Un pueblo y una historia de película: la estación de servicio YPF abandonada que se convirtió en un bar y es furor
Es el emprendimiento de Federico Mallía, quien había comprado el edificio de 1938 para que no se derrumbara e hizo un lugar único, casi turístico, al que llegan incluso clientes de otros países.
Alicia es un punto perdido en medio de la inmensidad llana de la Córdoba agrícola, esas hectáreas y hectáreas que poco tienen que ver con sus famosas sierras. Es campo. En ese pueblito en el que viven unos 3.500 orgullosos vecinos ocurrió una historia digna de una película. Un emprendedor local se hizo cargo de una vieja estación de servicios YPF abandonada y la transformó en un bar de tragos de primer nivel.
Federico Mallía, de él se trata, es un comerciante de Alicia con una energía fenomenal. Ya era dueño de una estación de servicios con bar incluido, de las típicas que hay en todos los pueblos del país. Sin embargo, cada vez que pasaba por el cruce del Boulevard Buenos Aires y Sarmiento, en el centro, miraba ese viejo edificio de la antigua YPF abandonada y en su cabeza había algo que le hacía ruido.
De tanto pasar y pasar, un día se decidió: compró el lote con esa edificación casi sacada de una postal de Chernobyl, post explosión del reactor atómico. Luego vería para qué fin.
«Puse el ojo en esa estación porque era un lugar abandonado en el centro del pueblo y mi pasión es darle vida a las cosas que parecen morir», cuenta casi en forma poética Federico en diálogo con Zonales.
La edificación tiene un perfil similar al de la estación de servicio que se hizo reconocida en la película La Odisea de los Giles, protagonizada por Ricardo Darín y Luis Brandoni. En aquel caso, se trataba de un puesto en la localidad bonaerense de Alsina, en el partido de Baradero, a 127 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.
Una estación de YPF y un sueño
El edificio de Alicia data de 1938 y para esa zona de Córdoba fronteriza con Santa Fe era mucho más que una estación de servicio. Contaba con un lubricentro de primera clase, un lavadero de vehículos y una atención excepcional que la hizo famosa por 70 años. Sin embargo, en el año 2010 cerró sus puertas y poco a poco todo se fue viniendo abajo.
La herrumbre fue ganando espacio en las paredes que empezaban a quebrarse hasta que el emblemático edificio fue adquirido por Mallía en el año 2019. El único objetivo por entonces era devolverle su esplendor original. «Cuando la compré sólo quería recuperar la fachada y la parte estructural, con sus vigas y paredes».
Pero como una cosa lleva a la otra y los mates invitan a la charla, otra idea fue tomando forma. «Con un amigo arquitecto tuvimos la idea de transformarlo en un bar… Y luego las cosas se fueron dando naturalmente», dice Federico, nacido en Alicia hace 33 años.
Las obras tardaron más de dos años y medio. Claro, la pandemia no ayudó demasiado. Se usaron materiales nobles, de calidad premium, para dejar todo con un estilo único, pero siempre tratando de mantener la originalidad del edificio.
Finalmente, en diciembre de 2022 nació «Estación 38». Es algo único en la zona que fusiona la nostalgia del pasado con toques contemporáneos. Es un bar de tragos para disfrutar de la atmósfera y la arquitectura original mientras se comparten momentos especiales con amigos y familiares. El estilo mezcla lo antiguo y clásico, lo rústico y lo novedoso, y sobre todo irradia mucha energía de la buena.
La coctelería de la casa le pelea cabeza a cabeza a cualquier bar de Argentina. Nivel top. Hay tragos clásicos y de autor. La carta va de negronis y cosmopolitans al infaltable fernet con coca, más cordobés que Talleres, Belgrano e Instituto juntos. Martinis, bitters, licorería fina, vodkas, gins y whiskys únicos se pueden conseguir sin sentir que la billetera dé señales de raquitismo pocas horas.
«Tenemos una carta de 25 tragos diferentes. Y ahora el gin tonic con frutos rojos es el que más está saliendo», cuenta el mentor de Estación 38.
«Viene mucho público de otras localidades. El lugar tiene una magia especial. Es solamente un bar coctelero los fines de semana, pero también hacemos eventos gastronómicos», dice Federico, quizás sin querer sacar pecho y decir que «Estación 38» y su historia ya han convertido al lugar en casi un punto de atracción turística de esa zona del este cordobés. Hasta allá llega gente de pueblos cercanos como Las Varillas, San Jorge, o la mismísima Villa María.
El dueño del local dice no «tomar dimensión de lo que se hizo, porque este lugar fue creciendo por todos lados». Afirma que la repercusión mediática comenzó ahora pero que antes ya habían notado «que la cantidad de gente que venía era mucha».
«Incluso nos mandan saludos y buena onda por las redes desde otros países del Mercosur, que nos siguen escribiendo para felicitarnos. Eso a mi me alcanza, con eso solo yo siento que ya gané», cuenta Federico, orgulloso de que su sueño sea lo que es hoy Estación 38, aquella vieja YPF olvidada a la que no quiso dejar morir sino que además le dio una nueva vida llena de fuerza, fiesta y diversión.
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