El maestro de Laferrere que dejó su vida en la guerra de Malvinas y les escribía cartas a sus alumnos
Julio Cao tenía 21 años cuando dejó de dar clases en la escuela donde trabajaba para ir a las islas. La hija que nunca conoció, lo que le dijo a su madre antes de partir y los conmovedores mensajes que les escribía a los chicos.
Cuando Julio Cao decidió alistarse para combatir en la guerra de Malvinas, tenía 21 años y esperaba un bebé con su pareja, Clara Barrios. Admiraba a Gandhi, José de San Martín y Manuel Belgrano. Había soñado toda su vida con ser maestro y estaba feliz vistiendo el guardapolvo blanco con el que todos los días enseñaba a chicos de tercer grado de la Escuela N°32 de Laferrere.
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Sin embargo, el comienzo de la guerra le generó un dilema que crecía como un fuego interno que lo hacía replantearse sus convicciones y compromiso social y ciudadano. Por eso, le dijo a Dalmira, su mamá: «Como maestro y como ser humano, con valores, no puedo dejar de ir. ¿Cómo me siento después detrás de un escritorio si ahora me escondo debajo de la cama?».
Partió el 12 de abril de 1982 e integró el Regimiento de Infantería Mecanizado N° 3 del Ejército. Antes de irse, se despidió de «Torito», como solía a decirle al bebé que estaba en la panza de su mujer. Incluso bromeó y señaló el árbol que había plantado en su casa de Ramos Mejía, donde vivía. «¿Ves ese pino que está ahí? Lo planté yo. Ahora voy a tener una hijo y solo me falta escribir el libro. Lo voy a hacer cuando vuelva de Malvinas y voy a contar todo lo que viví», le manifestó a su mamá.
Nunca volvió. Cayó en la batalla final del 14 de junio de 1982. «Torito» no fue el varón que creía que iba a tener sino una nena, que nació en agosto, dos meses después de su muerte, y la nombraron Julia María en honor a su padre.
Durante aquellos días de guerra, de la que se cumplen 40 años, les escribió a sus alumnos y que fueron atesoradas por el Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de La Matanza, que hizo un museo sobre él. En tanto, hay un mural dedicado a él en la Escuela N°5 «Malvinas Argentinas», también en ese distrito.
La carta que el maestro le escribió a sus alumnos desde Malvinas
«A mis queridos alumnos de 3ro D:
No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera.
Espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas.
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Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder.
Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con ustedes.
Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña. Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes.
Julio».
Durante 35 años fue «soldado sólo conocido por Dios»
Durante 35 años, el maestro de Laferrere fue uno de los tantos soldados caídos que no habían sido identificados y que yacían en el Cementerio de Darwin bajo una placa que rezaba «Soldado argentino sólo conocido por Dios».
Delmira y Julia habían viajado a las Islas Malvinas en 1991 y recorrieron aquel lugar pero no encontraron el nombre de Julio entre las 230 cruces blancas. «Me impactó muchísimo. Me generó muchos sentimientos de rencuentro con la figura mi papá, desde el lugar íntimo. Ese lugar paterno que yo a mi manera construí sin tenerlo», confesó la hija del maestro y soldado.
En abril del 2018, la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación en el marco del Plan Humanitario Malvinas se comunicó con la familia para notificarle que habían identificado a Julio Cao.
Aunque durante esas más de tres décadas, su madre no quiso la identificación, angustiada por los falsos rumores sobre su hijo. Sin embargo, para Julia se cerró un importante capítulo de la historia con su hallazgo y sintió que se reencontró el padre al que nunca llegó a conocer.