La leyenda de Ramón Enrique, tío del goleador de Banfield: el crack de Lanús arruinado por una patada
Ramiro Enrique tiene un apellido muy relacionado con el fútbol: su papá Héctor fue campeón del mundo en México 86, su tío Carlos ganó todo en Independiente… Pero en su familia hubo uno que, dicen, fue el mejor.
De acuerdo con una vieja creencia urbana, Ramón era mejor que su hermano mundialista Héctor, más hábil y talentoso, en una familia de futbolistas. El apellido pasó de la gloria en Lanús a una joven promesa de Banfield: Ramiro Enrique.
El apellido Enrique es, fue y será titular en los diarios y portales deportivos del país. Le toca el turno ahora a Ramiro, goleador del Taladro, que hace poco saltó a la fama con el doblete a Boca en la Bombonera.
Fue, en su momento, el del Negro, Héctor Adolfo Enrique, quien logró la gloria máxima al coronarse campeón del mundo en México 86 con Diego Maradona como compinche. También supo disfrutar de la fama Carlos Alberto, lateral izquierdo apodado El Loco, dueño de América y de la Libertadores con Independiente.
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A veces, por desgracia o azar, hay historias que no llegan a lo que podrían haber sido… Ramón Valentín Enrique era el mayor de los cuatro hermanos, secundado por el famoso Negro. Fue también el precursor en el fútbol, iniciando en 1978 su camino en Lanús. En el Granate fue ídolo y figura. Pero, sin embargo, su trayectoria parece haber pasado al olvido…
Ramón Enrique, el ídolo de una parte del Sur
En 1978 estaba muy lejos Lanús de las épocas de gloria que disfruta en este siglo: descendió a la Primera C, un hecho único y lamentablemente muy malo para el club del Sur. Sin embargo, ese año también se produjo el debut oficial de Ramón Enrique. Y fue justamente el mayor de la dinastía quien se convirtió en una pieza vital para el resurgir granate.
En 1981, consolidado como titular, Ramón fue la figura de Lanús: como enganche y mostrando una pegada espectacular, se transformó en el conductor de un equipo que logró el ascenso a la B. Ya en la segunda categoría del fútbol argentino, el 10 siguió demostrando su capacidad y tuvo una jornada inolvidable ante un San Lorenzo que en aquel entonces sufría con su inédito descenso: Ramón anotó sobre la hora, en una cancha barrosa, para darle la victoria 1-0 a Lanús.
No obstante, lo que parecía una carrera meteórica (hasta se hablaba de un interés de River) hacia el estrellato fue interrumpida de la peor forma: una patada en un encuentro ante Atlanta le causó una fractura de tibia y peroné de la que nunca podría recuperarse del todo.
«Un mal intencionado le fue de atrás y lo rompió. Gracias a Dios yo no estaba en ese partido, porque si no lo hubiese corrido y pegado con un palo en la cabeza al mala leche ese», dijo tiempo después su hermano Héctor, con quien llegó a compartir plantel en aquel Granate.
Con Ramiro Enrique en Banfield, la dinastía sigue
Ramón intentó sin suerte seguir con su carrera. Jugó en Estudiantes de Caseros, Argentino de Quilmes, Central Córdoba de Santiago del Estero, Los Andes y en ligas regionales, pero no pudo volver a su nivel. De a poco su carrera se fue apagando. Trató de seguir ligado al fútbol, en la búsqueda de talentos y en el trabajo con las divisiones inferiores.
Sus hermanos rápidamente tomaron la posta, con títulos con los que él no logró llegar a soñar. Hasta el menor de los Enrique, Rubén, también se dedicó al fútbol momentáneamente, con un puñado de partidos en Brown de Adrogué. Y la pasión traspasó generaciones…
Ramiro Enrique es hoy una de las promesas de la otra vereda del Sur, de Banfield. Tras una bronca de su papá, el Negro, con los efectivos de seguridad de Lanús, el pibe cambió de vereda y ya se hizo notar en la Primera del Taladro.
Luego de debutar en febrero de 2021 en una victoria ante Racing, a Ramiro le llegó su momento de gloria al enfrentar a otro grande, a Boca. «Mi viejo fue una motivación extra. Siempre me ayudó, me acompañó, me aconsejó. Además de haber sido un gran jugador, es el mejor padre del mundo. Y heredé su amor por la pelota”, declaró después de convertir los dos goles para Banfield en la Bombonera. ¿Llegará a tener la magia de su tío Ramón?