El jugador que fue campeón con Chacarita, denunció un soborno y terminó como predicador de La Biblia
Fácilmente reconocible por una temprana calvicie, Alfredo Gualterio Ortiz aseguró en 1971 que dirigentes de Banfield le ofrecieron ir para atrás en un partido, el club fue sancionado y descendió. Se retiró joven y se hizo pastor.
La historia futbolística de Alfredo Gualterio Ortiz está más relacionada con lo que le ocurrió fuera de la cancha que con lo que hizo dentro de los campos. Nacido en Santa Fe el 28 de diciembre de 1942, Ortiz debutó en San Lorenzo de joven pero jugó apenas dos partidos: victoria ante Quilmes en su estreno y derrota contra Independiente.
Ortiz, campeón en Chacarita
En 1968 llegó a Chacarita y allí jugó 56 encuentros durante tres temporadas, su máxima cantidad en un mismo club. Sin llegar a consolidarse como uno de los titulares indiscutidos, Ortiz fue parte del equipo funebrero que se consagró campeón del Metropolitano 1969 tras ganarle una inolvidable final a River en el estadio de Racing por 4-1.
Si bien integró ese primer y hasta ahora único plantel campeón de Chaca en la máxima categoría, Gualterio no viajó en 1971 a jugar la Copa Joan Gamper, organizada por el Barcelona, en la que los Tricolores se dieron el lujo de vencer al Bayern Munich. Antes de eso ya había pasado a Ferro.
Ferro, su destino final en el fútbol
Ortiz llegó a Ferro para hacer dupla con el Flaco Norberto Ricardo Etcheverry, un histórico defensor central del Verdolaga que había sido clave en el ascenso de 1970. Ferro arrancó a puro empate, intercaló algunas victorias y recién perdió el invicto de local ante Atlanta en la fecha 11.
Para el final del torneo, el Verde -aunque lejos de pelearle el torneo al Independiente que luego ganaría cuatro Copas Libertadores seguidas- estaba holgado de puntos, lo que le permitía no sufrir por el descenso.
El intento de soborno que lo marcó para siempre
Ortiz tenía una fábrica de ropa interior en el sur del Conurbano bonaerense y conocía a gente del Club Atlético Banfield. Un allegado a la institución, de esos que nunca faltan, se le acercó en la previa de la última fecha, en la que el Taladro recibía a Ferro en el estadio de Talleres de Remedios de Escalada.
La charla entre el Pelado Ortiz y Daniel Szurmuk -el personaje en cuestión- no fue sobre el negocio textil: sin preámbulos, el banfileño le ofreció dos millones de pesos para él y sus compañeros a cambio de entregar el partido del domingo.
A Gualterio no le gustó para nada, pero simuló aceptar el ofrecimiento y decidió contar lo sucedido ante la Comisión Directiva de Ferro. Asesorado por los abogados del club, intentó que el presidente de Banfield fuera a realizar el pago. Eso no sucedió. El que concurrió fue Szurmuk, quien terminó detenido por policías que estaban escondidos en la casa de Ortiz.
Descenso diferido de Banfield, final de un ciclo para Ortiz
El partido se disputó como una final: fue empate en Remedios de Escalada y el Taladro se salvó por la derrota de Los Andes, su clásico rival, que fue goleado por Atlanta y cayó como Platense a la segunda categoría. Las sanciones para Banfield fueron muy duras, lo que provocó el inevitable descenso en la siguiente temporada.
Ortiz no jugó más durante esa temporada, en la cual Ferro terminó muy bien (fue sexto en el Nacional). Su retorno fue en el Metropolitano y estuvo hasta la mitad del torneo. En la fecha 18, el viernes 2 de junio de 1972, el Verde visitó la Bombonera: Alfredo Gualtero Ortiz disputaba su partido Nº 99 pero en el entretiempo del Boca 0-Ferro 0 fue reemplazado por Oscar Santos May y nunca más volvió a jugar en Primera.
Otro estilo de vida
Su gesto altruista había sido celebrado públicamente por el fútbol argentino, pero él sintió un rechazo de sus pares. Ya al margen del fútbol, Ortiz se entregó a la religión: su lugar es la Iglesia del Buen Pastor, en Villa Pueyrredón. Los martes de oración son intocables. También tiene un espacio reservado para la lectura y el estudio de la Biblia.
Próximo a cumplir 80 años, Gualterio sigue casado con María Antonieta y aprovecha el resto de su tiempo para compartir momentos de felicidad con su numerosa familia: cuatro hijos, once nietos y hasta un bisnieto que pronto sabrá sobre la conducta ejemplar de su bisabuelo.