Los relatos del esfuerzo familiar detrás de los jugadores campeones de la Copa América
Los 28 consagrados en el Estadio Maracaná tienen una trastienda de barrio y de muchos años de dedicación propia y de su entorno. De ellos, hay diez productos del Gran Buenos Aires con un enorme sentido de pertenencia.
Hay una historia de sacrificio familiar detrás de cada uno de los 28 futbolistas que alcanzaron la gloria al ganar la Copa América con la Selección Argentina en el Estadio Maracaná. Porque el talento que cada uno de ellos cargaba en su ADN debía ser acompañado por padres y madres en los entrenamientos y partidos desde que empezaron a patear la pelota en sus clubes de barrio. Y también por hermanos que tuvieron que resignar atención y horas de dedicación.
Es por ello también que cuando un jugador se consagra y los periodistas le preguntan, aun con la sangre caliente, en quiénes pensaron en medio de la euforia del festejo, responden, palabras más, palabras menos: “En la familia, en todos los que acompañaron e hicieron sacrificios, estuvieron en las buenas y en las malas”.
La Selección terminó en Brasil con una racha de 28 años sin títulos. Fue este grupo, liderado por Lionel Messi en pleno proceso de recambio generacional en el plantel, el que pudo romper el maleficio que se había iniciado en 1993, cuando se había obtenido la última Copa América en Ecuador, bajo la conducción técnica de Alfio Basile.
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En esos años, algunos de estos 28 jugadores ni siquiera habían nacido, y otros estaban dando sus primeros pasos en baby fútbol en el club cerca de su casa. Diez de ellos en el Gran Buenos Aires, como productos genuinos de potreros, canchitas de cemento o mosaico de esta región bonaerense.
Copa América: el recuerdo de los primeros años
Gonzalo Montiel, el que anoche terminó con un tobillo ensangrentado por la plancha que sufrió de Fred a poco de iniciado el partido, empezó a formarse como jugador en el Club Social y Deportivo El Tala, de González Catán, otra canchita sin techo de una zona con muchas carencias.
Y su familia no estaba exceptuada de ese entorno, según lo contado por Marisa, su mamá, tanto que sus primeros ingresos como futbolista profesional de River Plate fueron destinados en forma íntegra al cumplimiento de un objetivo en forma de sueño: tener el techo propio. «Gonzalo nos daba el sueldo a nosotros y así nos regaló la casa. Mi marido es albañil y yo trabajaba en limpieza», recuerda la mujer.
Al borde de la emoción, Marisa da más detalles del sacrificio del defensor de 24 años y todo su entorno familiar: «Mi hijo luchó mucho para llegar hasta donde llegó. Estuvo en una pensión desde los 11 años, nosotros no podíamos ayudarlo porque no estábamos bien económicamente y no podíamos afrontar los gastos para que pudiera desarrollarse. Pero es verdad que los primeros sueldos nos los dio a nosotros».
Referente de la zona sur, Nicolás Tagliafico es el menor de cuatro hermanos: nació en Rafael Calzada, se crió en Adrogué, debutó en Primera en Banfield, salió campeón con Independiente y partió a Europa para jugar en el Ajax de los Países Bajos.
María Teresa, su madre, fue quien lo acompañó de chico a sus primeros partidos en el Club Villa Calzada, el derrotero siguió luego en Luis Guillón para los entrenamientos y partidos con el Taladro, y desde que el lateral izquierdo tenía 14 años, armaba una verdadera gira: “Lo llevaba a la escuela, al mediodía lo pasaba a buscar para ir al entrenamiento de Banfield o al predio de la AFA en Ezeiza, lo esperaba en el auto con un termo de leche caliente, lo dejaba en las clases de inglés particular y recién a las siete de la tarde volvía a casa”.
En el buffet del club Deportivo Belgrano de Sarandí hay tres gigantografías: una es de Iván Marcone, ex mediocampista de Boca; otra de Ian Pezzani, actual defensor de Claypole; y la tercera es de Rodrigo De Paul, flamante campeón de la Copa América. El ex jugador de Racing Club, la enorme figura de la Selección en la final contra Brasil, siempre vuelve al Belgra cuando está en el país. Es un pequeño club de baby fútbol que generó un fuerte sentido de pertenencia, tanto que Marcone (a la distancia) es su actual presidente.
