El artista que hizo la Torre Eiffel de Ituzaingó va por más: Rubén Díaz ahora hará una de las siete maravillas del mundo
El multifacético arquitecto y artista plástico de 71 años ya recorrió 129 países del mundo y en su último viaje vio algo que lo deslumbró. Se trata de Petra, la misteriosa ciudad de piedra oculta en una montaña de Jordania.
Para Ituzaingó, hablar del arquitecto y artista plástico Rubén Díaz es hablar de arte callejero, de identificación con el barrio y de sentido de pertenencia. Sus obras están en cada rincón del distrito y entre ellas se destacan el Arco del Triunfo de 11 metros en Boulevard Fleming y Bruselas; la Torre Eiffel de 16 metros en Lavalleja 40 donde estaba una famosa cervecería, el Obelisco en su casa del barrio Villa Ariza, una torre de Pisa, una segunda Torre Eiffel homenaje a Héctor «Chulo» Rivoira… Y ahora se viene lo nuevo: recreará una de las siete maravillas del mundo moderno, la faraónica Petra.
«Todas las obras que hice son de lugares que he estado, el año pasado estuve en Petra, la dibujé ahí mismo, lo sentí en el cuerpo, en la piel, en el aire, la sensación de estar en Petra… eso genera una emoción que no es lo mismo que verla en una foto», señaló a radio VEO Rubén, que tiene 71 años, viaja desde los 18 y ya recorrió 129 países del mundo.
Petra pasó a formar parte de la lista de las nuevas siete maravillas del mundo por votación popular. Y eso que el 80% todavía está oculto; pero lo cierto es que Petra, o Raqmu, como la llamaban sus segundos pobladores, los nabateos, es un enclave fascinante de Jordania.
Quien haya podido visitarla se sentirá en una película de Indiana Jones y sabe que tras superar el estrecho desfiladero de montaña, al final del recorrido aparece el Al-Khazneh, el Tesoro del Faraón.
Las otras seis maravillas del mundo más votadas son Chichén Itzá, en Yucatán, México; el Coliseo de Roma, en Italia; la estatua del Cristo Redentor, en Río de Janeiro, Brasil; la Gran Muralla China, en China; Machu Picchu, en Perú y el Taj Mahal, en Agra, India.
La historia de la primera Torre Eiffel de Ituzaingó
La primera Torre Eiffel de Ituzaingó está en Lavalleja 40. Díaz la levantó en 2018, luego de siete meses de obra en los que el arquitecto devenido artista contó con la ayuda de varios amigos. Está rodeada de pinturas que muestran el Arco del Triunfo, el emblemático Mouline Rouge y la famosa pirámide en la entrada del Museo de Louvre. Mide 16,5 metros de altura y fue hecha de hierro macizo.
¿Por qué la hizo? «¿Por qué no? Amo París. En una época, sumaba una escala sólo para tomar un café en Champs Elysees. Una torre es más fácil que un edificio. Era un reto, pero sabía que la podía hacer. Tuve que pedir muchos permisos a la Municipalidad. No me la querían aprobar. Me decían que estaba loco por querer hacerla, pero ahora que la hice esta propiedad vale el doble», contó alguna vez Díaz.
Sin embargo, para él lo más importante es otra cosa: «La idea es que los visitantes se transporten a París», dijo.
Para hacer posible el proyecto de la Torre Eiffel, el artista de Ituzaingó contó con la ayuda de todo un conjunto de obreros y conocidos que se encargaron de pintar los murales que rodean la réplica y de los trabajos de herraje, entre otras tareas que comenzaron con el montaje de las cuatro pilares, continuaron con el primer piso y finalizaron con el encastre de los últimos metros que están junto a la cúpula.
Pero Días nunca para de crear… Ya hizo, en diferentes lugares del pago chico, «El Valle de los Castillos» y «El Ironman», un Arco del Triunfo, una Torre de Pisa, un Obelisco de 12 metros de alto (que está frente a su casa, en el barrio de Villa Ariza), el Coliseo romano, pinturas del Moulin Rouge, la famosa pirámide en la entrada del Museo de Louvre.
Por eso este vecino, quien siempre vivió en Ituzaingó, dice que “la arquitectura para mí es una excusa. Es una filosofía de vida lo que propongo. Para mí la carrera ideal debería ser “Arquitista”. Es decir, arquitectura pero dejando que la mente se libere y la mano y el corazón se expresen solos”.
Aunque es arquitecto y maestro mayor de obras recibido en la UBA, él reniega de sus títulos y prefiere ser considerado artista. “Un título no te garantiza nada. Es discriminatorio. Sirve para tener una matrícula y demostrarle a otra persona que uno es idóneo para el trabajo para el que es contratado, pero no para tener valores sociales ni categoría”, explica.
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