El bailarín de San Miguel que siguió el legado de su abuela para dejar la pobreza y llegar a Europa
Marcos Quintana (42) fue abandonado por sus padres junto con sus tres hermanos. La abuela le inculcó su amor por la danza, en medio de una infancia complicada. Ya llevó su arte a Italia y este año viajará a Suiza.
Marcos Quintana (42) despide a sus alumnos de su casa de San Miguel. Allí funciona su escuela de baile, como la otra donde da clases, La Urdimbre, en Los Polvorines. Entre obras, ensayos y coreografías, este bailarín, reconocido en su ciudad y que se prepara para otra experiencia internacional, pasa sus días haciendo lo que ama. Seguramente en una realidad muy distinta a la que vivía de pequeño.
El rincón de Florencio Varela donde la vida se mueve al ritmo de los gauchos y los caballos
Lejos en el tiempo quedó aquella infancia dura en la que fue criado por su abuela Agustina luego de que sus padres lo abandonaran. Con ella, se crió en la extrema pobreza, una vida plagada de necesidades en las que, según recordó, «yo comía lo que mi abuela juntaba de la basura».
En ese contexto tan crudo, la danza emergió como un faro que atenuaba los problemas cotidianos. La pasión se la contagió su abuela, que «había sufrido violencia de género y no pudo cumplir su sueño de ser bailarina». Así, comenzó a estudiar en la Escuela Municipal de Folklore, hoy Escuela N°88 del barrio La Pinta, en ese distrito del noroeste del Conurbano.
«No teníamos plata para viajar en transporte público y caminaba 50 cuadras, de ida y de vuelta, junto a mi abuela y mi hermano menor. Teníamos muchas ganas de aprender, por eso no nos quejábamos de caminar tanto», recordó Marcos, que así se convirtió en bailarín.
Sus tres hermanos menores, de 34, 38 y 40 años, también están ligados al arte. «Un hermano toca el violín y baila flamenco, otro es director de cine en Europa y mi hermana estudia Bellas Artes», reveló.
Para él, el hecho de que su abuela los viera desarrollarse en el mundo de la danza fue «cumplir a través nuestro el sueño que ella no pudo». Y valoró: «Nos acompañaba a las obras, nos hacía las ropas. Siempre estaba al pie del cañón, fue la que más nos apoyó».
La llegada a Europa del bailarín de San Miguel
Luego de múltiples obras y de crecer y dedicarse a la danza, Marcos comenzó a incursionar en el armado de coreografías, algo que convirtió en su pasión. Estudió la Licenciatura en Composición Coreográfica en la Universidad Nacional de las Artes y, en 2018, viajó a Italia por primera vez como asistente coreográfico en la conocida obra «María de Buenos Aires», de Piazzolla y Ferrer, junto a varios bailarines de Argentina.
Fue un gran logro que tenía previsto extenderse a Bulgaria pero «el teatro que tenía la obra finalmente no se la vendió a los teatros búlgaros y no hubo posibilidad de llevarla allá».
Sin embargo, Marcos tuvo la chance de dar algunos seminarios de folklore a extranjeros en la ciudad de Bérgamo, cuando estuvo en suelo italiano. Tiempo después de su regreso al país, apareció otra muy buena oportunidad: dar clases de danza contemporánea, expresión corporal y folklore en Suiza.
«Entre marzo y agosto voy a viajar a Berna. Se iba a hacer antes pero se fue postergando por las restricciones por el Covid-19«, dijo el bailarín que, mientras tanto se encuentra dando clases a sus más de 30 alumnos en San Miguel e incursionando en el formato de «Video Danza», por el que algunos teatros le pidieron material.
“Mi hijo me dejó este legado”: la vecina de Lomas de Zamora que ayuda para atenuar su dolor
«Es crear una obra en base al ojo de un director de cine, se evalúa mucho la luz, fotografía. Estoy aprendiendo a editar también. Se trata de un formato que creció mucho en las cuarentenas», cerró.
Aunque reconoció que está aprendiendo, aseguró que «cuando uno se pone metas, más allá de que siempre hay más piedras que camino, superar los obstáculos termina trayendo satisfacción. Lo más importante es saber qué lo mueve a uno en la vida».