Platense y el relato de un milagro: cómo evitó el descenso en el “cuadrangular de la muerte”
En 1979 tuvo que definir la permanencia con Chacarita, Atlanta y Gimansia La Plata. Era el peor de los cuatro y el que menos tiempo llevaba en Primera División. Empezaba a tomar fuerza el mote del “fantasma del descenso”.
El regreso de Platense a Primera División después de 22 años de deambular por el Ascenso fue una noticia que estremeció los cimientos del barrio porteño de Saavedra, donde estuvo el mojón original del club, y sobre todo de Vicente López, que adoptó al Calamar como un hijo putativo con el estadio que lleva el mismo nombre de partido que lo cobijó.
Una vez que a esos miles de hinchas les bajaron las pulsaciones por la emoción de la merecida vuelta en la final del Reducido del Torneo Nacional contra Estudiantes de Río Cuarto, miraron con una mueca complaciente un dato reglamentario nada menor: que en el fútbol argentino no habrá descensos hasta mediados de 2022. Es que ellos no sólo conocen sino que además padecieron el mote que se ganó Platense en el final del siglo 20: el “fantasma del descenso”.
Los dirigentes, también hinchas, tomaron nota de aquel recuerdo y, aun sin riesgo de volver al Ascenso, echaron a Juan Manuel Llop, el técnico que le dio forma al equipo que obtuvo el ansiado retorno, después de terminada su participación en la Copa de la Liga Profesional con una campaña del 36 por ciento de los puntos.
Sin justificarlos por haber dejado a un cuerpo técnico sin trabajo pero entendiendo sus temores, es que se mira al pasado para hurgar en aquellos padecimientos que empezaron en 1977, en una final que mandó a Lanús a la vieja Primera B. Y dos años después, en 1979, Platense fue protagonista de un fuerte hito entre los habituales gambeteadores de descensos: un mini torneo que se conoció como “el cuadrangular de la muerte”.
Platense y una definición insólita
La organización del Mundial de 1978 había generado un descalabro en los calendarios del fútbol local. Por ello fue que en 1979, para tratar de reordenarlos, se dispuso que el Metropolitano se dividiera en dos zonas de diez equipos: los dos primeros de cada grupo iban a semifinales por el título (en la final, River aplastó a Vélez con un global de 7 a 1) y los dos peores en ambos debían definir la permanencia. Ese cuarteto lo integraron Gimnasia La Plata, Chacarita, Atlanta y Platense. Todos contra todos, de local y visitante, debían debatirse para una resolución muy cruel: sólo uno de ellos iba a lograr la salvación.
Platense era el peor de los cuatro, con apenas 6 puntos de 36 posibles. Ya venía de mandar a Lanús a la B en el 77 y en 1978, sus triunfos en las dos fechas finales del torneo condenaron a Banfield y a Estudiantes de Caseros. De cara al cuadrangular, el club inauguró su actual estadio aunque con apenas una tribuna y media de cemento, y una enclenque estructura tubular con la General Paz a sus espaldas.
Los protagonistas del torneo tenían cuatro entrenadores de lujo, con apellidos pesados en sus etapas como futbolistas: Antonio Rattin en Gimnasia, una gloria de Boca; en Chacarita estaba Aníbal Tarabini, dos veces campeón argentino Independiente; Luis Artime, un enorme goleador de la Selección, dirigía a Atlanta, el club donde además había debutado como futbolista profesional; y Vladislao Cap, un férreo zaguero o volante central con paso por Racing y River, tenía la difícil tarea de salvar a Platense, el que a priori parecía condenado antes de empezar a jugar.
Los cuatro, además, habían jugado Mundiales en los años 60: Cap y Rattin compartieron plantel de la Selección en Chile 1962, y el propio Rata fue con Tarabini y Artime a Inglaterra 66.
El inicio, en el nuevo estadio de Vicente López
En la primera fecha, el 22 de julio, Chacarita le ganó el clásico a Atlanta y Platense inauguró su estadio en un empate sin goles contra Gimnasia. El Lobo venció a Chaca 3 a 2 en la segunda, al tiempo que el Calamar derrotó 2 a 1 al Bohemio en Villa Crespo con un doblete de Miguel Ángel Juárez, el delantero que se iba a convertir en el as de espadas.
Otros dos tantos de Juárez, una semana más tarde, le permitieron a Platense vencer en casa a Chacarita, el primer triunfo de la historia en el Ciudad de Vicente López. En La Plata, el Lobo hundió a Atlanta al ganarle 1 a 0.
En aquellos tiempos, el triunfo daba dos puntos, no tres. Así, concluida la primera rueda, Platense y Gimnasia lideraban con 5 unidades; Chacarita tenía 2 y Atlanta, 0.
La suerte de Atlanta quedó definida en la cuarta fecha, al perder 3 a 0 contra Chaca en Villa Crespo. Y Platense, del duelo de líderes en La Plata, se llevó un 2 a 0 (goles de José Luis Petti y e Juárez) que le dio una luz en la cima.
En la quinta jornada, el Calamar podía firmar su salvación, porque enfrentaba a Atlanta y, además, en San Martín se jugaban una final Chacarita y Gimnasia. Platense ganó su partido (1 a 0), y el Lobo, con el 2 a 1 a favor, mandó al Funebrero a la B y evitó que Tense pudiera festejar, ya que postergó la definición para la última jornada.
Así se llegó al domingo 26 de agosto. Platense lideraba con 9 puntos y Gimnasia lo seguía con 7. Era un mano a mano entre ellos dos aunque en canchas separadas, contra dos ya descendidos y ambos de visitante. La ventaja para el Calamar era que dependía de sí mismo y un empate lo salvaba. Por eso, el 2 a 0 contra Chacarita, con goles de Américo Pesoa y del Mono Petti, ya le restaba importancia a lo que sucedía en Villa Crespo, donde Atlanta condenó a Gimnasia.
Los más de diez mil hinchas del Calamar que peregrinaron a San Martín ni necesitaron comerse las uñas de los nervios con la radio en la oreja, pendientes de lo que podía suceder en otro lugar. El festejo estaba todo ahí para ellos. Lamentablemente hubo un hecho luctuoso, con un hincha asesinado por un custodio del presidente de Chacarita.
El candidato al descenso por rendimiento y pergaminos fue el que se salvó. Descendieron tres equipos que llevaban más de dos décadas ininterrumpidas en la A: Atlanta (27 años), Chacarita (23) y Gimnasia (20).
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Platense iba a permanecer dos décadas más en la elite, hasta que bajó al Nacional B en 1999. En esos 20 años, sus hinchas se acostumbraron a transformar en un canto amenazante para el resto lo que en verdad era un sello del sufrimiento que ellos mismos tuvieron, porque ningún club nace con el afán de ser el “fantasma del descenso”.
Aquel Platense 1979 tenía como puntales al zaguero Jorge Guyón, a los mediocampistas Carlos Picerni y Raúl Grimoldi, y a Petti y Juárez en el ataque. A ellos, los más veteranos les rinden tributo porque salieron indemnes del “cuadrangular de la muerte”.