Adrián Martínez, la gran figura contra Boca que tiene una vida de película: no hizo inferiores y estuvo seis meses preso
Oriundo de Campana, hizo el segundo gol de Instituto de Córdoba en el triunfo de este domingo en la Bombonera. Su difícil historia, con un accidente que lo dejó sin trabajo, su encierro en la cárcel y el «tardío» debut en el Ascenso.
Pared, zurdazo junto a un palo y la red que se infló para enmudecer a la Bombonera y estirar el triunfo parcial (que terminó siendo final) de Instituto de Córdoba ante Boca en la noche del domingo. Para Adrián Martínez, la secuencia de su gol no sólo tiene un sabor especial por ser hincha de River, sino porque, entre los flashes de las cámaras y su nombre mencionado una y otra vez en los canales de televisión, está un pasado en el que el presente no estaba ni en sus más alocados sueños.
El delantero, que con su última conquista quedó tercero en la tabla de goleadores de la Liga Profesional con cuatro goles, llegó para este torneo a la Gloria luego de una exitosa carrera realizada en Paraguay, que le valieron la oportunidad única de, a sus 30 años, jugar por primera vez en la máxima categoría del fútbol argentino.
Su historia no sólo está plagada de esfuerzo y resiliencia en el plano deportivo, sino también personal: Adrián Martínez no llegó a hacer inferiores en ningún club y debutó recién a los 22 años como futbolista profesional, luego de un pasado muy turbulento que incluso lo llegó a tener preso durante seis meses, en la etapa más oscura de su vida a la que, afortunadamente, logró sobreponerse.
De estar preso a hacerle un gol a Boca en la Bombonera
El delantero es oriundo del barrio Las Acacias, una humilde zona de la localidad bonaerense de Campana. Entre los 17 y 18 años tuvo un intento por ingresar a desempeñarse en las filas formativas del Villa Dálmine, pero no superó las pruebas y ahí empezó a pensar que el fútbol no iba a ser el camino que iba a seguir en la vida. De todas formas, despuntaba su vicio los fines de semana jugando para el club de su barrio en las difíciles canchas de la liga campanense, mientras trabajaba como recolector de basura.
Sin embargo, un día, cuando volvía en moto a su casa, chocó con un auto y quedó con una grave lesión en su mano. Su vida, entonces, dio un giro. «Casi me muero. Estuve un año con la mano mal pero antes, a los cinco meses, llevé el alta a la empresa. Yo quería pasar de estar en el camión de basura, porque ya no podía, a ser barrendero. El médico del trabajo puso que no estaba capacitado para trabajar y me echaron. Al final ni siquiera pude cobrar indemnización», relató.
Comenzó a trabajar como ayudante de albañil para ganarse la vida mientras buscaba otro rumbo. En 2014, en medio de un conflicto vecinal, su hermano recibió tres tiros y terminó internado en el hospital. Decenas de vecinos y allegados hicieron justicia por mano propia movilizándose y quemando la casa de los supuestos agresores. Estos acusaron a Adrián Martínez, y pese a que no había estado allí en ese momento, fue detenido: estuvo encerrado en la cárcel de Campana durante seis meses.
Sobre su experiencia en la Unidad Penitenciaria N°21, contó: «Nunca demostré debilidades. Adentro no podés demostrar nada. Matan, apuñalan, sí o sí hay peleas todos los días, toman de rehenes a los policías. Es otro mundo ahí adentro. Nada parecido a lo que reflejan las noticias. Ahí adentro no se puede vivir».
Y agregó: «Yo viví tres meses en buzones porque no me daban el alta para subir a piso, y era un cuadradito con humedad en las paredes, que no tenía inodoro. Me daban para comer un pan por día y dormía sobre una chapa. Si te llevan una frazada tus familiares, al menos tenés para hacerte un colchón. Si digo todas las cosas que pasan en un penal, mañana me llama el ministro de Seguridad».
La chance en el fútbol que Adrián Martínez no desaprovechó
Semanas después de salir de la cárcel y por la sugerencia de un amigo, Adrián Martínez fue a presentarse a una prueba en el club Defensores Unidos de Zárate. «Mientras estuve encerrado hice una promesa a Dios, le dije que si me daba lo de jugar al fútbol lo iba a seguir siempre. Cuando fui a las pruebas, hice goles en un par de amistosos ante equipos de la Primera B Metropolitana y de la C y quedé. Como el club no me iba a pagar un sueldo, sólo viáticos, mi amigo me daba una mano en lo económico», contó.
Luego firmó contrato con el Celeste y continuó pagando esa confianza en goles, agradecido con la institución. «Pensaba que el fútbol era para renegar, que a los jugadores no les pagaban, que siempre les debían plata, pero en el Defensores Unidos tenían los sueldos al día y siempre estaban pendientes de uno», dijo. Y agregó que durante el primer año tuvo que adaptarse a los entrenamientos porque «no sabía ni agarrar una pesa», pero mejoró mucho su potencia física.
Sus goles en la Primera C despertaron el interés de Atlanta, que se lo llevó para jugar en la Primera B Metropolitana. En el Bohemio metió 15 goles en su primera temporada, incluyendo un gol a Belgrano y otro a River por Copa Argentina. En 2018, la oportunidad surgió en la primera división de Paraguay, donde se fue a jugar para Sol de América y terminó como goleador del torneo con 12 tantos.
Después, su camino siguió por un «grande» paraguayo como Libertad, donde ganó la Copa de Paraguay en 2019 y el Torneo Apertura 2021. Además, con la camiseta albinegra salió segundo máximo goleador de la Copa Libertadores del 2019 con seis goles. Estuvo a préstamo después en Cerro Porteño y Coritiba de Brasil, hasta que Instituto puso sus ojos en él y lo fichó en este verano.
Pese a todo el camino recorrido y su gran actuación ante Boca, donde además sumó una asistencia a Santiago Rodríguez para el 3-1 parcial, Adrián Martínez no pierde su humildad: «No soy un jugadorazo, no hago goles espectaculares. Por ahí la pelota pega en el palo y me queda justo a mí. Tengo eso extra. Por supuesto que también está mi entrega. Pero a veces hay jugadores que hacen todo bien y la pelota no entra».