuelos, fugazzetas, guisos, sopas, carnes, pastas, chorizos a la pomarola épicos y milanesas con puré que orillan los 10 puntos. La Pascualina no se queda ni una décima atrás.
Pero el producto estrella del Copetín Fiat es el «Comprimido», un clásico sánguche de jamón crudo y queso, pero con un invitado estrella: dulce de batata. La leyenda dice que los operarios de la Fiat tenían apenas 20 minutitos para recargar energías al mediodía, entonces pedían el almuerzo y el postre todo junto, «compresso». Traducido al criollo, comprimido. Y así surgió esa locura.

En sus mostrador de madera y vitrinas hay sifones, pizarras, almanaques, réplicas de Fiat 600, fotos viejas, radios, pizzaras con platos y precios escritos con tiza y, para que se vea bien, la declaración de Bar Notable que les dio a los Papaianni el municipio de Tres de Febrero en 2021. El piso es un damero, desde ya.

De los postres se encarga Daniela, la esposa de Gregorio, cocinera. Arrancó con macarons y profiteroles y terminó perfeccionando una receta de cannelés franceses que son una locura total. Hay de vainilla o limón, de pistacho rellenos con dulce de leche y bañados en chocolate amargo y hasta de vainilla y morcilla.
La fiesta callejera por los 60 años de Copetín Fiat
Toda esta historia -descripta caprichosamente en unos pocos párrafos que omiten miles de anécdotas- será tirada por la ventana mañana sábado a partir de las 10/11 de la mañana, cuando Copetín Fiat cope la calle para festejar sus 60 años de vida.
De arranque nomás cortarán la calle Cervantes para montar stands de cerveza, vermús, ginebra, fernets, tragos populares, vinos y amargos. También habrá un escenario para bandas de música que tocarán e vivo.

Habrá un menú fijo que anda por los $ 30.000 (incluye buñuelos de verdura, un plato de guiso casero, un «Comprimido», cannelé o tarta de ricota de postre y una bebida gaseosa) para el que se puede reservar antes de ir en este link. Coronando el área de los festejos habrá dos Fiat 600 y un 128 IAVA que bien podrían brillar en el Museo del Fitito, ubicado a pocas cuadras.
«Va a ser la primera vez que hacemos algo así y queremos que sea una celebración linda. Como siempre, con comida rica, buena onda y sorpresas. No queremos inflar el globo: preferimos que la gente venga y se sorprenda«, contó Gregorio. Y para definir a este pedazo del Conurbano enquistado en pleno Caseros cerró: «No somos un lugar con gran fachada, pero cuando entrás es como meterte en una cápsula del tiempo, con comida casera y atención de verdad».
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