La misión solidaria de Alejandro Monno: fue stripper, estuvo al borde de la muerte y hoy ayuda a emprendedores como influencer
Oriundo de Lomas de Zamora y radicado en Lanús, encontró lo que define como su “misión”. Y la lleva adelante acompañado por su hijo. “Es como tocar el cielo”, dice el ex modelo que tiene más de 600 mil seguidores.
Muchos lo conocen como el «sex symbol solidario», y el apodo le calza perfecto. Alejandro Monno es mucho más que un cuerpo y una cara bonita: luego de ser modelo y stripper, se encontró al borde de la muerte. Y desde entonces decidió cambiar su vida, para dedicarse a ayudar a emprendedores.
A lo largo de su vida supo ser la imagen de muchas marcas, tanto locales como internacionales. Pero todo cambió hace nueve años para este vecino de zona sur, que nació en Lomas de Zamora y creció en Lanús: «En 2015 tuve un infarto y me replanteé la vida. Estoy seguro de que el camino que elegí es el que me va a hacer feliz».
Desde entonces, encontró lo que define como su «misión», y puso su foco en ayudar a quienes están en la búsqueda laboral. En especial, a aquellos que están comenzando un proyecto personal y necesitan conseguir clientes.
Para eso, este hijo de Lomas de Zamora usa sus redes sociales, donde tiene en total más de 600 mil seguidores. Y por medio de Instagram, especialmente, se dedica a publicar videos y conectar a emprendedores de todo el país.
El stripper de Lomas de Zamora y la ayuda a emprendedores
Más allá de la gratificación que significa el poder colaborar con quienes lo necesitan, para él hay un detalle no menor, que le termina por llenar el alma: todo lo hace junto a Alessandro, su hijo de 9 años. «Que él me acompañe en la aventura es como tocar el cielo», asegura.
Desde muy joven, Alejandro Monno comenzó a incursionar en el mundo de la moda. También trabajó como stripper en el Golden y hasta creó su propia marca de ropa, con la que hizo base en Canadá. En paralelo, estudió la licenciatura en Administración de Empresas y se recibió de contador. Muy inquieto, continúa haciendo castings y publicidades, y en los últimos días se lo mencionó como un posible nuevo participante de Gran Hermano.
Pero ahora su mayor energía está puesta en otro lado: «Los emprendedores son un motor fundamental y necesitan crecer. Desde la pandemia, nacieron muchos proyectos muy ingeniosos y útiles que están invisibilizados. Gracias a Dios tengo trabajo, por eso decidí ayudar a otros a que lo consigan o crezcan en lo que hacen».
Hasta hoy, ya hay más de 1.000 personas que, con él como puente, ofrecen su trabajo y se conectan entre sí. Y Alejandro confía en que esta red solidaria siga creciendo, al igual que las ofertas laborales. En sus redes comparte los videos de emprendedores de todo tipo: desde comerciantes, profesionales y artesanos hasta personal trainers, tarotistas y tatuadores, entre otros.
Alejandro Monno: la historia de un luchador
Además, recientemente hizo un masivo sorteo con servicios y productos ofrecidos por los mismos emprendedores, junto con los aportes de comerciantes amigos.
Siempre con nuevas ideas en mente, desde el mes que viene se ocupará también de visitar los distintos emprendimientos. «Vamos a ir con mi hijo. Es para hacerlos todavía más visibles, pero también para que Alessandro conozca la cultura del laburante, del trabajo, que es la única que siempre te lleva a progresar», reflexiona.
Hijo de Cayetano, un albañil italiano «todo terreno» y de María Beatriz, una ama de casa full time, Alejandro supo desde chico lo que era pelearla para «ganarse el mango».
Cuando recién tenía 13 años empezó a trabajar de tarjetero de un boliche, donde llegó a encargado a los 18. Con el primer sueldo se compró una bicicleta y después una moto, para poder moverse por el sur del Conurbano. Y más adelante, ya con su trabajo como modelo, accedió a su primer auto.
«Siempre la peleé. Mis padres no tenían dinero para bancarme el estudio, así que trabajé yo. Y me acuerdo que en el Golden me puse ‘Maxi’, en homenaje a un gran amigo con el que nos entrenábamos en el Country de Banfield», rememora. Y en su rostro la satisfacción de haber encontrado su «misión».
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