Incluso De Paul se daba tiempo para dirigir equipos de chicos cuando ya había debutado en la Primera de Racing. Mónica es su mamá pero también fue su gran compañera, ya que el papá falleció cuando Rodrigo era chico. “Cuando lo veo salir a la cancha lo veo con la misma alegría que le veía en el potrero”, sostiene la madre del jugador que, a los 27 años, está por pasar al Atlético de Madrid.
“Ver el sueño que estaba cumpliendo él nos emocionaba a todos. Apostamos por él ciegamente, porque siempre fue un chico que no vivía la vida de otros chicos. Solamente estaba centrado en la pelota desde que empezó a caminar, por eso no le podíamos dar la espalda porque nos demostró con creces lo que era capaz de hacer”, sostiene Mónica.
Su relación con el barrio no es casual porque “Rodrigo es muy amiguero, se adapta a los grupos, esa alegría que siempre tiene la transmite”, grafica la mamá. Por ello, asegura, “nunca dudó de que iban a ganar la Copa, tuvo mucha fe en ese grupo, estaba tan consolidado que se tenían toda la confianza”. Y tampoco le sorprendió haberlo visto brillar como lo hizo este sábado en el Maracaná: “Siempre tuvo ese carácter. Entrar a la cancha y adueñársela, en todos lados. Ponerse un poco de capitán sin cinta en todos los equipos”.
En una canchita de cemento y sin techo de la Sociedad de Fomento La Justina de San Justo empezó a patear la pelota Leandro Paredes con sólo tres años. Luego iba a seguir los pasos en Brisas de Mataderos. Todo en la vida de este talentoso mediocampista fue prematuro: a los 15 años ya había debutado en la Primera de Boca Juniors; a los 19 ya estaba instalado en Europa, y a los 27 acaba de sumar la Copa América a su palmarés de diez títulos previos en clubes.
«No puedo explicar lo que los padres sentimos por el desarraigo y el sacrificio de estos chicos que se van tan temprano. La infancia que dejan ahí adentro y todo lo que les exigimos los argentinos. Sufrimos mil veces más que otros por la presión, muchas veces no se mide lo que hay atrás», explica Miriam, la mamá del futbolista.
La mujer ya no está en La Matanza, sino que ahora vive en Luján, desde donde tras la coronación se subió al auto y se fue al Obelisco para ser una más en el festejo popular. “Así como terminó el partido, llorando, desesperada y con la camiseta puesta, me fui hasta el Obelisco. Fue infaltable, lo que viví anoche, la caravana, la gente y la felicidad no hay comparación con eso», refleja Miriam el orgullo que siente por lo obtenido por su hijo.
Muchos productos del Conurbano
Son diez los jugadores surgidos del Gran Buenos Aires que integraron el plantel dirigido por Lionel Scaloni, el técnico elegido por la AFA. Además de Tagliafico, De Paul y Paredes, el embajador por excelencia es Sergio Agüero, el Kun nacido en Quilmes, que dio sus primeros pasos en las canchitas de tierra del barrio Los Eucaliptus.
Alejandro Papu Gómez es otro hijo de Avellaneda que reflejó en sus redes sociales su amor por Racing Club. Nicolás Otamendi es de zona norte: el barrio La Paloma del Talar de Pacheco es el lugar al que siempre vuelve y donde tiene muchos amigos. Tanto es así que hasta Manchester City le dedicó un video tras ganar un título, en 2016, con saludos de su gente en el partido de Tigre.
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Nicolás González, una de las gratas apariciones de la actual Selección, es de Escobar y de Sportivo, el club más importante de la ciudad. Cada mañana, Guido Rodríguez viajaba desde Sáenz Peña a los entrenamientos de River Plate. Y Nicolás Domínguez, que apenas jugó unos minutos contra Paraguay y Bolivia, también luce la medalla en el pecho como un jugador surgido del Club Fragio de Ituzaingó.