Hincha de Colón, gran amigo de Soldán, rival de Samid y 3 veces presidente del Deportivo Morón
Virgilio Machado Ramos fue un personaje insoslayable del ascenso durante un cuarto de siglo. Aunque bajo su gestión el Gallito jugó por única vez en Primera División, tiene fieles y detractores por igual entre la gente del club.
El hombre iba de gala a ver al Deportivo Morón. Por si no le bastaran su nombre completo y su personalidad extrovertida, Virgilio Filadelfo Machado Ramos llamaba la atención junto al alambrado con ese pelo renegrido, los anteojos gruesos, la camisa multicolor y los zapatos relucientes.
Pese a que su simpatía original era por Colón, se encariñó con el Gallito. Tres veces fue presidente del club y en el primero de sus mandatos se dio el gusto de llevarlo, hasta ahora por única vez, a la máxima categoría.
Machado Ramos, de origen santafesino, se vinculó con el Oeste bonaerense por motivos laborales. Doctor en Ciencias Económicas, fue contratado por un frigorífico de la zona. Tenía antecedentes en el fútbol: había sido dirigente de Colón y representante de la institución en la AFA.
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Pronto hizo vínculos con las autoridades del Deportivo Morón. Una noche lo invitaron a una cena, con show y baile. También había rifas: compró 50 números y alguno de los comensales, lúcido en una mesa poblada de batallas vacías, dijo: «Este es el hombre que necesitamos».
No costó demasiado convencerlo para que asumiera como presidente del Deportivo Morón. Ambicioso en todos sus emprendimientos, admirador del boquense Alberto J. Armando, se propuso el ascenso, casi una utopía para una institución con apenas dos décadas de vida. En 1968, después de un reclasificatorio, el Gallito consiguió una plaza en Primera División.
El paso por la máxima categoría fue breve. Quedan como gratos recuerdos un empate 1-1 en La Plata con el Estudiantes de Osvaldo Zubeldía, que venía ser campeón intercontinental en Manchester, y la consolidación de Alejandro Estanislao Semenewicz, zaguero o volante que se consagraría en el Independiente copero.
Si nunca fue fácil subir, menos en esa época poblada de clubes convocantes en el Conurbano bonaerense. En 1970 a Morón se le escapó la chance del ascenso en un octogonal. En 1971 terminó séptimo. Machado Ramos, mirado con alguna desconfianza por sus manejos, decidió alejarse.
Ya se había transformado en un personaje público. Propietario de La Casa de Carlos Gardel, en la zona del Abasto, se volvió una referencia para los tangueros y cultores de la noche porteña. Estableció una relación de amistad con Silvio Soldán, por entonces conductor estrella de la televisión abierta.
Presidente del Deportivo Morón por segunda vez
A fines de 1979, con el club empantanado en Primera C, regresó a la conducción y logró otro ascenso. Un campañón en 1980 lo devolvió a la B. El equipo metió 82 goles en 38 fechas y apenas perdió dos veces, con Comunicaciones y Central Córdoba. Stagliano, Colombatti y los Romagnoli eran las figuras. Dirigía Mario Griguol, primo de Timoteo, y asesoraba el Toto Lorenzo, otro conocido de Virgilio.
En 1984 lo sucedió en la presidencia José Luis Capurro, el Pepe, un tipo del barrio, otro perfil, más acorde con la historia humilde y luchadora del Gallito.
Última gestión, ya con Samid como rival
La reestructuración del fútbol argentino en 1986 dejó al Deportivo Morón en Primera B, la tercera categoría. ¿Cómo hacer para pegar el salto a la B Nacional? Machado Ramos conservaba la fórmula. Lo volvieron a buscar. Y el hombre cumplió: en 1990, el Gallito, con Alberto Pascutti como ídolo máximo, se reinstaló en el segundo escalón.
En el Oeste del GBA, por entonces, ya se hablaba de Alberto Samid, el Rey de la Carne, baluarte de Carlos Menem en territorio bonaerense. Don Virgilio lo conocía por su actividad comercial. Y no le gustaba. Por eso insistía ante sus cercanos para que impidieran su desembarco en el Gallito.
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Machado Ramos falleció en 1993. Tenía 68 años y su último deseo fue una directiva: «Cuiden el club». El popular matarife terminaría llegando al Deportivo Morón en 2000, pero su accidentada gestión duró poco más de un año.
Aún hoy es posible encontrar exégetas y críticos de la obra de Virgilio Machado Ramos en Deportivo Morón. Su tránsito por la entidad no pasó inadvertido, igual que su vestimenta, sus declaraciones y, por supuesto, los títulos. «Soy el presidente de los campeonatos», solía repetir con legítimo orgullo.