Historia de lucha y solidaridad: la nena de 6 años de Rafael Calzada que venció a la leucemia
Guadalupe Ubieta peleó durante 24 meses contra la enfermedad. Para recuperarse fue fundamental el aporte económico de muchos vecinos del barrio, que le permitió a la familia afrontar los costos del tratamiento.
Fue un mazazo. Un instante en el que comenzó una pesadilla que duró 24 meses, y que recién ahora permite a la familia de Guadalupe Ubieta volver a sonreír, porque esta nena de seis años de Rafael Calzada logró vencer a la leucemia. Detrás de este final feliz hay una historia de lucha, de no entregarse en ningún momento. Y, también, de mucha solidaridad por parte de todos los vecinos de la localidad de Almirante Brown.
Todo comenzó el 25 de mayo de 2019, cuando los padres llevaron a Guadalupe al Hospital Zonal General Arturo Oñativia por un broncoespasmo, un cuadro que se le venía repitiendo de manera constante. “Por ese motivo la neumonóloga decidió hacer algunos estudios. Ahí nos dijeron que los valores salieron mal, que tenía un problema en la sangre y que tenía que ver a un oncólogo”, le contó Guillermo, su padre, a Zonales.
En ese mismo momento, sin dudarlo un segundo, la pareja llevó a Guadalupe al Hospital Garrahan. “Le hicieron una serie de estudios y una punción, con lo que confirmaron que tenía leucemia aguda”, recordó el papá sobre el momento en el que -como lo definió- le “cambió la vida absolutamente”. Cuatro días más tarde, el 29 de mayo, la nena ya había comenzado el tratamiento.
Y en el relato de todo lo que vivió este tiempo, Guillermo quiere valorar el trabajo de la especialista en Neumonología del Oñativia que disparó el alerta: “Fue clave el que ella se diera cuenta que podía haber algo más, porque esta enfermedad es muy importante agarrarla a tiempo para poder tratarla”.
Rápidamente, en cuanto se confirmó el diagnóstico, todos los vecinos de Rafael Calzada se solidarizaron en la búsqueda de fondos para solventar el costoso tratamiento: hicieron sorteos, prepararon comidas y aportaron donaciones. La ayuda fue clave, porque en ese momento Guillermo tuvo que dejar de trabajar en su taller de motos para poder ocuparse a pleno del seguimiento de la salud de su pequeña hija.
También se creó en Facebook el grupo Juntos por Lupita, donde todos podían contactarse para aportar su colaboración. Y los fondos que se juntaron fueron empleados para los gastos que se generaron, por ejemplo, por la dieta estricta que Guadalupe debió llevar, consumiendo alimentos sin sal y de una marca específica que eran muy caros. «Por suerte todos los medicamentos de la quimioterapia fueron aportados por el Garraham», contó el padre.
La solidaridad de Rafael Calzada
“Fue increíble el apoyo que recibí. Hubo llamados y gente que escribía en el Facebook que era principalmente de Rafael Calzada, pero también de Adrogué, Burzaco y hasta de zona norte”, dijo Guillermo. Y más allá de la imprescindible ayuda económica, él prefiere destacar el aliento que recibió durante estos dos años.
“La verdad es que yo nunca quise ayuda. No me gusta pedir. Pero en este caso se hacía muy necesario. Aunque lo más importante, y que me sorprendió totalmente -contó-, es que personas que no conocía, o que vivían en el barrio pero con la que nunca había intercambiado una palabra, me dieron aliento todo el tiempo. Cuando alguien viene y te dice “fuerza, flaco”, entendés el verdadero significado de esas palabras simples pero tan importantes”.
Mientras él iba y venía a diario al Garrahan, su mujer Vanesa se ocupaba del cuidado de los otros tres hijos de la pareja: Micael (18 años), Simón (15) e Isabel (10). Y, entre todos, ayudaron a Guillermo a acondicionar todo el hogar para Guadalupe.
“Ella estaba una semana internada y una semana en casa. Y como por el tratamiento ella tenía los anticuerpos muy bajos, tuve que convertir toda la casa en un quirófano. Por ejemplo, saqué las alfombras que teníamos y puse cerámica en todos los pisos. También cambié la cocina entera, para que sea todo de acero inoxidable. Y desinfectábamos todo, paredes incluidas, tres veces por día”, explicó. Y dijo que por eso “cuando empezó la pandemia del Covid-19, la verdad es que a nosotros no nos afectó en nada la vida. Ya teníamos un año de experiencia en los cuidados”.
La lucha contra la leucemia
“Fue un año de ataque intensivo a la enfermedad. Le colocaron un catéter y por ahí le aplicaban quimioterapia inyectada”, recordó Guillermo sobre el comienzo del tratamiento contra la leucemia. Y dice que “Lupe engordó mucho, perdió el pelo y también, por toda la medicación, tuvo momentos en el que tenía el humor totalmente alterado”.
Pero el tiempo fue pasando y la buena noticia finalmente llegó. El primer alivio fue el 24 de diciembre pasado, en la víspera de Navidad, cuando terminó lo que se define como la primera etapa de remisión, y a partir de ese momento se siguió con la quimio por vía oral. “Hace dos semanas le dieron la última pastilla y le hicieron una nueva punción, que fue lo que nos confirmó que ya no había células cancerígenas en mi hija. Eso significó terminar con los medicamentos que son tan lacerativos para los chicos”, dijo.
El tratamiento completo dura cinco años, pero Guadalupe ya pasó la parte más traumática, como explicó su padre. Y ahora afrontará la etapa final para controlar que no vuelva a aparecer la enfermedad. Si bien hay algunos casos de reincidencia, los médicos confían en que esta verdadera luchadora ganará definitivamente la batalla.
Ahora, lentamente, podrá volver a lo que siempre debió ser su vida: “Dentro de unos seis meses, cuando ya tenga bien las defensas, podrá retomar su rutina, como cualquier chico totalmente sano. Salir a la calle, ir a jugar, al colegio, juntarse con amigos y pasear”.
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Luego de recibir en el Garrahan “la noticia del alta, algo que hace dos años veíamos tan difícil”, llegó el momento de que volviera a su casa ya definitivamente. Allí, con todos los cuidados necesarios, se realizó una celebración íntima entre la familia, que por fin respiraba aliviada.
Ahora solo deberá seguir con los controles una vez por mes. “Pero estamos enormemente felices. Todo este tiempo se hizo eterno. Estaba paralizado por momentos. No podía pensar. Pero eso ya quedó atrás”, contó Guillermo, quien luego de cerrar su taller de motos actualmente trabaja en The Mechanic Lutheria, un taller de instrumentos de teclas y cuerdas. Allí, seguramente, debe estar sonando una música alegre y esperanzadora.