Es oriundo de Vicente López, la vida lo llevó a España y nunca abandonó su pasión: con 60 años es ícono del fútbol madrileño
Osvaldo Fabián Iglesias Martín juega en el club Agrupación Deportiva La Cabrera, en el fútbol regional. Y lo hace junto a uno de sus hijos, en otra particularidad de su singular vida. Con un pasado por las inferiores de Platense, sufrió duras lesiones pero nunca se rindió.

En AD La Cabrera juega desde 1992, y hace 18 años que entrena a la categoría Benjamines.
De su Vicente López natal, a su presente en Madrid, siempre de la mano de su pasión. Así puede resumirse la vida de Osvaldo Fabián Iglesias Martín, quien a sus 60 años se convirtió en el ícono del fútbol madrileño, donde es entrenador y, además, comparte equipo con uno de sus hijos. Sí, todavía se sigue poniendo los pantaloncitos cortos para correr detrás de una pelota.
Y para llamar más la atención, al contar su historia aclara que “yo no soy el típico jugador veterano. Era muy hábil de pequeño, pero de eso perdí un poco. Así que parado no puedo jugar. Primero porque no me gusta y, segundo, porque no tengo la calidad. Yo los partidos los corro. Ese es mi gen. Mis partidos los peleo, los lucho”.

Con un pasado en las inferiores de Platense, y habiendo probado suerte también en su amado River Plate, este argentino que vive ya hace 32 años en España encontró su lugar en el mundo en un pueblo aledaño a la ciudad de Madrid, al sumarse al club Agrupación Deportiva La Cabrera.
Esta institución disputa el certamen Segunda Aficionados, última categoría del fútbol regional madrileño. Allí juega Osvaldo desde 1992, y hace 18 años que también entrena a la categoría Benjamines (9-10 años de edad).
Su familia, el sostén para seguir en el fútbol a los 60 años
El arquitecto de profesión agradece a su familia el apoyo que le da para que pueda seguir disfrutando del fútbol: “Sin ellos yo no hubiera podido hacer esto. Mi mujer, Marisa, que aguanta lo imposible. Y mis hijos, Diego y Nahuel, a los que también les gusta mucho el fútbol. A pesar de tener el 50% de argentinos, tienen la misma pasión por este deporte. Me apoyan mucho siempre en esta locura mía”.

La primera vez que emigró fue cuando estudiaba arquitectura, gracias a una beca, y el destino fue Países Bajos. Allí, claro, también integró un equipo de fútbol en la ciudad de Delft, hasta que se mudó a España y formó una familia.
Como él explica, “siempre hago lo que sea necesario para poder jugar”. Así fue que recaló en AD La Cabrera, donde se convirtió en un ícono del fútbol regional español, al punto de ser premiado por la Federación Madrileña por ser el jugador más veterano en actividad.
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“El primer secreto, que no es un secreto, es la cabeza. La cabeza nos mueve. La gente se queja de dolores, y aunque obviamente no hay un medidor de dolor, si fuera por eso hace 20 años o más que no jugaría”, asegura.
Y para que no queden dudas de la seriedad con la que toma el tema, cuenta que “trato de entrenar al 100%. Yo disfruto tirándome al suelo, robando un balón, tirándome, aunque después me duela. Me lo paso bien, no me lo impongo”.
De Vicente López, a España: un largo y duro camino
Respecto a su posición en el campo de juego, dice que “de pequeño era delantero: goleador y habilidoso. Con los años pasé más al medio y fui bajando, hasta que terminé de defensor. A partir de los 40 empecé a jugar de cuatro”.

La experiencia, claro, lo ayuda a desempeñarse en su actual posición: “Intento adivinar e intuir por dónde van a salir los rivales. Me anticipo. Sin anticipación, a esta edad no existís. Como pretendas parar a los pibes que te hacen bicicletas en el uno contra uno, estás muerto. Como los quieras cortar en velocidad, también. Es tener anticipación y estar bien colocado”.
Si ya el seguir jugando a su edad es todo un mérito, a eso hay que sumarle el hecho de que tuvo que atravesar varias lesiones duras: “A los 36, por ejemplo, me rompí el cartílago del fémur. Y el médico me recomendó retirarme. Ahora la rodilla me sigue doliendo, pero mucho más cuando estoy inactivo”.
Eso, claro, no fue lo único que le pasó en su carrera: “En mayo de 2024 tuve una tendinopatia severa en el tendón isquiotibial, en su inserción con el isquión. Es un hueso de la cadera en el que tengo un proceso degenerativo, que es como una artrosis. Eso me da dolor y me tuvo 10 meses afuera”.
Cuando volvió, fue en un partido que nunca olvidará, ya que asistió con un centro al hijo con el cual juega hoy en día. “Fue algo especial. El tema es que muchas veces me planteo si yo no lo incómodo a él. Él me dice que no, siempre que no haga tonterías. Yo me imagino que tener a tu papá en el vestuario no debe ser cómodo, pero al final pienso que ya se acostumbró”, afirma.
Por último, cuenta que otra de las grandes satisfacciones que le dio el fútbol fue el poder sacarse una foto con Diego Armando Maradona: “Tenía un amigo que era parte del programa Ritmo de la Noche. Me crucé a Diego en un camarín y, antes de que me echaran, llegué a pedirle una foto. Es un recuerdo espectacular”. Tanto, como su propia historia.
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