Tiene 700 cactus en su casa de San Isidro y da cursos para todo el mundo sobre cómo cuidarlos
Ingrid Sieburger vive entre 4.000 plantas e hizo de sus ejemplares favoritos un sustento laboral: enseña en forma virtual o presencial sobre las diferencias de cada una de las variantes.
El amor por los cactus le viene desde la infancia a Ingrid Sieburger. A su mamá le gustaba la jardinería y ella aprendió a quererlos hasta que un buen día se volvieron parte de su vida, al punto que actualmente tiene 700 ejemplares de esa planta en su vivienda de Las Lomas de San Isidro y hace más de 15 años da cursos sobre su gran pasión.
«El primer recuerdo que tengo es de lo que simulaba ser una montaña en el jardín de mi casa. Estaba hecha con piedras y cactus traídos del Norte, adonde viajábamos con mi papá y mi mamá por turismo y ella cargaba el baúl con plantas y rocas para su montaña. Ahora esto es terrible, no se debe hacer porque las plantas deben vivir en su lugar y hay que comprar las que son hechas de semilla que las hay en cantidad. Pero en esa época no había para comprar en Argentina y tampoco se sabía qué era bueno y qué malo», detalló Ingrid a Zonales.
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La vecina de Lomas de San Isidro tiene muy en claro que los cactus no son sólo su pasión, sino también su sustento, ya que gracias a ellos puede tener un trabajo: «Enseñar es lindísimo porque me permite transmitir conocimientos a otros y ayudarles con mi experiencia de más de 25 años. Mis clases presenciales ahora con la pandemia del Covid-19 son de un máximo de ocho alumnos, cuando antes eran 12 por grupo».
«Se hacen en mi casa, porque acá están las plantas que muestro en cada tema. Estudiamos todo, desde la mezcla para plantar, las pestes y soluciones y los nombres. Cada uno requiere de un cuidado diferente», completó Ingrid.
Pero el amor por los cactus y las ganas de aprender sobre ellos trasciende fronteras, por lo que Sieburger aceptó la sugerencia de gente que vivía lejos de ella y empezó también a dar cursos virtuales a los que asisten estudiantes de otras provincias de Argetina y de España, Chile, Uruguay o Bolivia, entre otros países.
«En los cursos a distancia es igual, con muchas fotos, pero sin poder ver las plantas en vivo. Tienen la ventaja de ser libres de días y horarios y los puede hacer cualquier persona de habla hispana desde su hogar. Tengo muchos alumnos, más en esos, hasta 35 por grupo. Son personalizados, por eso no hay varios al mismo tiempo, soy yo quien responde dudas y brinda el material».
San Isidro: una casa con 700 cactus
«Cactus propiamente dichos serán unos 700, suculentas más de 2.000, además de otras plantas que harán un total de 4.000. No puedo decir que quiero más a unas que a otras, las historias detrás de las plantas sí me hacen tenerles más cariño, generalmente por la persona que me lo regaló, o por el lugar de donde vino. Me gustan los nuevos desafíos para los que tengo que estudiar y buscar información», contó la vecina de Lomas de San Isidro.
Aunque le cuesta elegir un favorito, sí reconoce que el cactus más raro que tiene es un pygmaeocereus que le trajeron de México o los ariocarpus. A la hora de hablar sobre valores, los hay de todo tipo, desde los $100 hasta $15.000 o más, según explicó la especialista que tiene distribuidos a lo largo de su hogar distintos sectores con techo y mesas para las plantas.
«Tengo de todo, algunos muy difíciles de encontrar. Acá siempre miramos al gigante del norte, muy poco a lo nuestro. No valoramos ni cuidamos nuestros tesoros. Siempre me gustaron los cactus y al viajar por Argentina cada vez que podía me bajaba del auto a caminar por la montaña y miraba si los veía. Ahora ya hace años que mis vacaciones son siempre donde puedo ir a verlos en la naturaleza. Y me gustan otras plantas, muchas, tengo plantas de todos los tipos y orígenes», expresó Ingrid.
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¿Cualquiera puede tener un cactus? «Sí, siempre que quiera cuidarlos como se debe. Lo mínimo que necesitan es aire, sol y buena mezcla para plantarlos, además de un alero o techito para cuando no hay que mojarlos de mayo a septiembre», confió Sieburger, quien está casada desde hace 41 años y tiene en su nieta Sofía de cinco años a su heredera. «Ella también es amante de las plantas, sabe nombres científicos y prepara su propio sustrato», cerró.