A 10 años del último partido de Juan Román Riquelme en Boca: la historia detrás de la apuesta que perdió con su hermano
El 12 de mayo de 2014, el actual presidente del Xeneize dio su última función con la camiseta que lo llevó a la gloria. El recordado caño sin tocar la pelota que le hizo a Izquierdoz fue uno de los momentos top de aquella noche.
Aquel partido del domingo 12 de mayo de 2014, válido por la fecha 18 del denominado Torneo Final, fue especial por unas cuantas razones. Bajo una lluvia incesante, que en algún momento hizo dudar al árbitro Andrés Merlos sobre una eventual suspensión, Boca Juniors venció por 3-1 a Lanús en la que acabó por ser la última presentación oficial de Juan Román Riquelme con la camiseta azul y oro.
Mientras la Bombonera lo despedía con la habitual ovación que alarga las sílabas segunda y tercera de su apellido, el 10 xeneize le aseguró al periodista Mario Cordo, quien lo entrevistó en el cierre de la transmisión de Fútbol para Todos, que continuaría “jugando a la pelota, aquí o en otro lado, porque es lo me gusta”.
Riquelme, que durante algún momento del breve reportaje se fastidió con una pregunta, también adelantó que había hecho una apuesta con uno de sus hermanos “para seguir hasta los 40 años”. Y argumentó sus motivos para lograr esa permanencia: “Sé que es difícil, pero me siento bien y creo que puedo”.
El último caño de Juan Román Riquelme en Boca
Román tuvo una actuación preponderante en el triunfo boquense (goles convertidos por Emmanuel Gigliotti, Nicolás Colazo y Claudio Riaño) y dejó para la historia una acción memorable, una más: metió un caño sin tocar la pelota. Víctima de ese prodigio futbolero fue el zaguero central Carlos Izquierdoz, quien años más tarde llevaría la cinta de capitán que aquella vez lució Riquelme.
Dos minutos antes del cierre, con el asunto ya resuelto, Riquelme dejó el campo. En su lugar ingresó el juvenil Andrés Cubas, un 5 de las Inferiores que luego se nacionalizaría paraguayo para representar a la Selección de ese país.
Además de Izquierdoz, en la formación granate hubo varios apellidos vinculados antes o después con Boca. Diego González, el Pulpo, anotó el único tanto visitante. Santiago Silva fue el 9 de área y Junior Benítez -detenido por acoso sexual e imputado por el suicidio de su ex pareja- ingresó en el segundo período.
Amigos-enemigos del otro lado
En el banco visitante, junto al director técnico Guillermo Barros Schelotto y su hermano y asistente Gustavo, estuvieron el arquero Esteban Andrada, el defensor Maximiliano Velázquez (ayudante de Jorge Almirón durante 2023) y el volante Leandro Somoza, quien después de una etapa como jugador (campeón en 2011 y 2012) se desempeñó como colaborador de Miguel Ángel Russo durante su segundo ciclo en la institución.
Pese a que las diferencias entre ellos han sido públicas, Riquelme se saludó afectuosamente con los mellizos Barros Schelotto antes de comenzar el cotejo. No hubo registro de saludo en cambio con el uruguayo Silva, quien tiempo después se ocuparía de revelar algunas de las diferencias que lo separaron de Román durante el período compartido en el vestuario xeneize.
También, para otorgarle mayor significado aún a la jornada, esa victoria de Boca, que terminaría por clasificarse subcampeón de un torneo ganado por el River de Ramón Ángel Díaz, fue la última de Carlos Bianchi en la Bombonera. Al certamen siguiente fue despedido en la cuarta fecha y Rodolfo Arruabarrena -otro de sus discípulos, integrante del bicampeón 98-99 y uno de los máximos goleadores en la Libertadores 2000- ocupó el cargo.
Para entonces, la dirigencia -liderada por el presidente Daniel Angelici- había resuelto no prorrogar el vínculo de Juan Román, quien a los 36 años decidió bajar una categoría para ayudar a Argentinos Juniors, dirigido por Claudio Borghi, en el regreso a Primera División.
Apuesta perdida, presidencia ganada
Tal vez no haya imaginado Riquelme que en ese atardecer lluvioso, mientras declaraba para la transmisión oficial, se estaba despidiendo del club donde ganó cinco títulos locales, tres Copas Libertadores, una Intercontinental y una Recopa sudamericana.
Mucho menos habrá soñado que una década después sería presidente de Boca, luego de un primer mandato como vice de Jorge Ameal. Y definitivamente no se le habrá ocurrido, a él ni a nadie, que su hermano Cristian, el Chanchi, oficiaría como mano derecha en la gestión y el día a día. Un premio extra, sin rencores, para el hombre que le había ganado una apuesta en 2014.
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