Se le murió un hijo de 17 años en pandemia y no pudo despedirlo: la historia de la madre que insultó a Alberto Fernández
Andrea Godoy es la vecina de General Rodríguez que se infiltró en un acto oficial para increpar al presidente. En una entrevista expuso los hechos que la marcaron y desencadenaron su reacción.
Andrea Godoy, vecina de General Rodríguez, fue noticia nacional esta semana luego de hacerle vivir un incómodo momento al presidente Alberto Fernández durante una visita de este al distrito del oeste del Conurbano.
Fue el miércoles por la mañana, cuando el mandatario inauguró el edificio del Espacio de Primera Infancia que se construyó y que será un centro de estimulación y atención integral para niños y sus familias. Estuvo cerca de una hora y media, junto a funcionarios municipales y nacionales en un clima de cordialidad hasta que los gritos de la mujer interrumpieron la calma.
Andrea se había vestido con un atuendo muy similar al de la Policía Bonaerense. Así logró camuflarse para llegar a una reja lindera al predio y quedar a pocos metros de Alberto Fernández, pese al absoluto hermetismo en que se desarrolló el acto, al que ni siquiera pudo ir la prensa local.
Desde allí, le gritó «chorro» y «asesino», además de otros insultos. Fue rápidamente reducida por efectivos policiales que la llevaron a la Comisaría 1° de General Rodríguez, donde estuvo unas horas demorada. Poco después se supo que la mujer había perdido a su hijo durante la pandemia del Covid-19 y su reproche estaba vinculado a ello.
La dolorosa historia detrás de los insultos a Alberto Fernández
Tras salir de la seccional, Andrea contó en una entrevista a La Posta Noticias que durante la cuarentena, en 2020, su hijo de 17 años sufrió una obstrucción intestinal que complicó severamente su salud hasta llevarlo a la muerte. Y manifestó que, como el chico estaba en Tucumán (estaba junto a su padre, que es de allí), ella viajó hacia esa provincia pero por las restricciones impuestas no llegó a despedirse.
«Tuvo varias operaciones. Ya desde la primera cirugía quería viajar y estuve moviéndome en los aeropuertos de acá de Buenos Aires buscando quizás algún vuelo de emergencia pero no existía. No había nadie en los aeropuertos», contó.
Dijo que se asesoró con abogados para ver como resolver la situación, mientras crecía su desesperación por las trabas burocráticas. «Veía que mi hijo se complicaba, me recomendaban que me haga un hisopado para salir con ese papel y que, cuando me pararan en las provincias, pudiera mostrar eso. Me fui sin el resultado, hoy quizás está en horas pero en ese momento no lo entendí».
Andrea dijo que la Policía en Santiago del Estero era muy estricta. «Querían que el remisero y yo hagamos cuarentena para cruzar o llegue el hisopado negativo. Ahí me avisan que mi hijo no había resistido y que falleció. Me faltaban 400 kilómetros más o menos. No llegué. Por ahí era el destino, Dios o el universo que tenía que pasar pero no tuvimos el derecho de vernos por última vez, de tocarlo por última vez y de despedirlo menos, no se pudo tampoco. No lo vi más».
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El momento que protagonizo se dio un día antes de que se cumplieran dos años de la polémica celebración del cumpleaños de Fabiola Yañez, la primera dama, en la Quinta de Olivos, el 14 de julio de 2020, mientras regían las severas restricciones por el Covid-19 que impedían reuniones. «Esto lo arregló la mujer del presidente con un millón de pesos, quedó impune», dijo con impotencia.
Reveló que discutió con guardias de seguridad para entrar al acto y logró llegar a estar cerca de Alberto Fernández tras cruzar corriendo un descampado lindero. «Así como llegué, dije lo primero que me salió. Fue un desahogo, no hay nadie que te defienda, no hay juicios a estas personas porque son poderosas y no podes hacer nada. Sólo te quedas con el dolor».
Y cerró: «No se arreglaría nada si me llamaran, no. Me parece que deben juzgarlos, alguien que se encargue de eso, no por mí sino por todos. Fue ínfima la pena para lo que hicieron, yo vendía todo lo que tenía para ir a verlo si valía un millón y medio. Pedía préstamos, cualquiera hubiera llegado entonces a despedir a su gente. Podría culpar al sistema pero fueron ellos. Pensé que con esto iba a cambiar, me desahogué pero no me siento mejor. Va por otro lado».