La terrible historia de la víctima inocente que mataron en medio de una guerra entre las barras de Boca y San Lorenzo
Eran tiempos con público visitante en los partidos de fútbol. Por una una interna en la hinchada del Ciclón, robaron banderas del Xeneize, lo que derivó en una feroz pelea en la cancha. Murió un padre de tres hijos.
El duelo entre Boca y San Lorenzo tiene mucha historia y mucho folklore. Mientras que Boca saca pecho por ser uno de los clubes más grandes del continente, con mayor cantidad de títulos en el país y sin descensos, San Lorenzo mete el dedo en la llaga: ostenta con orgullo su paternidad contra los Xeneizes. Sin embargo, a veces, estos partidos no quedaron restringidos a lo que ocurrió dentro de la cancha. El 14 de diciembre de 1990 hubo un lamentable encuentro que pasó a la historia negra del deporte nacional.
El Boca-San Lorenzo de Saturnino Cabrera
Tras una tumultuosa década de 1980, que arrancó con la llegada de Diego Maradona pero que siguió con una crisis institucional sin precedentes, 1990 no era tampoco un gran año para Boca: de campaña mediocre y hasta con derrota en el superclásico, el Apertura de aquella temporada estaba llegando a su fin con pena y olvido. Lo mismo le pasaba a San Lorenzo, que deambulaba por el medio de la tabla de posiciones sin muchas más pretensiones.
El clásico del 14 de diciembre era, entonces, una linda manera de cerrar el año para ambos, al disputarse en la penúltima fecha. El escenario era la Bombonera y el contexto, como suele darse en los Boca-San Lorenzo, aumentaba la pica entre ambos clubes, una rivalidad siempre a flor de piel. Pero además había algo más…
Según versiones de la época, días antes, un grupo que quería tomar el control de La Butteler (la barra brava de San Lorenzo) había decidido pegar un golpe de efecto: robó banderas de la hinchada de Boca de un conventillo del barrio.
José Barritta, histórico líder de La 12, se juntó a hablar con el jefe oficial de los pesados de San Lorenzo, reclamando que fueran devueltas: Poli le explicó que iba a hacer todo lo posible, pero que esos jóvenes ladrones no respondían a él. Las banderas, lógicamente, no aparecieron antes del partido. Y ahí fue cuando El Abuelo decidió planear su venganza: “Las banderas se ganan en combate”, fue la consigna que bajó desde el segundo piso de la tribuna de Casa Amarilla…
El trágico final de Saturnino Cabrera
Aquella noche, dentro del campo, San Lorenzo tomó la iniciativa y sacó una rápida ventaja: el delantero cordobés Víctor Hugo Ferreyra, de breve paso luego por la Selección Argentina de Alfio Basile, puso el 1-0 a los cuatro minutos de juego. Boca se fue arriba en busca del empate.
No obstante, toda la atención estaba puesta en otro lado: desde el inicio, La 12 no paró de cantar contra los poco más de 2000 hinchas de San Lorenzo que se encontraban en la tercera bandeja que da al Riachuelo.
Durante el entretiempo, José Barritta y sus muchachos finalmente cumplieron con la promesa: fueron a buscar a la Butteler. En medio de una lluvia de proyectiles que hizo retroceder a los de San Lorenzo, un caño sanitario cayó desde el sector de los simpatizantes cuervos a la grada inferior e impactó de lleno en la cabeza de Saturnino Cabrera, un socio boquense ajeno a esa trifulca entre violentos.
Las imágenes fueron estremecedoras: Saturnino se desplomó de manera instantánea, con su sangre corriendo por los escalones de la tribuna. Desocupado entonces, de 37 años y padre de tres hijos, Cabrera no había participado de ninguna forma en los incidentes y su final fue una tragedia totalmente evitable.
El partido se suspendió inmediatamente y luego el Tribunal de Disciplina de la AFA se los dio por perdido a ambos. Emilio Narváez, hincha de San Lorenzo, fue sindicado como culpable y autor material del hecho, recibiendo una condena de cinco años y ocho meses de prisión. Los más altos cargos de la política hablaron de la situación, lamentaron el fallecimiento y apostaron por consecuencias y respuestas que nunca llegaron…
Aquella muerte sumó un nombre más a la larga lista de víctimas del fútbol argentino. Ojalá no haya más Boca-San Lorenzo que deriven en episodios de violencia fatal.
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