En 2021 lo mataron a golpes tras una fiesta en Berazategui: por qué la familia teme que el crimen quede impune
Lautaro Padín tenía 20 años cuando fue atacado salvajemente por entre ocho y diez personas. Murió tras agonizar durante 14 días. Sólo hay tres detenidos por el crimen. «Queremos que paguen por lo que hicieron», dijo su madre.
El 17 de julio de 2021 es una fecha que cambió para siempre la vida de una familia de Berazategui. Aquella madrugada, Lautaro Padín, un joven de 20 años, salía de una fiesta en una casa cerca a su domicilio, en el cruce de las calles Dardo Rocha y 4, en ese distrito del sur del Conurbano. En ese momento fue atacado salvajemente por una patota que lo golpeó hasta matarlo.
El chico había tenido un altercado con una persona adentro de la fiesta. Ya en la calle fue interceptado por un grupo de entre ocho y diez personas, según la reconstrucción hecha por testigos. Al ver que el enfrentamiento era desigual, quiso escapar pero le pegaron con un cascote por la cabeza y lo hicieron caer. Luego le dieron una paliza que incluyó piñas y patadas que le destrozaron las costillas, los riñones y pulmones. Ya inconsciente, los atacantes le robaron la campera, la gorra, las zapatillas y otras pertenencias para darse a la fuga.
Un vecino que vio la secuencia le avisó a la madre de la víctima, Karina Albarenga, que salió de su casa a las 5 de la mañana y lo encontró ensangrentado. Lo llevaron al hospital Evita Pueblo de Berazategui, donde permaneció 14 días en coma hasta que terminó falleciendo por la gravedad de las lesiones. «Él corrió por su vida, pero no le permitieron escapar estos pirañas. Todavía tengo mucho dolor», remarcó la mujer.
El temor de que el crimen en Berazategui quede impune
Tanto Karina como su marido, Daniel Padín, tienen múltiples quejas respecto de la investigación judicial. El caso quedó a cargo de los fiscales Karina Gallo y Silvia Borrone, de la Unidad Funcional de Instrucción N°4 de Berazategui, quienes tras el crimen hicieron distintos operativos en las localidades de Ingeniero Allan y Villa Argentina.
Al día de hoy, hay tres detenidos: los hermanos Matías y Carlos Fernández, y Lautaro Cabral. Los primeros dos están imputados como coautores de la golpiza que terminó con la vida del joven y se encuentran alojados en el penal de Florencio Varela. En tanto, Cabral está acusado de ser el que arrojó el cascote que le fracturó el cráneo y lo hizo caer, quedando a merced de sus agresores: ahora está preso en una cárcel de La Plata.
Todos ellos están acusados del delito de «homicidio agravado por la premeditación» (porque fue realizado entre dos o más personas), que prevé una condena de prisión perpetua; y de «robo en poblado y en banda», que tiene una pena de hasta 15 años.
Sin embargo, Karina Albarenga aseguró que «se perdieron muchas pruebas porque investigaron mal». Explicó que dos de los detenidos fueron atrapados meses después y el tercero recién un año después del asesinato. «Lo agarraron porque un conocido lo vio caminando por la calle y avisamos a la Policía. Ni siquiera lo estaban buscando», señaló.
Además agregó que hay un cuarto involucrado en el caso que fue mencionado pero que por ser menor de 14 años no será juzgado. «Lo mandaron a un centro de rehabilitación, pero la fiscal me dijo que no va a ser imputado por este hecho», contó. También se quejó de que los investigadores pidieron los registros de las cámaras de seguridad dos semanas después del hecho, cuando los dispositivos sólo guarda cinco días de grabación.
Aunque la causa fue elevada a juicio, el mismo aún no tiene fecha. De todas formas, la familia del chico asesinado en Berazategui requiere la colaboración de testigos para aportar más datos que ayuden a identificar al resto de los asesinos. «Le pedimos a la Justicia que ponga una recompensa para aquellos que quieran colaborar en la causa, porque el resto de los que mataron a mi hijo siguen libres. Queremos que paguen por lo que hicieron y que reciban una pena máxima», expresó.
La similitud con el asesinato de Fernando Báez Sosa
Karina es consciente del parecido del crimen de su hijo con el de Fernando Báez Sosa, el chico dos años menor que Lautaro que fue asesinado a golpes en Villa Gesell en 2020. «Sigo el juicio, lo vengo escuchando y me pone mal. Ver a una madre y a un padre en la misma que uno te conmueve. Todos queremos que haya una pena ejemplar y que se haga justicia. Lo mismo pido por mi hijo», confesó.
En esa línea, reveló que siempre le pidió a Lautaro que fuera precavido respecto de la violencia que podía generarse a su alrededor. «Yo siempre le dije que se cuide, que no se peleé. También le decía que si veía alguna situación de violencia que llamara a la Policía o al de seguridad, que no se metiera a pelear. Yo pienso que todas las madres lo hacemos, no creo que nadie le diga a su hijo ‘andá y matalos a todos, fijate que no queden vivos’, eso no pasa, o quiero pensar que no».
Y reflexionó: «Lamentablemente, este tipo de violencia sucede en todas las clases sociales. Los rugbiers que mataron a Fernando eran de clase media, pero los que asesinaron a Lautaro no, son de clase baja. Lo que tendría que pasar en todas las casas es que los papás debemos tomarnos un minuto para reflexionar con nuestros hijos antes de salir, y decirles que tomen conciencia, que no podemos vivir de esta manera, con tanto odio, tanta furia. Esperemos que estas cosas nunca vuelvan a suceder. Siempre escuchamos decir eso, pero en la práctica la cosa no es así, siguen habiendo chicos golpeados y violencia. Parece que la sociedad no toma conciencia de lo que está pasando».